Concluye el Sínodo de los Obispos para América

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«Comunión y solidaridad» podrían ser las dos palabras que resuman el sentido de la asamblea especial para América del Sínodo de los Obispos, que se ha celebrado en el Vaticano desde el 16 de noviembre hasta el 12 de diciembre, con la participación de 233 padres sinodales.

Es la primera vez que se reúnen en el sínodo representantes de toda América. Esta reunión supone la puesta en práctica del programa contenido en la encíclica Tertio millenio adveniente, para la preparación del Gran Jubileo del año 2000: la celebración de reuniones de los obispos por áreas geográficas. Ya está en avanzada preparación el Sínodo de Asia y le seguirá el de Europa (el africano fue el precursor, pues se había celebrado pocos meses antes de esta convocatoria).

Los participantes en el sínodo americano presentaron al Papa un elenco de 76 propuestas, que no son públicas por ahora. Además, la asamblea sinodal presentó un mensaje que trata de las alegrías, las preocupaciones y los desafíos de la Iglesia en América, y concluye con un acto de esperanza en Jesucristo.

Monseñor Paul J. Cordes, presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», manifestó en el curso de una rueda de prensa que los aspectos de «comunión» y «solidaridad» han sido las características más destacadas por los participantes. «Comunión», entendida como don del Espíritu Santo, unidad entre los obispos entre sí y con el Papa. Y la «solidaridad», un término de la doctrina social de la Iglesia que indica el compromiso caritativo con los más necesitados, que es una de las consecuencias concretas de esa comunión.

El cardenal Jean-Claude Turcotte, arzobispo de Montreal, dijo que a veces se cree que los cambios provienen de las instituciones, pero en realidad no se puede hacer nada si no cambia el corazón de los hombres. «El encuentro con Cristo, que no es una filosofía, sino una persona viva, no puede dejar a los católicos indiferentes, les tiene que llevar a transformar la realidad. Mucha gente cree que la ayuda a los pobres es un fenómeno sociológico, pero no habrá auténtica ayuda si no somos cristianos auténticos».

Por su parte, Mons. Darío Castrillón Hoyos, pro prefecto de la Congregación para el Clero y uno de los presidentes delegados del sínodo, subrayó también el «descubrimiento de una única América, ‘patria grande’ para todos, con problemas y riquezas comunes. Y con valores que se pueden intercambiar para hacer más incisiva la evangelización». A este propósito, una de las conclusiones del sínodo es la de procurar reforzar la coordinación entre las diócesis y las diferentes conferencias episcopales, sin necesidad de crear ninguna «superestructura».

En el discurso final, el Papa subrayó que, como es habitual, tendrá en cuenta esas propuestas en la redacción de la Exhortación apostólica, el documento conclusivo, que ofrecerá dentro de unos meses a los católicos de toda América.

Juan Pablo II aludió también al deseo, expresado por los participantes en el sínodo, de que esa Exhortación la firmara, Dios mediante, en la basílica de Guadalupe, durante un viaje a América, que algunos desean que pueda realizarse en diciembre de 1998.

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