Cardenal Zen: «El Papa es quien nombra a los obispos»

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La Asociación Patriótica, la organización creada por el régimen para suplantar a la Iglesia, pierde el tiempo con sus maquinaciones: «En China hay sólo una Iglesia católica, y todos quieren ser guiados por el Papa», escribe en un comunicado el cardenal arzobispo de Hong Kong, Mons. Joseph Zen. Según él, ciertos funcionarios «han obligado a dos sacerdotes a aceptar la consagración episcopal sin la aprobación de la Santa Sede», una práctica de la que hay numerosos antecedentes.

Una nota publicada el 8 de mayo por el cardenal Joseph Zen sale al paso de unas recientes declaraciones del portavoz de la Oficina de Asuntos Religiosos china, en las que defendía «la auto-elección y la auto-consagración» de los obispos chinos. Una Iglesia así, dice Zen, no puede llamarse «católica», porque «en la Iglesia católica los obispos son nombrados por el Papa».

El nombramiento de dos obispos ilegítimos ha tensado las relaciones entre la Santa Sede y China, precisamente en un momento que permitía presagiar negociaciones para la apertura de relaciones diplomáticas (ver Aceprensa 53/06). La Oficina de Asuntos Religiosos ha querido quitar hierro al asunto, dado que esa práctica «es continua desde hace más de 50 años».

Zen, que ha vivido muy de cerca los avatares de la Iglesia en el continente, responde que los obispos ilegítimos ordenados tras la ruptura con Roma «conocían su situación, y su corazón no estaba realmente en paz». Las cosas comenzaron a cambiar a finales de los años setenta, cuando «se fueron haciendo más fáciles los contactos con el extranjero», y aquellos obispos, «a través de algunas personas, confiaron su petición de ‘perdón y reconocimiento’ a la Santa Sede». La recomendación de los Papas, que aceptaron «muchas de estas peticiones», fue que dieran noticia de la reconciliación «a los sacerdotes y a los fieles laicos», pero «sin ponerse en oposición directa con las instituciones del Gobierno».

Muchos sacerdotes «elegidos» obispos por el régimen han tenido la valentía de rehusar el nombramiento. Otros no tuvieron más remedio que aceptar, como ocurrió en 2000, «cuando había doce candidatos y sólo se presentaron cinco», que «fueron a la ordenación con los ojos llenos de lágrimas». Según el Card. Zen, «aquellos que fueron obligados a ser ordenados obispos de forma ilegítima no se enfrentan a una situación fácil: los sacerdotes rechazan en general concelebrar con ellos; los fieles no quieren participar en sus misas». De todo ello deduce el cardenal un mensaje muy claro: «En China hay sólo una Iglesia católica, y todos quieren ser guiados por el Papa».

Los obispos en comunión con la Santa Sede se enfrentan también a «muchas dificultades. El Gobierno no les permite hacer pública la aprobación, y están obligados a emplear en las celebraciones la fórmula ‘aprobado por el Consejo de los obispos chinos’… Sólo fuera de la ordenación, se hace saber a los sacerdotes que el candidato ha sido confirmado y aprobado por la Santa Sede (todos los chinos conocen este tipo de disimulo)».

En los últimos dos años, China y la Santa Sede llegaron al acuerdo tácito según el cual los candidatos al episcopado eran designados por la Santa Sede, aunque luego fueran elegidos en apariencia por la Asociación Patriótica. Así ocurrió el año pasado con los obispos de Shanghai y de Xian. Pero «de este modo -dice Zen-, era imposible para la Asociación Patriótica y la Oficina de Asuntos Religiosos alcanzar sus intereses».

Ése es el motivo por el cual «la Asociación Patriótica y la Oficina de Asuntos Religiosos han obligado a dos sacerdotes a aceptar la consagración episcopal sin la aprobación de la Santa Sede».

Pero al margen de las malas noticias son innegables ciertos avances en los últimos años. «Un acuerdo es nuestra esperanza de hoy», asegura el cardenal. «Esperamos que en las conversaciones entre China y el Vaticano se pueda hallar un acuerdo aceptable para las dos partes».

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