Entre las diferencias doctrinales y la falta de sintonía personal

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Si en algo coinciden las interpretaciones de quienes celebran o lamentan la sustitución del cardenal Gerhard Müller al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), es que se trata del relevo de un hombre poco en sintonía con el Papa Francisco en temas sensibles. Pero el hecho de que su sustituto sea Luis Francisco Ladaria, hasta ahora secretario de la Congregación, y que por lo que se sabe comparte básicamente las ideas de Müller, atempera la interpretación de un cambio drástico y sugiere que otros factores pueden haber influido en la decisión del Papa.

(Actualizado el 4-07-2017)

Los vaticanistas están de acuerdo en que la sustitución del prefecto de la CDF al acabar su primer periodo de cinco años, es algo insólito. No puede decirse que sea un cese, pues el nombramiento es para un periodo que legalmente ha terminado. Pero hasta ahora los prefectos de la llamada “Suprema” duraban bastante más tiempo. Ratzinger estuvo 24 años, y el que menos de tiempos recientes, William Levada, duró 7. Müller habrá sido el más breve desde el Vaticano II.

Según los vaticanistas, Ladaria no responde a la idea de un liberal y siempre ha sido encuadrado en el ala conservadora de los jesuitas

Pero también hay que valorar que Müller, de 69 años, había sido nombrado por Benedicto XVI en 2012, no por el Papa actual, aunque Francisco le confirmó y le elevó al cardenalato en 2014 en el primer grupo de cardenales elegidos por el nuevo pontífice.

Motivos doctrinales

El prefecto de la CDF es responsable de la correcta interpretación de la doctrina católica y de la teología; y su departamento es también el organismo más alto encargado de los procesos canónicos de los clérigos acusados de abusos sexuales de menores. Así que quienes buscan motivos doctrinales y pastorales para el cambio de jefe, apuntan en estas dos direcciones.

Los comentaristas liberales, como Joshua McElwee en National Catholic Reporter, señalan sobre todo la actitud de Müller ante la aplicación de la exhortación Amoris laetitia (AL), acerca del discernimiento pastoral ante la comunión de los divorciados vueltos a casar. Para ellos, el apartamiento de Müller quita de en medio a un hombre que obstaculizaba doctrinalmente una aplicación “abierta” del documento.

Pero, como hacer notar el vaticanista de Crux John Allen, aunque es indudable que Müller se inclinaba por una interpretación más restrictiva de la AL, no puede decirse que tuviera una visión totalmente contraria. El periodista norteamericano recuerda que, en el segundo Sínodo de la Familia, en el círculo de obispos de habla alemana del que formaba parte Müller, las recomendaciones se aprobaron por unanimidad. Pero al mismo tiempo hay que señalar que, antes del segundo Sínodo, Müller fue uno de los autores de un libro sobre la familia en el que participaron tres de los cuatro cardenales que más tarde expondrían públicamente sus famosas “dudas” sobre la doctrina de la AL.

El haber nombrado como sustituto a un hombre que ha colaborado con Müller, indicaría que el problema no son las ideas sino la persona

También es sabido que Müller había tratado de mediar entre el Papa y los cuatro cardenales. Después de que estos dieran a conocer su carta, Müller dijo el pasado enero que la doctrina “era muy clara” y que los cardenales no deberían cuestionar al Papa públicamente. Pero también había declarado el pasado mayo a la EWTN que no era posible dar la comunión a los divorciados vueltos a casar, si no se comprometían a abstenerse de relaciones sexuales con su nueva pareja.

En cualquier caso, Müller ha querido subrayar que su sustitución no tiene que ver con un conflicto entre el Papa y él.  El mismo día en que el Papa le comunicó su decisión, Müller viajó a Mainz para una reunión con antiguos alumnos de su escuela secundaria. Allí, en unas breves declaraciones al diario Allgemeine Zeitung, aseguró que “no hay discrepancias entre el Papa y yo”, tampoco en lo que se refiere a la Amoris laetitia. Aunque no estuvieran de acuerdo en todos los aspectos del documento, Müller insistió en que no había ningún conflicto.

Dijo que el Papa le había manifestado su intención de que a partir de ahora los jefes de dicasterio no fueran automáticamente renovados a los cinco años, con lo que Müller sería solo el primer caso de una nueva política.

Abusos de menores

Otros críticos de Müller relacionan también su sustitución con una insuficiente respuesta de la Congregación en el tema de los abusos sexuales a menores. Se ha vuelto a recordar ahora la dimisión el pasado marzo de la irlandesa Marie Collins, una víctima que participaba en la Comisión antiabusos vaticana. Ella atribuyó su gesto a las resistencias que habría encontrado el trabajo de la Comisión, trabajo que era considerado por algunos como una “interferencia”. Como ejemplo, mencionó que la CDF no respondía directamente las cartas de las víctimas, sino que las remitía a los obispos locales.

Para aclarar estos puntos, el cardenal Müller concedió una entrevista al Corriere della Sera en la que decía que “se debería acabar con el cliché de que por un lado está el Papa que quiere la reforma y de otra un grupo de resistentes que querrían bloquearla”. En el caso concreto mencionado por Collins, Müller aclaraba que “la competencia de la Comisión [antiabusos] es muy distinta de la de la Congregación. Esta última se ocupa de los procesos canónicos a los clérigos acusados de los delitos más graves”. El fin es diferente, pero aseguraba que “en estos últimos años ha habido un contacto permanente”.

Otras explicaciones prefieren centrarse en una falta de sintonía personal entre el Papa y Müller. El hecho de haber nombrado como sustituto a Ladaria, un hombre que ha colaborado con Müller, indicaría que el problema no son las ideas sino la persona. Después de todo, el Papa puede tener sus motivos personales para preferir rodearse de uno u otro colaborador.

Müller se inclinaba por una interpretación más restrictiva de la “Amoris laetitia”, pero no puede decirse que tuviera una visión totalmente contraria

Andrea Tornielli, de Vatican Insider, dice que “en particular puede haber influido el exceso de exposición mediática de Müller: sus tomas de postura personales a menudo han parecido más las de un experto que las de un jefe de dicasterio al servicio del Papa, a pesar de sus repetidas invitaciones a ‘dialogar’ sobre todo con los documentos y las actas de la Congregación. Intervenciones que sonaban casi siempre como una toma de distancia del Pontífice”.

Según este vaticanista, Müller habría rechazado la oferta de otro encargo, prefiriendo retirarse.

El nuevo prefecto

Como sucesor de Müller, llega de forma casi natural su segundo, el arzobispo Mons. Luis Francisco Ladaria, jesuita español, que había sido nombrado secretario de la Congregación por Benedicto XVI en 2008.

Ladaria, de 73 años, ingresó en la Compañía de Jesús en 1966, y fue ordenado sacerdote en 1973. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid y doctor en Teología por la Gregoriana. Fue profesor de Teología Dogmática en la Universidad de Comillas en Madrid y luego en la Gregoriana de Roma, de la que fue vicerrector de 1986 a 1994. Fue miembro de la Comisión Teológica Internacional (organismo consultivo de la Santa Sede), consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe desde 1995 y su secretario desde 2008.

Según Andrea Tornielli, Ladaria “no puede ser ciertamente calificado como un progresista”; para John Allen, no responde a la idea de un “encendido liberal” y “siempre ha sido encuadrado en el ala conservadora de los jesuitas”.

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