Jesucristo no es solo un maestro espiritual más

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«Europa es, actualmente, la parte del mundo más opuesta al cristianismo». Esto es lo que afirma el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una entrevista publicada en Italia por el Giornale (26 noviembre 2003) con ocasión de su reciente libro Fede, verità, toleranza (cfr. servicio 102/03).

Uno de los temas que toca el cardenal es el del relativismo religioso. El entrevistador, Antonio Socci, comenta que parece no hacer falta ser cristiano para venerar a Cristo, porque diversas religiones reconocen su extraordinaria figura. «Ya en el Evangelio encontramos dos posturas sobre Jesús -responde Ratzinger-: el mismo Cristo distingue: qué dice la gente y qué decís vosotros. Pregunta qué dicen los que le conocen de segunda mano, o de modo histórico, literario; y después, qué dicen los que le conocen de cerca y han entrado realmente en un verdadero encuentro, tienen experiencia de su verdadera identidad. Esta distinción sigue presente en toda la historia: hay una impresión desde fuera, que tiene elementos de verdad. En el Evangelio se ve que algunos dicen: ‘Es un profeta’. Como hoy se dice que Jesús es una gran personalidad religiosa, o que hay que contarlo entre los avatares (las múltiples manifestaciones de lo divino en los mitos hindúes). Pero los que han entrado en comunión con Jesús reconocen que es una realidad muy distinta, es Dios presente en un hombre».

Buda, explica Ratzinger, «dice: olvidaos de mí, id solamente por el camino que os he mostrado. Mahoma afirma: el Señor Dios me ha dado estas palabras que os transmito». «Pero Jesús no entra en esta categoría de personalidades visible e históricamente diversas. Y mucho menos es uno de los avatares. Es una realidad totalmente distinta. Pertenece a una historia, que empieza en Abraham, en la que Dios muestra su rostro. Dios se revela como una persona que sabe hablar y responder, entra en la historia. Y este rostro de Dios, de un Dios que es persona y actúa en la historia, encuentra su cumplimiento en aquel instante en el que Dios mismo, haciéndose Él mismo hombre, entra en el tiempo. Por lo tanto, ni siquiera históricamente se puede asimilar Jesucristo a las diversas personalidades religiosas o las visiones mitológicas orientales».

Cristo «no es un individuo del pasado que está lejos de mí, sino que ha creado una vía de luz que ilumina la historia, empezando por los primeros mártires, esos testigos que transforman el pensamiento humano, ven la dignidad humana del esclavo, se preocupan de los pobres, de los que sufren, y así traen al mundo una novedad, también con su propio dolor. Con estos grandes doctores que transforman la sabiduría de los griegos, de los latinos, en una nueva visión del mundo inspirada por el mismo Cristo, que encuentra en Cristo la luz para interpretar el mundo, con figuras como san Francisco de Asís, que ha creado un nuevo humanismo. O figuras también de nuestro tiempo: pensemos en la Madre Teresa, en Maximiliano Kolbe… Es una ininterrumpida vía de luz que se hace camino de la historia y una ininterrumpida presencia de Cristo, y me parece que este hecho -que Cristo no se ha quedado en el pasado, sino que siempre ha sido contemporáneo- hace comprender que no se trata de un grande de la historia como otros, sino de una realidad verdaderamente distinta, que siempre trae la luz».

Ratzinger insiste en un concepto: que el cristianismo «no es una invención europea, no es un producto nuestro. Siempre es un desafío que viene de fuera de Europa, en su origen viene de Asia. E inmediatamente se encontró en contraste con la sensibilidad dominante. Aunque después Europa ha sido cristianizada, ha continuado esta lucha entre los intereses particulares, las tendencias europeas, y la novedad siempre nueva de la palabra de Dios, que se opone a este exclusivismo y se abre a la verdadera universalidad.

«Y de hecho, me parece muy significativo que en estos momentos, el Occidente europeo sea la parte del mundo más opuesta al cristianismo, precisamente porque el espíritu europeo se ha autonomizado y no quiere aceptar que haya una palabra divina que le muestra un camino que no siempre es cómodo».

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