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El Papa en Sicilia hace una fuerte condena de la mafia

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La presencia de Juan Pablo Il en cinco ciudade de la parte centro-occidental de Sicilia, zona de alta densidad mafiosa, provocó una fuerte impresión en la opinión pública italiana, tanto por las durísimas condenas que dedicó a la mafia, como por su mensaje de esperanza.

La extraordinaria acogida dispensada a las palabras del Papa no se debió a que ofreciera soluciones espectaculares al problema de la mafia o a los demás males de la isla, sino más bien a que dijo con sinceridad que el remedio es difícil, pero posible. Se hizo portador de «un mensaje de esperanza que no se apoya en un optimismo ingenuo, sino en la fuerza de la fe».

El Papa señaló que el problema de la mafia sólo se soluciona con un cambio moral de las personas, que debe traducirse también en «una dimensión comunitaria y social». Es necesaria, dijo, una renovación moral para redescubrir la diferencia entre el bien y el mal. Y es que años de «mentalidad mafiosa» han desvirtuado profundamente conceptos como el honor, la familia, la amistad, el deber, que amplios estratos interpretan en clave mafiosa y no en clave cristiana. Es la misma mentalidad que ha llevado a confundir la superstición con la religiosidad.

La visita estuvo precedida de algunas polémicas. Un grupo de intelectuales pidió en una carta abierta que la Iglesia haga más para combatir este fenómeno. Tampoco faltaron las autocríticas, que ponen de relieve la hondura del problema: si la realidad es así, afirmó el párroco de la catedral de Trapani, se debe también a que la Iglesia ha educado en la resignación.

El Papa dijo «no» a la resignación y a la complicidad del silencio. Pidió a los sicilianos «la valentía de la paz», una respuesta «humilde y fuerte, pero no resignada» a los desafíos de la «cultura mafiosa» y del crimen organizado. Y lanzó palabras durísimas contra los mafiosos, la mayoría improvisadas, llegando incluso a invocar sobre ellos el juicio de Dios.

Destinatarios privilegiados de su mensaje de esperanza fueron los jóvenes. El Papa les transmitió un sugestivo llamamiento para que lleven a cabo «una elección neta y sin compromisos» por Cristo. «El cristiano se hace, no nace», les recordó. De esta forma surgirá «una generación capaz de cambiar de verdad la sociedad, arrancando de raíz los males y las injusticias que la corrompen». La única solución posible, afirmaron los comentaristas, pues la verdadera raíz es cultural: los soldados y la policía cortan la hierba, pero la raíz queda.

Juan Pablo II quiso demostrar también que Sicilia no es sólo tierra de mafia. De ahí que uno de sus primeros encuentros fuera con ciento cincuenta representantes de la comunidad científica internacional, entre ellos varios premios Nobel, reunidos en el Centro «Ettore Majorana», de la ciudad de Erice, con quienes trató de las relaciones entre ciencia y fe.

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