El derecho a difundir las propias creencias

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Nick Howard, hijo del ex ministro británico de Interior Michael Howard, ha sido acusado de «nazismo espiritual» por un rabino de Oxford, con motivo de las reuniones que celebra con estudiantes judíos para hablarles de Jesucristo. El estudiante responde a las críticas en un artículo de The Daily Telegraph (20-II-98).

Las declaraciones del rabino Shmuley Boteach son espeluznantes. Es muy grave que te comparen con los nazis, que destrozaron las tiendas de los judíos en Berlín durante la Kristallnacht, que extrajeron el oro de los dientes de sus víctimas y que intentaron exterminar hasta el último componente de esa antigua raza.

Me pregunto por qué yo, un estudiante universitario de St. Catherine’s, he sido públicamente condenado de esta manera. El origen del incidente está en que no tengo incoveniente en afirmar que Jesús es el Mesías. Aunque tengo ascendencia judía [su padre es judío], me convertí en un judío que cree en Jesús mucho antes de llegar a Oxford. El rabino Boteach ha basado sus argumentos en mis esfuerzos para convencer a estudiantes judíos de que el cristianismo es la plenitud del judaísmo y en la manifestación pública de mis creencias.

Según Boteach, el «nazismo espiritual» es la creencia de profesar una «fe superior a las demás». Es cierto que la asociación a la que pertenezco, Christian Union, organizó un almuerzo seguido de una charla titulada ¿Es Jesús el Mesías?, y que invitamos a estudiantes judíos. Pero no hubo lovebombing -manipulación deliberada de las emociones de los asistentes a través de manifestaciones de afecto-, como se ha alegado. La única deferencia con los asistentes fue encargar comida khoser: hubiera sido muy torpe por nuestra parte invitar a unos amigos a un almuerzo que no pudieran probar.

El fin de la reunión era, como las que organizamos para auditorios diferentes, difundir las palabras de Jesucristo como Señor del mundo, y no apuntar a «objetivos» concretos para que se conviertan. La decisión de aceptar o rechazar las enseñanzas de Jesús es personal y libre. Por tanto, alegar que han existido métodos solapados, como el love-bombing, diseñados para influir en esa decisión es tan absurdo como ofensivo.

(…) Sin embargo, Boteach todavía podría argumentar que es erróneo impartir una sesión que implica que los judíos que no creen en Jesús están equivocados y deben reconsiderar su postura. Podría seguir diciendo que soy un «nazi espiritual».

Por eso, me gustaría recordar que Jesús es una figura histórica, cuyas enseñanzas fueron recogidas por testigos. Él mismo sostuvo en muchas ocasiones que era el Mesías judío, el prometido por las Escrituras para salvar a la humanidad.

(…) Si Jesús no dio plenitud a la ley judaica y no cumplió las profecías, la religión cristiana estaría basada en las enseñanzas de un mentiroso. Y si Boteach y otros pretenden evitar nuestras reuniones, ¿no están tratando de demostrar que el cristianimo es falso: en otras palabras, que el judaísmo es cierto, el cristianismo inexacto, y que por lo tanto «una fe es superior a la otra»? (…)

Hay otro punto que afecta a nuestra libertad y a nuestros deseos de explicar a los demás nuestras creencias. Si no estamos preparados para discernir entre la verdad y la falsedad y no tratamos de persuadir a quienes se equivocan, ¿cómo podremos plantar cara a cualquier futuro nazismo? ¿Sobre qué base podremos argumentar contra sus manifestaciones? Debemos defender lo que creemos, con humildad y respeto, si queremos protegernos de la futura dominación de hombres como Hitler. Esto no es «nazismo espiritual», al revés: es amor al prójimo.

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