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Francisco habla de la familia, sin papeles

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Cuando el Papa Francisco aparca el discurso preparado y se lanza a hablar a corazón abierto, el oyente tiene la oportunidad de sintonizar con lo que piensa, sin circunloquios. Es lo que ocurrió el 16 de junio al recibir a una delegación del Foro de las Asociaciones Familiares italianas.

Francisco contó cómo le gusta saludar en las audiencias a parejas que llevan juntas veinticinco, cincuenta o sesenta años. Ellos le confirman que siguen enamorados. “No es un amor de novela, es un verdadero amor”.

Una pregunta que les hace es: “¿Quién de los dos ha tenido más paciencia?”. Y la respuesta es siempre: “Los dos”. “Esto indica una vida juntos, una vida entre dos. Con esa paciencia de soportarse el uno al otro”.

“Amad a los abuelos, y que ellos hablen con los niños”

“La vida de familia –ha recordado el Papa– es un sacrificio, un bello sacrificio. El amor es como hacer la pasta: hay que hacerla todos los días. El amor del matrimonio es un reto, para el hombre y para la mujer. ¿Cuál es el mayor reto para el hombre? Hacer más mujer a su esposa. Que crezca como mujer. ¿Cuál es el mayor reto para la mujer? Hacer más hombre a su marido. Y así van los dos adelante”.

Saber esperar

Luego ha subrayado lo importante que es la paciencia en el matrimonio. “Hay situaciones de crisis –crisis duras, tristes– donde quizá se producen incluso momentos de infidelidad. Cuando no se puede resolver el problema en ese momento, hace falta la paciencia del amor que espera. Tantas mujeres –porque esto es más de la mujer que del hombre, aunque también a veces el hombre lo hace– han esperado en silencio, mirando a otra parte, esperando que el marido volviese a ser fiel. Y esto es santidad. La santidad que perdona todo, porque ama”. “Paciencia. Si uno está nervioso y grita, no responder con otro grito. Callarse, dejar pasar la tempestad, y después, en el momento oportuno, hablar”.

Francisco ha vuelto a recordar tres palabras que siempre recomienda a los cónyuges: permiso, perdón y gracias. También, cuando sea preciso, hacer las paces al terminar la jornada. “Porque la ‘guerra fría’ del día siguiente es muy peligrosa”.

Para esto hace falta una buena preparación al matrimonio. A este respecto ha vuelto a insistir en que lo principal de la Amoris laetitia no es la casuística del “se puede o no se puede”, sino el capítulo cuarto, la espiritualidad de la vida corriente de la familia. “En la Amoris laetitia no se esconden los problemas de la preparación al matrimonio”. “Podemos decir que hoy día se necesita un catecumenado para el matrimonio, como hay un catecumenado para el bautismo. Prepararse, ayudar a prepararse para el matrimonio”.

“El pasado siglo todo el mundo se escandalizó por lo que hacían los nazis para preservar la pureza de la raza. Hoy hacemos lo mismo, pero con guante blanco”

“Hoy vemos que tantas veces se pretende comenzar una familia y casarse como si fuera una lotería. ‘Vamos. Si funciona, adelante. Si no marcha, lo cancelamos y comenzamos otra cosa’. Esta superficialidad sobre el don más grande que Dios ha dado a la humanidad: la familia”. “El propio Jesús cuando habla del matrimonio dice: ‘El hombre dejará al padre y a la madre y será una sola carne con su mujer”. Porque son imagen y semejanza de Dios. La familia es icono de Dios. (…) El hombre y la mujer son imagen de Dios. Esto es grande, es sagrado”.

Familia solo hay una

Luego el Papa ha aludido a que hoy se habla de “diversos tipos de familia. Sí, es verdad que la palabra ‘familia’ es analógica, porque se habla de la ‘familia’ de las estrellas, de los árboles, de los animales… Pero la familia humana como imagen de Dios, hombre y mujer, es solo una. Puede ser que un hombre y una mujer no sean creyentes; pero si se aman y se unen en matrimonio, son imagen y semejanza de Dios, aunque no crean. Es un misterio. San Pablo lo llama ‘misterio grande’, ‘sacramento grande’”.

“La familia humana como imagen de Dios, hombre y mujer, es solo una”

Francisco ha mencionado el caso de dos esposos, que no tenían hijos, después de diez años de casados. “Es delicado hablar de esto, porque a veces  se desean los hijos, pero no vienen. Después supe que estas personas no querían hijos. Pero tenían en casa tres perros, dos gatos. Está bien tener un perro, un gato… Pero cuando a veces te dicen: ‘Sí, pero todavía no queremos tener hijos porque tenemos que comprar una casa en el campo, hacer viajes…’ Los hijos son el don más grande”.

El Papa ha recordado que a los hijos hay que acogerlos tal como vengan, como Dios lo permite. “Me han dicho que está de moda –o al menos es habitual– en los primeros meses del embarazo hacer ciertas pruebas para ver si el bebé está sano o si viene con algún problema… En tal caso, la primera propuesta es: ¿Lo desechamos? El homicidio de los niños. Y por llevar una vida tranquila, se elimina a un inocente”.

Ante la eliminación de los bebés con malformaciones, el Papa se ha arriesgado a hacer una comparación con la eugenesia: “Lo digo con dolor. El pasado siglo todo el mundo se escandalizó por lo que hacían los nazis para preservar la pureza de la raza. Hoy hacemos lo mismo, pero con guante blanco”.

“Hoy día se necesita un catecumenado para el matrimonio, como hay un catecumenado para el bautismo”

Para terminar, el Papa ha hablado de los mayores de la familia, los abuelos. “He hablado de los niños como tesoro de la familia. Pero hay otro tesoro en la familia: los abuelos. Por favor, ¡cuidad a los abuelos! (…) No los alejéis de la familia, porque son fastidiosos, porque repiten las mismas cosas. Amad a los abuelos, y que ellos hablen con los niños”.

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