Análisis y prospectiva de Juan Pablo II sobre el nuevo milenio

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Más de 800 medios de comunicación de todo el mundo estuvieron representados por los 3.700 periodistas que asistieron a la XVII Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Toronto, a finales de julio pasado. Más de 800.000 jóvenes escucharon in situ las palabras de Juan Pablo II, en la reunión más multitudinaria celebrada en América del Norte. Han comenzado a aparecer ediciones que recogen las intervenciones del Papa, como una de la revista Palabra, en España, que incluye una crónica de esos días y aporta datos numéricos sobre el evento, tan solicitados en las redacciones periodísticas.

«El nuevo milenio -dijo Juan Pablo II en la Vigilia de oración del día 27- se abrió con dos panoramas contrastantes: uno, la imagen de los peregrinos que fueron a Roma durante el Gran Jubileo para pasar a través de la Puerta Santa que es Cristo, nuestro Salvador y Redentor; y la otra, el terrible ataque terrorista en Nueva York, una imagen que es una clase de icono de un mundo en el cual la hostilidad y el odio parecen prevalecer. La pregunta que surge es dramática: ¿sobre qué cimientos debemos construir la nueva era de la historia que está emergiendo de las grandes transformaciones del siglo XX? ¿Es insuficiente depender solamente de la revolución tecnológica que ahora está teniendo lugar, que parece responder únicamente a los criterios de productividad y eficiencia, sin referencia alguna a la dimensión espiritual del individuo o a valores éticos compartidos universalmente? ¿Es correcto contentarse con respuesta provisorias para las preguntas fundamentales, y abandonar la vida a los impulsos de los instintos, a sensaciones efímeras o a modas pasajeras? La pregunta no desaparecerá: ¿sobre qué cimientos, sobre qué certezas deberíamos construir nuestras vidas y la vida de la comunidad a la que pertenecemos?».

La respuesta del Pontífice a estos interrogantes incluyó un impresionante testimonio personal, la reflexión de un anciano en días, sufrimientos y batallas: «Vosotros sois jóvenes, y el Papa es anciano y está un poco cansado… [gritos de los jóvenes que corean «Pope is young»] pero el Papa todavía se identifica con vuestras esperanzas y aspiraciones. Aunque he vivido a través de mucha oscuridad, bajo crueles regímenes totalitarios, he visto bastante para estar totalmente convencido de que ninguna dificultad, ningún temor es tan grande como para sofocar por completo la esperanza que mana eterna del corazón de los jóvenes. ¡No dejéis que esa esperanza muera! ¡Apostad vuestras vidas a eso! No somos la suma de nuestras debilidades y fallos; somos la suma del amor del Padre por nosotros y nuestra capacidad real de convertirnos en imagen de su Hijo».

El pasado 5 de septiembre, Juan Pablo II aprovechó la presentación de credenciales del nuevo embajador de Eslovenia ante la Santa Sede para recordar la necesidad de «reaccionar contra cualquier intento de excluir de la construcción de la nueva Europa la aportación del Cristianismo, porque ello restaría importantes energías al proceso de fundación ético-cultural de la convivencia civil en el Continente». En línea con esta advertencia, en Toronto, Juan Pablo II reivindicó la centralidad de la figura de Cristo, «luz de las naciones, que murió y resucitó para devolver la esperanza de la eternidad a quienes viajan por el tiempo. Nada humano es herido por el Evangelio. Comunicad a todas las personas la belleza del encuentro con Dios que da sentido a vuestra vida». «El siglo XX -dijo el Papa en otro momento- a menudo trató de prescindir de esa piedra angular [Cristo], y trató de construir la ciudad humana sin referencia a Dios. ¡En realidad terminó construyendo la ciudad contra el hombre! Los cristianos son conscientes de que no es posible rechazar o ignorar a Dios sin degradar al hombre».

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