Hacia el Gran Jubileo del año 2000

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Comienzan los tres años de preparación
La entrada en el tercer milenio ha sido un frecuente punto de referencia para Juan Pablo II desde el comienzo de su pontificado. Se comprende, por tanto, que haya querido movilizar a toda la Iglesia en la preparación del Jubileo del año 2000, que conmemora el nacimiento de Cristo. Como decía en su carta apostólica Tertio millennio adveniente (TMA), para la Iglesia no será tanto el final de un milenio, como el punto de partida de uno nuevo. El domingo 1 de diciembre han comenzado los tres años de preparación del Jubileo, el primero de los cuales va a estar centrado en la figura de Cristo.

¿Qué significa jubileo?

Los israelitas festejaban cada siete años un «año de gracia» dedicado particularmente a Dios (años sabáticos) y cada cincuenta, un año jubilar. En esos años se liberaban esclavos, se dejaban en reposo las tierras, se perdonaban deudas. Eran tiempos en que se «debía devolver la igualdad a todos los hijos de Israel, abriendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal» (TMA 13). Significaban siempre un anticipo ideal de la liberación que llegaría con el Mesías. Jubileo significa alegría, «no sólo alegría interior, sino un júbilo que se manifiesta exteriormente, ya que la venida de Dios es también un suceso exterior» (TMA 16).

¿Qué es un jubileo para la Iglesia?

«Es verdaderamente este ‘año de gracia’, año de perdón de los pecados y de las penas de los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental. La tradición de los años jubilares está ligada a la concesión de indulgencias de un modo más generoso que en otros años» (TMA 14).

¿Qué celebra la Iglesia en este Jubileo del año 2000?

El Papa dice que «el contenido de este Gran Jubileo será, en cierto modo, igual a cualquier otro. Pero al mismo tiempo será diverso y más importante que todos los anteriores» (TMA 16). Pues «los dos mil años del nacimiento de Cristo -prescindiendo de la exactitud del cálculo cronológico- representan un Jubileo extraordinariamente grande no sólo para los cristianos, sino indirectamente para toda la humanidad, dado el papel primordial que el cristianismo ha jugado en estos dos milenios» (TMA 15).

¿Cuál es el objetivo último del Jubileo?

«El objetivo será la glorificación de la Trinidad, de la que todo procede y a la que todo se dirige, en el mundo y en la historia» (TMA 55). En otro momento señala el Papa que el objetivo prioritario del Jubileo «es el fortalecimiento de la fe y del testimonio de los cristianos» (TMA 42). Y que es necesario suscitar en cada fiel «un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración siempre más intensa y de solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado».

¿Por qué Juan Pablo II insiste en hablar de conversión?

«Es bueno -señala- que la Iglesia dé este paso [el de entrada en el tercer milenio] con la clara conciencia de lo que ha vivido en el curso de los últimos diez siglos. No puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y dificultades de hoy» (TMA 33).

¿Qué preguntas sugiere el Santo Padre para ese examen de conciencia personal?

«A las puertas del nuevo milenio, los cristianos deben ponerse humildemente ante el Señor para interrogarse sobre las responsabilidades que ellos tienen también en relación a los males de nuestro tiempo [indiferencia religiosa, pérdida del sentido trascendente de la existencia humana, «extravío en el campo ético, incluso en los valores fundamentales del respeto a la vida y a la familia»] (…) Se impone a los hijos de la Iglesia una verificación: ¿en qué medida están también ellos afectados por la atmósfera de secularismo y relativismo ético? ¿Y qué parte de responsabilidad deben reconocer también ellos, frente a la desbordante irreligiosidad, por no haber manifestado el genuino rostro de Dios, ‘a causa de los defectos de su vida religiosa, moral y social'». Ante las injusticias y la marginación social, «hay que preguntarse cuántos [cristianos] conocen a fondo y practican coherentemente las directrices de la doctrina social de la Iglesia» (TMA 36).

¿Qué repercusiones puede tener en el ecumenismo?

«La Iglesia implora al Señor que prospere la unidad entre todos los cristianos de las diversas Confesiones hasta alcanzar la plena comunión. (…) A este propósito ayudaría mucho que, respetando los programas de cada Iglesia y Comunidad, se alcanzasen acuerdos ecuménicos para la preparación y celebración del Jubileo: éste tendrá aún más fuerza si se testimonia al mundo la decidida voluntad de todos los discípulos de Cristo de conseguir lo más pronto posible la plena unidad en la certeza de que ‘nada es imposible para Dios'» (TMA 16).

¿No hay demasiada parafernalia en torno al Gran Jubileo?

En un discurso al comité que coordina las tareas preparación del Jubileo, en junio de este año, el Papa advertía del peligro de la superficialidad: «Los problemas de organización han inducido a los medios de comunicación a subrayar, a veces principalmente, los aspectos exteriores del Jubileo, relacionados con la acogida de los peregrinos y las necesarias infraestructuras logísticas. Agradezco a cuantos están trabajando para que, en el año 2000, Roma y las demás localidades más directamente implicadas estén preparadas para celebrar el gran acontecimiento.

«Sin embargo, es necesario que todos tengan presentes las finalidades eminentemente espirituales del jubileo. En efecto, ‘el jubileo deberá confirmar en los cristianos de hoy la fe en el Dios revelado en Cristo, sostener la esperanza prolongada en la espera de la vida eterna, vivificar la caridad comprometida activamente en el servicio a los hermanos’ (TMA 31)».

¿No se corre el peligro de caer en una actitud milenarista?

«El pontificado actual, desde el primer documento, habla explícitamente del Gran Jubileo, invitando a vivir el periodo de espera como un ‘nuevo adviento’ (…). Ciertamente no se quiere inducir a un nuevo milenarismo, como se hizo por parte de algunos al final del primer milenio; sino que pretende suscitar una particular sensibilidad a todo lo que el Espíritu dice a la Iglesia y a las Iglesias, así como a los individuos por medio de los carismas al servicio de toda la comunidad. Se pretende subrayar aquello que el Espíritu sugiere a las distintas comunidades, desde las más pequeñas, como la familia, a las más grandes, como las naciones y las organizaciones internacionales, sin olvidar las culturas, las civilizaciones y las sanas tradiciones» (TMA 23).

¿Quién coordina los preparativos del gran Jubileo del año 2000?

El Papa constituyó en 1995 un comité central, con sede en el Vaticano, formado por 31 miembros. Lo preside el cardenal Roger Etchegaray. El comité central se divide en ocho comisiones, cada una con un ámbito de trabajo específico: comisión teológico-histórica, pastoral, litúrgica, social, ecuménica, diálogo interreligioso, comisión de nuevos mártires y artístico-cultural.

¿Cuáles son las fases de la preparación del Jubileo?

Tras una fase de sensibilización que ha durado desde diciembre de 1994 hasta el pasado 1 de diciembre, ahora se inicia la segunda fase, de preparación, que durará tres años (1997, 1998 y 1999). La tercera y última fase es propiamente la celebración del jubileo, durante el año 2000. La Iglesia dedica los tres años que preceden el 2000 al Hijo (1997), al Espíritu Santo (1998) y al Padre (1999), así como a la Virgen María, como madre, esposa e hija de Dios; propone profundizar en la virtudes de la fe, la esperanza y la caridad y en los sacramentos del bautismo, confirmación y penitencia.

¿Qué proyectos o iniciativas se plantea el Vaticano?

Por un lado, actualizar el elenco de mártires, para reconocer, de modo especial, «la heroicidad de las virtudes de los hombres y mujeres que han realizado su vocación cristiana en el matrimonio» (TMA 37). Por otro, continuar los sínodos de obispos de carácter continental, en la línea de los celebrados de Europa y África. En lo que se refiere al diálogo con las religiones no cristianas se estudia mantener reuniones en Belén, Jerusalén y Sinaí para intensificar el diálogo con judíos y musulmanes. Como iniciativa ecuménica, se invitará a todas las confesiones a un encuentro pancristiano.

¿Qué viajes quiere hacer el Papa con ocasión del Jubileo?

«Entre las metas de peregrinación vivamente deseadas se encuentra, además de Sarajevo, en Bosnia-Herzegovina, el Oriente Medio: Líbano, Jerusalén y Tierra Santa. Sería muy elocuente si, con ocasión del Año 2000, fuera posible visitar todos aquellos lugares que se hallan en el camino del Pueblo de Dios de la Antigua Alianza, a partir de los lugares de Abraham y de Moisés, atravesando Egipto y el Monte Sinaí, hasta Damasco, ciudad que fue testigo de la conversión de San Pablo» (TMA 24).

Juan DomínguezEl Papa abre el trienio de preparación al Gran Jubileo

Roma. Hacer del bimilenario de Cristo una ocasión para remover y purificar la fe de los cristianos. Este es uno de los propósitos que se ha fijado Juan Pablo II al convocar el Gran Jubileo del 2000, cuyo trienio de preparación inauguró el pasado 30 de noviembre en la basílica de San Pedro. El Gran Jubileo empezará en la Nochebuena de 1999, cuando el Papa abra la Puerta Santa.

Con la apertura de los tres años de preparación, comienza a concretarse un proyecto que el Papa acaricia desde el inicio de su pontificado. Lo que algunos miraban con cierto escepticismo, quizá como una buena idea demasiado ambiciosa, empieza a dar sus frutos. Al menos, esa es la conclusión al ver la basílica de San Pedro llena de gente.

El inicio del trienio de preparación tuvo lugar la víspera del primer domingo de Adviento y en el marco de una sugestiva ceremonia. El interior de la basílica vaticana aparecía casi en completa oscuridad, mientras que tan sólo se oía la voz del Santo Padre recitar: «Con el sacrificio de alabanza vespertino, abrimos el nuevo año litúrgico para magnificar al Señor Omnipotente, invocar su misericordia y sus dones sobre el trienio de preparación del Gran Jubileo del año 2000, que hoy mismo comenzamos». Instantes después, se encendieron de golpe todas las luces del templo, como prevé el antiguo rito del «Lucernario», común a las liturgias de Oriente y Occidente, que simboliza el paso de la oscuridad del pecado a la luz de la gracia de Cristo.

El Papa explicó en la homilia que Jesucristo, que es eterno, ha entrado en la dimensión temporal, que es propia del hombre: «Haciéndose hombre, el Hijo de Dios, el Verbo consustancial al Padre, ha tomado posesión de nuestro tiempo, en toda su dimensión, y lo ha abierto a la eternidad». Haciéndose hombre, añadió, el Hijo de Dios ha abrazado con su humanidad el tiempo humano, para guiar al hombre hacia la eternidad y conducirlo a la participación de la vida divina.

Sobre el programa de preparación del tercer milenio, descrito en la encíclica Tertio millennio adveniente («Mientras se aproxima el tercer milenio»), que es como la carta magna del Jubileo, el Papa señaló que se resume en descubrir la gloria de Dios que se ha revelado en Jesucristo y que está inscrita en toda criatura, especialmente en el ser humano. De ahí la exhortación al amor al prójimo y a la justicia social que contiene la encíclica.

Uno de los momentos más significativos de esta ceremonia de las Vísperas fue cuando el Papa leyó la oración que compuso para este primer año de preparación. Es una plegaria dirigida a Cristo, sobre quien está centrada la meditación del primer año: «Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre».

En esa oración, el Papa sintetiza de modo poético el sentido del Jubileo, «año de gracia y misericordia», y los frutos que espera para la Iglesia y los cristianos: amor a Cristo, vida coherente con la fe, espíritu misionero, progresos en el camino hacia la unidad de los cristianos, solidaridad, cultura de la vida.

Al día siguiente, 1 de diciembre, primer domingo de Adviento, Juan Pablo II se refirió de nuevo al inicio del trienio de preparación. El marco fue la homilía que pronunció en una parroquia de la periferia de Roma (se trata de la parroquia número 250 que visita en sus 18 años de pontificado). En esa ocasión, aludió también a la «misión ciudadana» que, en conexión con el camino de preparación del Gran Jubileo, está promoviendo la diócesis de Roma, por iniciativa del mismo Papa, y en la que participan más de diez mil laicos.

Diego ContrerasIdeas para preparar el Jubileo en 1997

El año 1997 está dedicado a la reflexión sobre Cristo. La carta apostólica Tertio millennio adveniente (TMA) señala que «para conocer la verdadera identidad de Cristo, es necesario que los cristianos vuelvan con renovado interés a la Sagrada Escritura» (TMA 40). Con este fin, la Comisión teológicahistórica ha preparado un «libro oficial» para el año 1997, primero de una serie, que en España ha publicado la BAC con el título Jesucristo, salvador del mundo. Contiene diez capítulos (nueve sobre Cristo y uno sobre su Madre). Allí se dice que «un compromiso concreto para 1997 podría ser la relectura íntegra de los Evangelios y, si es posible, de todo el Nuevo Testamento hasta el Apocalipsis».

Junto a la propuesta esencial de participar en los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, invita a redescubrir, en el ámbito de la propia iglesia local o particular, las manifestaciones cristológicas de la religiosidad popular: la adoración al Santísimo Sacramento, la devoción al Sagrado Corazón, las procesiones de Semana Santa, los ejercicios piadosos del Via crucis en Cuaresma y del Via lucis en el tiempo pascual.

Otro de los objetivos primordiales de este año es descubrir el Bautismo «como fundamento de la existencia cristiana» (TMA 42), y ver el valor originario de la catequesis como «enseñanza de los Apóstoles». Con este objetivo la carta apostólica recomienda profundizar en el Catecismo de la Iglesia Católica, en el que se expone «fiel y orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición viva en la Iglesia y del Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los Padres, de los santos y las santas de la Iglesia». Sobre la Virgen María -presente durante los tres años-, se propone contemplar este año especialmente el misterio de su Maternidad divina.

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