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Acuerdo entre católicos y anglicanos sobre la Virgen

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Expertos católicos y anglicanos han llegado a un acuerdo de principio sobre el papel de la Virgen María en la doctrina y en la vida de la Iglesia. Las conclusiones están contenidas en un documento conjunto, «María: Gracia y Esperanza en Cristo», que fue presentado el pasado 16 de mayo en Seattle (EE.UU.). Es fruto del diálogo teológico que tiene lugar en la Comisión Internacional Anglicano-Católica (ARCIC) y ahora deberá ser ratificado por las respectivas jerarquías.

Aunque el texto no es una declaración de las autoridades de las respectivas Iglesias, ha sido interpretado como un importante paso adelante en el diálogo entre ambas confesiones. Y es que los dogmas marianos, y la misma devoción mariana católica, han sido vistos por los anglicanos como elementos de separación, a pesar de que la Virgen haya tenido un lugar importante en la vida y liturgia de la tradición anglicana.

Para muchos anglicanos, los dogmas de la Inmaculada Concepción (1854) y de la Asunción (1950) no están suficientemente apoyados en la Escritura. Como lo que subyace en esa actitud es el recelo ante la autoridad papal, el nuevo documento examina el contenido de esos dogmas desde el punto de vista de la Escritura y la Tradición, y no desde la autoridad que los definió. Se profundiza así en el bagaje común, representado también por los primeros concilios y por los escritos de los Padres de la Iglesia, patrimonio compartido por católicos y anglicanos. De acuerdo con la declaración, «es imposible ser fieles a las Escrituras sin prestar la atención debida a María».

Se ha llegado de este modo a un acuerdo substancial, según el cual el contenido de los dogmas manifiesta lo que dice la Sagrada Escritura y lo que ha creído la Iglesia. Aunque se deja de lado la autoridad, no cabe duda de que si los argumentos contenidos en el documento fueran aceptados por la Comunión anglicana y la Iglesia católica, la futura discusión sobre el primado del Papa se situaría también en un nuevo contexto ecuménico.

Para evitar equívocos, frecuentes en ambientes protestantes, el documento precisa que la devoción mariana no supone oscurecer o disminuir la mediación única de Cristo. «Afirmando juntos sin ambigüedad la mediación única de Cristo, que produce frutos en la vida de la Iglesia, no consideramos la práctica de pedir a María y a los santos que rueguen por nosotros como una división de la comunión. Creemos que no hay razón teológica para la división eclesial en estas materias».

La ARCIC, constituida en 1970, en estos años ya presentó otros cuatro documentos. Consta de 18 miembros, nombrados por el arzobispo de Canterbury de acuerdo con la Oficina de la Comunión Anglicana, y por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Está presidida por Alexander J. Brunett, arzobispo de Seattle, y por Peter Carnley, primado de la Iglesia anglicana en Australia.

El acuerdo supone también la vuelta al diálogo entre católicos y anglicanos, después del paso atrás que supuso la ordenación de un obispo homosexual en el seno de la comunidad anglicana de EE.UU. (episcopalianos). Un escándalo que causó la dimisión del entonces copresidente de la ARCIC, Frank Griswold, primado anglicano de EE.UU., que había apoyado la decisión. Este hecho suscita también interrogantes a propósito de la capacidad de la Comunión anglicana -que agrupa a unos 77 millones de fieles- para mantener la unidad con respecto a las decisiones que suscribe.

La declaración católico-anglicana se produce en un momento en que también en EE.UU. un número creciente de pensadores y pastores protestantes empieza a redescubrir el papel de la Virgen María en la historia de la salvación, según un reciente reportaje en la revista «Time», 21-03-2005 (ver Aceprensa 52/05).

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