El Papa debe continuar

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Patrick Snyder, profesor en la Facultad de Teología, Ética y Filosofía de la Universidad de Sherbrooke (Canadá), se pregunta en La Presse (Montreal, 21 mayo 2002) si Juan Pablo II debería dimitir por razón de su edad avanzada.

«Pienso que no. El célebre aforismo de Marshall McLuhan, ‘el medio es el mensaje’, permite ilustrar nuestro punto de vista. Como subraya con razón el Papa Wojtyla, ‘el envejecimiento de la población mundial será uno de los fenómenos más significativos del siglo XXI’. ¡Es un hecho innegable! Y ante este gran reto para la sociedad civil y la Iglesia, el Papa despliega desde hace años un mensaje que incide con fuerza sobre la condición de las personas mayores».

El profesor canadiense recuerda cómo Wojtyla, «que siente en su carne la condición de los mayores, a menudo enfermos y dolientes, critica las incomprensiones de una sociedad egoísta. Fustiga con insistencia ‘un modelo social dominado por la economía y el lucro, que tiende a penalizar a las capas no productivas, valorando a las personas más por su utilidad que por ellas mismas’. Condena el individualismo exasperado que se manifiesta en la soledad de las personas mayores. Utiliza su imagen de ‘anciano’ para subrayar, en una cultura que considera dominada por la ‘refinada imagen de la eterna juventud’, que la vida tiene un final y que, ante la angustia de la muerte, es preciso ‘tomar como referencia valores no efímeros ni superficiales, sino sólidos y profundos’.

«El Santo Padre vuelve una y otra vez a las grandes líneas del documento del Consejo Pontificio para los Laicos sobre la ‘Dignidad y misión de las personas mayores en la Iglesia y en el mundo’. Recuerda constantemente el respeto que merecen. Como miembros de la sociedad y de la Iglesia, debemos preservar su dignidad y su papel específico. Les invita a no quedarse en una ‘soledad comparable a una muerte social’».

Dentro de la batalla por la cultura de la vida y la solidaridad entre las generaciones, explica Snyder que el Papa invita a los mayores «a compartir sus experiencias, sus conocimientos y su sabiduría, especialmente en una relación privilegiada con los más jóvenes. Por supuesto que hará todo lo posible para estar presente en julio próximo en la Jornada Mundial de la Juventud, en Toronto, a fin de ‘sostener a los jóvenes en el momento en que se abren al futuro y buscan su camino’».

Al final de su artículo, Patrick Snyder expone que «Juan Pablo II es, como subraya él mismo, un ‘sacerdote anciano’ que vive ante la mirada de todos y que, a pesar de sus limitaciones físicas, conserva el aprecio por la vida. ‘¡Qué bueno es poder gastarse hasta el final por la causa del Reino de Dios!’ (…) Aducir argumentos como su imagen externa de hombre frágil y enfermo o su supuesta dificultad para gobernar la Iglesia es, a nuestro juicio, no comprender el sentido, el alcance y la profundidad de un contundente testimonio. Muestra cómo la perseverancia enraizada en una opción radical por Cristo supera la finitud humana y hace ver la grandeza del ser. Este hombre que ha roto tantos tópicos no deja de poner en primer plano el valor central de toda persona humana».

En definitiva, «el Papa Juan Pablo II, con el simple hecho de exponer a la luz pública su envejecimiento, hace una crítica frontal de los valores que rigen nuestra sociedad».

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