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Una herencia que mejora el mundo

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Congreso en el centenario del beato Josemaría Escrivá
Roma. El congreso internacional, celebrado en Roma del 8 al 12 de enero, con ocasión del centenario del beato Josemaría Escrivá (1902-2002), ha puesto de manifiesto la novedad de su mensaje y su capacidad de incidir en la vida de personas de muy diversas culturas. Organizado por la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, el congreso tenía por objetivo evocar la figura del fundador del Opus Dei, ahondar en el contenido de sus enseñanzas y mostrar cómo el espíritu que difundió es una fuente fecunda de evangelización del mundo.

Sería desproporcionado pretender exponer aquí la síntesis de una actividad en la que han participado más de 1.200 personas de 57 países, que ha contado con 111 ponencias y comunicaciones (algunas de contenido más especulativo, otras más vivencial), con 18 grupos de trabajo (workshops). Un congreso señalado también por una solemne ceremonia litúrgica, el 9 de enero, fecha del centenario, y que culminó con la celebración de un encuentro con el prelado del Opus Dei y con una audiencia con el Papa. Si hubiera que condensar en una imagen el congreso, se podría elegir la escena del «goteo» de madres (y padres) apresurándose con sus hijos en brazos para saludar a Juan Pablo II. Fue el imprevisto colofón de la audiencia especial en el Aula Pablo VI. Ese episodio, que surgió con la complicidad del Papa, lograba expresar gráficamente el significado de unas jornadas en las que más que exaltar el pasado se había mirado hacia el futuro.

El congreso fue escenario además de la presentación de un nuevo documental sobre la incidencia del mensaje del beato Josemaría y de un sello conmemorativo realizado por el servicio de correos italiano (el primero en euros). Durantes estos días se dieron a conocer algunas iniciativas de promoción social inspiradas por las enseñanzas del fundador del Opus Dei y surgidas en torno al centenario (ver abajo: «Iniciativas de promoción social en ocho países»): para una de ellas, situada en el Congo, se destinaron los fondos de un concierto sinfónico coral, cuyo programa incluía piezas relacionadas con la vida del beato Josemaría.

Josemaría EscriváDesde sitios insospechados

Al escuchar tantas reflexiones y testimonios se comprueba, por un lado, que las enseñanzas del fundador del Opus Dei tienen un alcance universal y han echado raíces en lugares insospechados; y por otro, que si se consideran las cosas desde la perspectiva de la historia de la Iglesia, se trata solo de los comienzos. Uno no se hubiera imaginado, por ejemplo, que un rabino judío, llegado casi de las antípodas, profundizara en el sentido del trabajo y un economista musulmán en el del desarrollo, vistos ambos a la luz de las enseñanzas de Escrivá de Balaguer. Como tampoco era fácil imaginarse que fuera precisamente un filósofo ortodoxo ruso quien hablara del interés que tiene este espíritu para el mundo eslavo y, concretamente, para Rusia.

Otra anotación general es que el lema del congreso, «La grandeza de la vida corriente», no ha sido tan solo la rúbrica oficial del programa, sino verdaderamente el motivo de fondo de la mayoría de las sesiones. Se puso de relieve ya desde la misma conferencia inaugural en la que el prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, dibujó el perfil humano e intelectual del beato Josemaría Escrivá.

Entre otros trazos subrayó cómo el fundador del Opus Dei mostró con su vida la necesidad de ser muy humanos para ser muy divinos, lo que se traduce en el cultivo de las virtudes humanas, junto a las sobrenaturales. Insistió también en la unidad de vida, que lleva a buscar a Dios en las realidades cotidianas. En el amor a la libertad, que tiene como fruto el don de sí, la entrega… Todo ello enmarcado en la convicción de la grandeza de la vida corriente, porque es ahí donde el hombre está llamado a identificarse con Cristo.

Cambio de rumbo

La grandeza de la vida corriente fue comentada también desde el punto de vista de la historia y de la sociología. El profesor Giorgio Rumi, ordinario de historia contemporánea en la Universidad de Milán, puso de relieve que el pensamiento de Escrivá renueva radicalmente medio milenio de actitud sospechosa hacia el «mundo», y supera la habitual concepción del trabajo como castigo. Muestra también el valor civil y religioso de toda actividad humana recta, ya que con su visión del trabajo lo que cuenta es el cómo se hace y no el qué se hace.

El profesor Pierpaolo Donati, ordinario de sociología de la Universidad de Bolonia, repasó algunas de las diversas concepciones de la vida cotidiana, como lugar que conecta lo sagrado con lo profano, que se han sucedido a lo largo de la historia. De esa exploración se desprende que la visión del valor de la vida ordinaria del beato Josemaría se trata de una concepción original tanto en el ámbito religioso como en el civil, que supone no solo un impulso, sino un cambio de sentido. Es la novedad de que también el mundo ha sido redimido por Cristo.

Para el beato Josemaría, explicó el profesor Donati, la vida ordinaria no es el lugar que queda cuando se han ido los guerreros o los héroes, el lugar del refugio o del aburrimiento, un lugar de paso, lo que precede o sucede a la fiesta, a lo extraordinario… La vida cotidiana es precisamente el lugar de la batalla, de la lucha consigo mismo. Tiene un valor intrínseco, pues es donde el laico ejerce su acción práctica que convierte en contemplación.

Encontrar a Cristo en el trabajo

Como era de esperar, llegados a este punto, se dedicó particular atención a lo que llena en buena parte la vida cotidiana: el trabajo ordinario como camino de santidad, que es una de las aportaciones más características del beato Josemaría. Es una enseñanza que está arraigada en el valor de los treinta años de vida oculta de Jesucristo en Nazaret. Janne Haaland Matlary, profesora ordinaria de política internacional de la Universidad de Oslo, centró su intervención sobre ese tema, que ilustró partiendo de su propia experiencia como conversa al catolicismo y de su acercamiento al espíritu del fundador del Opus Dei.

Matlary sintetizó en tres las claves para encontrar a Cristo en el trabajo: la primera es trabajar con perfección; la segunda, trabajar con espíritu de servicio a los demás; y la tercera, el descubrimiento del trabajo como amor. Dijo que el carisma de Escrivá es revolucionario en cuanto que muestra el designio de Dios para cada persona en las circunstancias ordinarias. Pero para entender el mensaje de la santificación del trabajo, precisó, es necesaria la vida interior, que se alimenta del trato con Dios en la oración y en los sacramentos.

Lo llamativo del caso es que a cuantos escuchaban la conferencia parecía la cosa más natural que una madre de familia nórdica (dos de sus cuatro hijos le acompañaban en Roma) y con una proyección profesional relevante (ha sido además secretaria de Estado para Asuntos Exteriores de su país) hablara en esos términos: una exposición bien fundada teóricamente, pero cuyo valor añadido era precisamente la disección del «cómo se hace» para santificar el trabajo, que supone el respaldo de una experiencia personal. Aunque a los asistentes no les sorprendiera, en realidad, el espectáculo no era de ningún modo normal.

Sin fractura entre fe y vida

En el discurso que dirigió a los participantes, Juan Pablo II glosó el lema del congreso y dijo que sólo viviendo de cara a Dios «la insospechable grandeza» de las cosas pequeñas de cada día era posible superar en su raíz lo que el concilio Vaticano II denuncia como «uno de los errores más graves de nuestro tiempo»: la fractura entre fe y vida cotidiana.

El Papa recordó cómo el beato Josemaría impulsaba a «amar el mundo apasionadamente», a fundir oración, trabajo y apostolado en una unidad de vida que es «fundamental en la tarea de evangelización de la sociedad contemporánea». Se evitará así, añadió, los condicionamientos «de una mentalidad mundana que concibe la dedicación espiritual como algo que hay que relegar a la esfera privada, y por tanto irrelevante en la actuación pública».

Precisamente el intercambio de experiencias sobre los modos de poner por obra ese espíritu en los distintos ámbitos de la vida profesional y social fue el objetivo de los grupos de trabajo en los que intervinieron 260 relatores. En uno de ellos, el dedicado a «Claves del desarrollo», asistió como invitado de honor Michel Sabbah, Patriarca Latino de Jerusalén. Entre los otros temas se contaban «Aprender a educar», «Investigación y docencia universitaria», «Protagonistas de la opinión pública», «Familia y profesión», «Formar ciudadanos», «Empresa y bien común» y «La experiencia del dolor».

Solo como servicio a la Iglesia

Dentro de esta visión más bien impresionista de algunas de las relaciones del congreso, tal vez sea el momento de aludir a algunos trazos más específicamente teológicos. En este sentido, se puede mencionar la intervención del arzobispo de Sydney (Australia), Mons. George Pell, quien habló de la centralidad de la figura de Jesucristo en el mensaje de Josemaría Escrivá. Entre otras cosas puso de manifiesto que ese «cristocentrismo» es un gran antídoto contra lo que definió el gran problema del catolicismo actual: que se acabe diluyendo a Cristo en una especie de espiritualidad amorfa, donde todo tiene el mismo valor.

Ya antes Mons. Fernando Ocáriz, ordinario de teología en la Universidad de la Santa Cruz y vicario general del Opus Dei, se había referido a la dimensión eclesial de la figura y de la misión del beato Josemaría. Una innata eclesialidad que se manifiesta, por ejemplo, en el fenómeno vocacional al que da origen, que incluye hombres y mujeres, sacerdotes y laicos; en el dinamismo entre sacerdocio ministerial y sacerdocio común que lo caracteriza y en el sensus Ecclesiae que comunica a quienes procuran vivirlo.

Hizo eco de estas palabras el cardenal Camillo Ruini, vicario del Papa para la diócesis de Roma, quien subrayó que monseñor Escrivá «no concebía su vida, su fundación y su mensaje sino como un servicio a la Iglesia universal y a todas las Iglesias particulares». Por su parte, el cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân, presidente del Consejo Pontificio «Justicia y Paz», resaltó que el nuevo catecismo de la Iglesia católica hizo realidad una antigua aspiración del beato Josemaría: que en los catecismos se incluyeran los aspectos relacionados con las repercusiones sociales de la fe. El cardenal vietnamita, que sufrió 13 años y 3 meses de cárcel, expresó también su esperanza de que «los sembradores de paz y alegría» que viven el espíritu del beato Josemaría puedan llegar a «algunos lugares de nuestro Extremo Oriente» donde todavía no pueden estar presentes.

Hubiera sido muy difícil hablar de Josemaría Escrivá y no hacer referencia a su primer sucesor al frente del Opus Dei, Alvaro del Portillo. Mons. Carlo Caffarra, arzobispo de Ferrara (Italia), unió a ambos al tratar de qué modo el carisma descubierto por el fundador es vuelto a expresar por el hijo primogénito. Dijo que la historia de la Iglesia muestra que en la sucesión de un fundador pueden darse tres alternativas: que el sucesor cambie el espíritu del fundador, que se limite a repetirlo o que sea su continuador (es decir, que sepa aplicarlo, con la mente del fundador, a las nuevas circunstancias de lugar y tiempo). Para el arzobispo de Ferrara, este último fue el caso de Mons. Alvaro del Portillo, con su identificación «de corazón a corazón» con el fundador.

El rabino jeje Ángle Kreiman, vicepresidente del Consejo Mundial de las Sinagogas; Mons. Michel Sabbah, patriarca latino de Jerusalén, y el Card. Camillo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal italiana, durante una pausa del Congreso.Iniciativas de promoción social en ocho países

Una iniciativa médico-social en el Congo, un centro de formación profesional en Nigeria, una escuela agropecuaria en Colombia, sendos ambulatorios en México y Venezuela, un centro rural de promoción de la mujer en Polonia, una ONG dedicada a la integración de inmigrantes en España, y un centro educativo en Uruguay.

Son las ocho iniciativas de carácter social y asistencial surgidas en torno al centenario del beato Josemaría, que se presentaron en el Centro Elis, de Roma, precisamente el 9 de enero de 2002. Según Marta Manzi, portavoz de los actos del centenario, esas obras «son el mejor recuerdo, tangible y duradero, del aniversario que celebramos hoy». Precisó, sin embargo, que se trata de iniciativas que han surgido con naturalidad, como las otras decenas que las han precedido: son fruto de las necesidades de cada lugar, y no de un plan pre-establecido.

El médico Leon Tshilolo presentó la extensión médico-social Moluka, dependiente del Hospital Monkole (República Democrática del Congo), que ofrecerá asistencia sanitaria y programas de higiene y nutrición de los que se podrá beneficiar una población de 30.000 personas. En Monkole se ha conseguido reducir la mortalidad infantil del 12% nacional a un 3%. Charles Osezua explicó, por su parte, los objetivos del Institute of Industrial Technology, que ha surgido en Lagos para ofrecer formación técnica y profesional en una zona donde el paro alcanza el 60% de la población. El centro se inauguró el pasado mes de octubre.

También estaba presente Isabel Charún, de Cañete (Perú), quien ilustró el trabajo del centro de formación rural para la mujer Condoray, promovido por personas del Opus Dei hace ya cuarenta años y en el que han recibido formación en torno a veinte mil campesinas, en una de las regiones más pobres del país. De la eficacia del sistema era una muestra la propia Charún, que era analfabeta, aprendió a leer en Condoray y ahora es ella misma «promotora rural»: «las enseñanzas del beato Josemaría nos han empujado a trabajar para que nuestros hijos tengan una vida mejor».

Según José Luis Illanes, director del Instituto Histórico «Josemaría Escrivá», las obras asistenciales promovidas por miembros del Opus Dei en unión con otras personas «son fruto de un espíritu plenamente vivido. Son la continuidad de la biografía del beato Josemaría», que encontró el apoyo y la fortaleza sobrenaturales en sus visitas a los indigentes y enfermos de las barriadas más pobres del Madrid de los años 20 y 30.

Durante el congreso fueron muy abundantes las referencias a la solidaridad, a la justicia y a la necesidad del perdón para conseguir la paz. El cardenal arzobispo de Lima, Mon. Juan Luis Cipriani, dedicó su intervención precisamente a ese tema, a la luz de las enseñanzas del beato Josemaría. Partiendo de su experiencia personal como obispo que fue de Ayacucho, una de las zonas más conflictivas del país, llegó a la conclusión de que la falta de paz no es solo una cuestión espiritual, sino que tiene también un coste económico que impide el desarrollo de los pueblos. La paz es lo más barato para generar desarrollo. Por eso, añadió, las iniciativas que buscan la promoción humana y social de las personas son generadoras de concordia social. Son una inversión para la paz y el desarrollo.

Diego Contreras

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