Trump en Oriente Medio: idilio saudí, oportunidad para Siria y desplante a Israel

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Discurso de Trump durante el foro de inversión saudí-estadounidense en Riad, Arabia Saudí (13-05-2025) Foto: Saudi Press Agency / dpa, vía Europa Press

Al ritmo de “God Bless the U.S.A.”, la canción de Lee Greenwood, Donald Trump subía al escenario desde el cual iba a dar su discurso en el Foro de Inversión saudí-estadounidense en Riad a mediados de mayo. Visiblemente emocionado, en primera fila, sonreía el príncipe Mohamed Bin Salman viendo al presidente de Estados Unidos tararear el final de la letra. 

Y es que el heredero al trono de Arabia Saudí sabe cómo agasajar a su amigo americano. El discurso de Trump, que comenzó echando flores a su Administración por todo lo que ha conseguido en menos de seis meses, estuvo trufado también de piropos para su anfitrión. “Es un hombre increíble. No hay nadie como él”. Bin Salman se llevaba la mano al pecho e inclinaba la cabeza agradecido.

Cuatro días duró la luna de miel de Trump en Oriente Medio. Porque eso fue, una declaración de amor a una región a la que auguró “una edad dorada” bajo su presidencia. El modelo a seguir, para él, es Arabia Saudí, “el país más guay del mundo”, según dijo en su discurso. No en vano, ha firmado con los saudíes un contrato de 600.000 millones de dólares. Otro tanto se ha firmado en acuerdos con Qatar y Emiratos Árabes, los otros dos países que visitó. Pero la gran sorpresa fue el anuncio del levantamiento de las sanciones económicas a Siria y el encuentro con el líder de este país. También tendió una mano a Irán para un acuerdo nuclear y reiteró el compromiso de EE.UU. de ayudar a los nuevos líderes políticos en el Líbano

Solamente ha habido un desplante por parte del presidente estadounidense y ese ha sido para su, en teoría, aliado más fiel en la región: Israel. Benjamín Netanyahu, el primer ministro israelí, lleva unos meses viendo cómo Trump lo ignora y hace tratos con unos y otros dejándole a él fuera de la ecuación. La preferencia por Bin Salman como aliado y amigo ha quedado patente en todo tipo de gestos y palabras durante este viaje. 

Millones de dólares en acuerdos con los saudíes

Los analistas ven claro que el inquilino de la Casa Blanca se está desmarcando de la política exterior de sus antecesores con respecto a Oriente Medio. Política que criticó en su discurso de manera más o menos explícita. Tras alabar el crecimiento económico y las maravillas de Arabia Saudí y los países del Golfo, apuntó: “Esta gran transformación no ha venido de la mano de intervencionistas occidentales que os dan lecciones sobre cómo vivir o cómo gobernar vuestros asuntos”. Criticó que “los llamados ‘constructores de naciones’ destruyeron muchas más naciones de las que levantaron”, mientras que la gente de la región “ha conseguido un milagro de modernidad a la manera árabe”. 

Nadie duda del éxito de las reformas económicas y sociales en Arabia Saudí, que lo han convertido en un socio comercial imprescindible. En los acuerdos firmados con Trump el pasado 13 de mayo, el reino se comprometió a invertir 600.000 millones de dólares en inteligencia artificial, sanidad y deporte en EE.UU. Sin embargo, un análisis en The Economist puntualiza que, aunque probablemente los saudíes van a invertir en esas áreas porque “encajan con sus planes de desarrollar nuevas industrias y diversificar su economía petrolera”, puede que estén “menos comprometidos con un acuerdo armamentístico valorado en 142.000 millones, casi el doble de su presupuesto de 72.000 millones en defensa, especialmente cuando sus finanzas están sufriendo los bajos precios del petróleo”. 

El levantamiento de las sanciones a Siria permitirá la entrada de dinero de expatriados e inversores internacionales

Trump también manifestó que es “su sueño” que Arabia Saudí se una a los Acuerdos de Abraham, por los que otros países de la región han establecido relaciones diplomáticas con Israel, y que el presidente de EE.UU. considera un gran éxito de política exterior de su anterior mandato y que pretende expandir. Sin embargo, en contra de lo que Israel pudiera desear, Trump no presionó a su socio saudí: “Lo haréis a vuestro tiempo, eso es lo que queréis”. 

“Buena suerte, Siria”

Sin duda, la imagen del viaje de Trump a Oriente Medio es la de su encuentro en Riad con el presidente interino sirio, Ahmed al-Sharaa, a quien calificó como un “joven atractivo y duro”. Ex miembro de la filial siria de la banda terrorista Al Qaeda, al-Sharaa se escindió del grupo en 2017 y fundó Hayat Tahrir al-Sham, la organización islamista que lideró el golpe de Estado que acabó con el régimen de Bashar al Asad el pasado diciembre. Hasta hace poco EE.UU. ofrecía10 millones de dólares por la cabeza de este ex yihadista con el  que Trump posó para las cámaras el día después de anunciar el levantamiento de sanciones a Siria. Esta medida permitirá, entre otras cosas, que el dinero de los expatriados y de los inversores internacionales pueda llegar al país. 

El anuncio del levantamiento de las sanciones económicas a Siria “para darles una oportunidad de grandeza” fue el momento más ovacionado del discurso de Trump en Riad, con toda la sala puesta en pie: “Buena suerte, Siria”, sentenció. La fiesta se extendió a las calles de Damasco y otras ciudades del país, donde miles celebraron esta medida por todo lo alto. Está por ver cómo se concreta este paso y, probablemente, la población local tardará en notarlo en sus bolsillos. Sin embargo, “así como la fragilidad de Siria amenaza la región, la supresión de las sanciones puede cambiar, estabilizar y reordenar todo Oriente Medio”, explica José Vericat en un artículo para el Real Instituto Elcano

EE.UU. ha dejado a Israel al margen de sus negociaciones con Irán, de su acuerdo con los hutíes y del trato con Hamás para la liberación del rehén americano

Aunque la perspectiva económica mejora con esta medida, la ansiada estabilidad social en Siria tras una guerra civil, una dictadura y, ahora, un golpe de estado con un nuevo gobierno, no acaba de llegar. Preocupa principalmente la violencia sectaria, que se ha cebado en matanzas de alauíes y drusos, además del hostigamiento a los cristianos. En este sentido, el fracaso de la unificación de las milicias rebeldes en un ejército nacional supone una grave amenaza en un país todavía muy inestable sobre el que se cierne el fantasma de los conflictos pasados. 

Netanyahu, un paria también para Trump

A pesar de que Netanyahu fue el primer líder internacional en visitar la Casa Blanca en este segundo mandato de Trump, las relaciones entre ambos países parecen haberse enfriado en los últimos meses. Primero fue el anuncio de que Estados Unidos iba a iniciar conversaciones con Irán sobre su programa nuclear. Netanyahu, sentado a la derecha de Trump en el Despacho Oval en ese momento, estaba tan sorprendido como el resto. Esto hace presuponer, sugiere The Economist, que Israel no tiene ni voz ni voto en un asunto con importantes implicaciones para el Estado judío. Después, fue el acuerdo para un alto al fuego con los hutíes de Yemen a cambio de que dejaran de atacar a los barcos americanos en el Mar Rojo. Netanyahu se enteró por la prensa, y el acuerdo no incluía mención alguna a los frecuentes ataques de los hutíes a Israel. 

Pero la puntilla ha sido la liberación de Edan Alexander, un soldado estadounidense-israelí que se encontraba entre los rehenes de Hamás, el pasado 12 de mayo. Netanyahu no fue informado por el gobierno de Trump de las negociaciones directas que se estaban llevando a cabo con Hamás. “Parece probable asumir que Trump aseguró que presionará a Netanyahu para poner fin al bloqueo de Gaza y aceptar una tregua a largo plazo a cambio de la liberación de Alexander”, apunta The Economist. Actualmente continúan las negociaciones en base al plan propuesto por EE.UU. para un alto al fuego de 60 días a cambio del retorno de 10 rehenes vivos. 

Si hay algo que Trump ha defendido en Oriente Medio, tanto en su anterior mandato como en este, ha sido la pacificación de la región y el no intervencionismo. “Seguimos trabajando para acabar con esa guerra lo antes posible”, declaró en referencia a Gaza, a lo que añadió que los gazatíes “merecen un futuro mejor”. También remarcó que, como presidente de EE.UU., “siempre preferiré la paz y la colaboración”. Y es ahí donde, probablemente, hay otra brecha de intereses entre Trump y el primer ministro israelí.

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