Debilidades del avance protestante en Latinoamérica

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Algunas confesiones protestantes evangélicas, sobre todo la pentecostal, han conocido en los últimos años una expansión espectacular en los países tradicionalmente católicos de América Latina. Sin embargo, señala Pedro C. Moreno en First Things (junio/julio 1997), las propias tendencias doctrinales del evangelismo pentecostal hacen dudar de que este avance sea sólido. El autor, abogado boliviano, pentecostal de religión, es coordinador internacional del Rutherford Institute (EE.UU.), organización dedicada a cuestiones de libertad religiosa.

(…) Las posibilidades del pentecostalismo de contribuir al cambio social resultan obstaculizadas por los propios pentecostales latinoamericanos por tres motivos: la excesiva separación entre lo religioso y lo secular, el rechazo innecesario de la razón en favor del sentimiento y la exagerada insistencia en la «llamada al ministerio» y en el fin del mundo.

La idea pietista que separa religión y mundo (…) ha creado en Latinoamérica lo que yo, un pentecostal, no puedo menos de llamar «paranoia religiosa». Con este término aludo a que los pentecostales sólo dan verdadera importancia a las cuestiones «religiosas», en detrimento de todos los demás aspectos de la vida. Así, la Iglesia prevalece sobre la familia, el trabajo o la vida social. Muchos piensan, por ejemplo, que sólo realizan «actividades espirituales» cuando leen la Biblia, van a la iglesia o rezan. (…)

La tendencia pentecostal a despreciar o al menos rebajar los estudios o la profesión y el valor del trabajo ha producido una atrofia de la Iglesia, que no se desarrolla más allá de las actividades eclesiásticas. Ha ido en perjuicio también de otros aspectos de la vida, como la educación, los negocios y, especialmente, la política (que se suele considerar el reino de Satán).

Quizá por reacción a los excesos del racionalismo secular, que se apoya fundamentalmente en la razón y desprecia la Escritura, los pentecostales desconfían de la razón, los intelectuales, las doctrinas y las ideologías. Pero apoyarse sólo en el sentimiento no es la respuesta adecuada. La insistencia en que la fe cura enfermedades y en que se puede alcanzar la prosperidad mediante la oración ha llevado a muchos pentecostales a creer que lo «milagroso» es la regla y lo «natural» es secundario. Cuando todo defecto de carácter y todo pecado se atribuye a demonios de los que uno necesita ser «liberado», se desvanece el sentido de responsabilidad personal. Este tipo de sentimentalismo raya en la pura superstición cuando se emplea como sustituto no ya del racionalismo secular, sino de la racionalidad misma.

Hace algunos meses, en Bolivia, un misionero pentecostal se sorprendió cuando le pregunté por qué el plan de estudios de su nuevo Centro de Formación de Ministros no incluía cursos de historia de la Iglesia. «Nosotros formamos a cristianos para evangelizar a la gente de hoy -respondió-. No necesitamos estudiar historia de la Iglesia». En su fervor anti-racionalista, el pentecostalismo ha abandonado todo empeño intelectual junto con el estudio de la teología sistemática y de la historia de la Iglesia, e incluso ha llegado a poner la Biblia en segundo plano, detrás de la «experiencia y la unción del Espíritu Santo». No es raro oír en los círculos pentecostales de Latinoamérica frases como: «No importa que no conozcas bien la Biblia; lo importante es ser llenado por el Espíritu Santo y ser guiado por Él». También es común la aceptación indiscriminada de «revelaciones» y de profecías extra-bíblicas.

La predicación pentecostal se centra, como debe ser, en el anuncio de la salvación por medio de Jesucristo. Pero, aunque la salvación es el mensaje fundamental del cristianismo, puede crear una mentalidad escapista si no se la complementa con la conciencia de nuestras responsabilidades en este mundo. La insistencia en la salvación, acompañada por la creencia de que la Parusía es inminente, ha hecho que muchos pentecostales hayan adoptado una visión a corto plazo de la vida. ¿Por qué molestarse en intervenir en política o economía, o interesarse por la ingeniería? (…)

Un pastor pentecostal, al saber de mi trabajo como jurista en favor de la libertad religiosa y de la vida humana, me dijo: «Eso está bien; espero que algún día Dios le llame a su servicio». (…) Es cierto que la insistencia en el fin del mundo ha dado al evangelismo un sentido de urgencia, que al menos en parte explica el rápido crecimiento del pentecostalismo en América Latina, sobre todo cuando se une con el alivio que proporciona a los pobres y marginados en medio de condiciones económicas tremendas. Pero esta insistencia continua en el fin del mundo puede también minar la disposición de los creyentes a trabajar para mejorar su situación, e incluso alimentar sentimientos de venganza ante las injusticias de este mundo.

Para complicar más las cosas, el mensaje que constantemente se difunde desde los púlpitos subraya la importancia de ser «llamado» por Dios a la «dedicación exclusiva al ministerio». Los únicos que realmente trabajan para Dios y le complacen son los evangelistas, pastores, maestros, profetas y apóstoles. Los que no son ministros -como carpinteros, amas de casa, médicos o políticos-, cuando se hacen pentecostales, corren peligro de ser ciudadanos de segunda categoría en el Reino de Dios. Como no están a la altura de lo que Dios quiere de ellos, su única esperanza es llegar a ser ministros algún día. Entretanto, si quieren redimir, al menos en parte, sus aptitudes u ocupaciones profesionales, han de usarlas «como instrumentos» del evangelismo. Estudios, profesión y negocios son buenos sólo en la medida en que permiten predicar el Evangelio en los ámbitos seculares.

(…) Los líderes del pentecostalismo latinoamericano tienen buenas intenciones, mucho celo por Dios y pasión por evangelizar. Sin embargo, deben considerar cuidadosamente que tal vez estén contribuyendo a educar una generación de estudiantes y profesionales frustrados y mediocres. (…)

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