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Descubrimientos de los obispos

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La reforma de las estructuras en la Iglesia y en la sociedad acaparó buena parte de la acción pastoral en los últimos tiempos. Pero ahora los obispos descubren que lo que atrae a las nuevas generaciones es la oración y el apostolado directo. Así lo advierte a propósito de la situación francesa el arzobispo de Burdeos, cardenal Pierre Eyt, en Le Monde (3-XI-95).

La crisis en que nos encontramos -y que afecta a la vida económica, social o familiar- es una crisis de fondo. Sólo la superaremos desde dentro de las personas, y no de otro modo. Se podrá mejorar todo lo que se quiera el funcionamiento de la sociedad y de la Iglesia. Pero no por eso dejará de existir un malestar. (…)

Estamos en un cambio de generaciones. La generación que llega no está absorta en la evaluación de las estructuras eclesiales y sociales. Lo que la atrae o la mantiene en la Iglesia es de otro orden: el de la oración, los encuentros interpersonales, el apostolado directo, de proximidad. Este atractivo espiritual terminará por tener un impacto social.

Los obispos descubren que lo que se espera de ellos no es tanto que sean los iniciadores de acciones colectivas y de programas, como testigos y guías del descubrimiento de Dios, de Cristo, del hombre. Cada vez somos más los convencidos de que sólo se puede reconstruir la Iglesia desde el interior de nuestra fe. Es desde el interior de las conciencias como se forja una democracia solidaria.

Por otra parte, el cardenal Adrianus Simonis, primado de Holanda, explica en una entrevista en 30 Giorni (Milán, octubre 1995) el resultado de los cambios radicales emprendidos por la Iglesia en Holanda después del Vaticano II.

– En los años exaltantes y dramáticos del postconcilio, Holanda se ha presentado, para bien y para mal, como una especie de «laboratorio eclesial». Las perturbaciones que aparecían en forma embrionaria en su país, explotaban después puntualmente y de modo espectacular en toda la Iglesia. ¿El rostro actual de la Iglesia en Holanda es el futuro que espera a la Iglesia universal?

– Se puede decir que la crítica pública contra el Magisterio y contra la jerarquía, que después se ha difundido en toda la Iglesia, ha comenzado más o menos en Holanda. Se podría establecer como fecha de inicio el concilio pastoral de Noordwijkerhout, en 1968. En aquella época, todo el pueblo católico buscaba profundizar en el Concilio Vaticano II. Una profundización que se hizo de modo bastante crítico. Hay quien sostiene que eso es fruto de nuestro carácter duro y rígido. Creo que el motivo esencial fue también la influencia de la atmósfera «protestante» que se respira en Holanda. Nuestro pueblo es un tercio protestante y un tercio católico. Estoy convencido de que el protestantismo tiene una influencia sobre el pensamiento católico mucho más fuerte de lo que se piensa habitualmente. Este espíritu crítico se ha extendido después -aunque no como consecuencia de la situación de nuestro país- a toda Europa occidental y luego a toda la Iglesia.

– ¿Y hoy?

– La situación de la Iglesia es muy difícil. Nos podemos preguntar si no se está produciendo, en el mundo occidental, una especie de Segunda Reforma. Me refiero a una situación muy similar a la que hirió a la Iglesia en el siglo XVI. Algunos de los espíritus más sensibles lo dicen desde hace tiempo. Y yo mismo lo pienso cada vez más frecuentemente. Hoy, más que nunca, ha llegado el momento de que el catolicismo pruebe a sí mismo su identidad, porque esta Segunda Reforma me parece todavía más peligrosa de la primera.

– ¿Es un fenómeno que parte desde dentro de la Iglesia?

– Sí. Cala en la Iglesia con profundidad. En realidad, es justo que exista siempre en la Iglesia una tendencia a la reforma, porque la nuestra es una Iglesia semper reformanda. Pero esta Segunda Reforma tiene un objetivo distinto. Para algunos, y quizás no son pocos, el objetivo parece ser el de construir una Iglesia en la que cada uno pueda determinar la propia fe y la propia moral.

– ¿Qué tiene de particular la crisis que corre el riesgo de propagarse hoy dentro del catolicismo?

– Mi preocupación más grande nace del hecho de que se pone en duda la fe en un Dios personal. (…) Temo que tantos fieles, tantos católicos, incluso practicantes, se hayan convertido inconscientemente en «deístas». Creen ciertamente que existe «Algo», pero no creen que exista un Dios personal, concreto, vivo, al que podemos encontrar hoy, como sucedió a los apóstoles hace dos mil años (…).

Para tantos que se dicen católicos, Jesucristo se ha convertido en un hombre más o menos especial, al que se debe respeto y admiración, pero sólo un hombre. De su persona se ha «censurado» el aspecto divino. Asistimos a la fuga hacia una idea más o menos abstracta de Dios, que coincide en muchos aspectos con las divinidades orientales. Se está perdiendo la certeza en un Dios personal.

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