Tribus y políticas pluripartidistas

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¿Dónde están los mundos diferentes?

Cada país africano está compuesto de distintas tribus. Su número y población varía en función del tamaño de esos países, aunque hay también países pequeños con más tribus que otros grandes. La gente de una misma tribu habla una lengua común que le es más o menos propia. La proximidad de algunas lenguas muestra su origen común: por ejemplo, los kikuyus, embus y merus de los alrededores del monte Kenya se entienden entre sí sin mucha dificultad. Sus costumbres son muy parecidas, y en muchos casos idénticas para un extraño. Pero para los miembros de esas tribus su distinta identidad tiene una importancia más que académica: la noción de la tribu propia ayuda a unir familias y clanes en torno a un sentido de pertenencia.

Un poco de historia

La división en tribus se encuentra en África desde que la historia recuerda, mientras que los países como tales sólo entraron en escena después de la partición de África en tiempos de las colonias. Cuando se llevó a cabo la partición, no se respetaron las tradicionales fronteras tribales, y las tribus se vieron obligadas a convivir con grupos arbitrarios. Con las fronteras internacionales se dividieron muchas otras tribus. Para los maasai, divididos por la frontera entre Kenya y Tanzania, la vida se complicó aún más cuando sus tradicionales tierras de pastoreo fueron distribuidas entre los colonos blancos. A pesar de haber sido divididos arbitrariamente, el sentimiento de identidad tribal continúa a través de las fronteras.

Antes de la colonización, la mayoría de los africanos tenían sistemas de gobierno en los que un jefe de tribu ejercía su autoridad sobre sus súbditos a través de ministros nombrados por él. Cada tribu estaba confinada en sus fronteras y tenía poca relación con las tribus vecinas, excepto cuando se producían conflictos fronterizos. Tales luchas estaban muy localizadas, y las guerras de gran magnitud eran inusuales; se producían únicamente cuando se daba una combinación peculiar: por un lado, una organización de fuertes tribus y, por otro, un jefe muy ambicioso. El periodo colonial trajo una importante amenaza extranjera que afectaba a todas las tribus. Sólo unos pocos eran capaces de oponer una resistencia consistente, porque los demás no se organizaron suficientemente. Los baganda tenían ventaja sobre sus tribus vecinas a causa de una organización gubernativa más desarrollada, que les dio el poder suficiente para que los británicos les tuvieran en cuenta a la hora de constituir Uganda. En cambio, los kikuyu tenían una poderosa organización en clanes pero pequeña como tribu; sin la organización sofisticada de líderes educados en Occidente, como Kenyatta, su rebelión contra la dominación británica de sus tierras hubiera sido fragmentada sin dificultad.

Organización política importada

Los partidos políticos en África tienden a tener líderes vitalicios, y la tribu del líder suele dominar el partido, como si se tratara de un bien de la tribu. El ex presidente de Uganda, el Dr. Milton Obote, todavía tiene fieles seguidores suyos y de su partido, Uganda People’s Congress (UPC), entre la gente de su propia tribu (langi), distribuida en todo el mundo, aunque el UPC ya no opera en Uganda y se dirige desde el exilio en Zambia. Cuando los líderes son demasiado viejos para gobernar, preparan a gente de su elección para que les sucedan. En todos los casos, el cabeza intentará asegurarse de que le suceda el más fiel a su persona de toda la tribu. Si es así, la lucha entre partidos se convierte en una lucha entre tribus. Y en cada partido hay una lucha por conseguir la protección del líder.

Este ha sido el motivo de que algunos líderes, como el presidente de Kenya, Daniel Arap Moi, se hayan opuesto a los sistemas pluripartidistas. Ellos reclaman que el único camino para mantener el orden y la cohesión en los estados herederos de la organización colonial es el gobierno de partido único. Mientras tanto, cínicos observadores apuntan que estas gentes son, en efecto, líderes vitalicios de sus respectivos partidos, y que ellos mismos confeccionan las reglas para mantenerse en el poder. Solamente la presión internacional de los países donantes ha conseguido que el gobierno de Moi admita el pluripartidismo. La mejor manera de prevenir que el pluripartidismo no se convierta en un conflicto tribal sería dejar que la democracia siga su curso natural. Y sería muy diferente si los cargos políticos estuvieran ocupados en razón de los méritos. Por el momento, las políticas tradicionales de lealtad al grupo se aplican también en la escala de la actividad política donde no tienen mucha salida: la nación tiene dificultades internacionales en aumento.

Fuerzas en conflicto

Educar a todos los miembros de los partidos para que comprendan lo que lleva consigo la democracia sería el primer paso para aniquilar los conceptos erróneos. Pero mucho más urgente es desmantelar las agrupaciones de poder existentes compuestas por personas que no quieren perder la influencia que tienen. Se han hecho muchos intentos para dirigir a la gente desde las lealtades tradicionales hacia un sentimiento de solidaridad nacional. Pero ni la educación básica, ni las ambiciosas campañas publicitarias, ni los medios de comunicación han sido suficientes para vencer el sentimiento de fidelidad tribal que se refuerza día a día de manos de familiares y vecinos. Además, la gente de los pueblos se siente impotente para influir en el comportamiento de las sofisticadas y ricas personas que actualmente gobiernan; para ellos, el poder de las elecciones no es proporcional, y piensan que en algún momento de su desarrollo se corrompe. A menudo, todas las aspiraciones políticas se convierten en desilusión o cinismo, o se les da un interés marginal en el desarrollo diario de la vida.

Por otro lado, hay casos de partidos políticos que llevan mucho camino recorrido hacia la integración de personas de distintas tribus. En los primeros momentos de la independencia de Kenya, Tom Mboya, de la tribu de los luo, trabajó con Jomo Kenyatta, de la tribu kikuyu, para formar la Unión Nacional Africana de Kenya. En la República de Sudáfrica, Nelson Mandela, un xhosa, ha tratado de reunir en el Congreso Nacional Africano incluso a oponentes como los zulús, a pesar de la fuerte identidad tribal y de la tendencia al militarismo de los zulús. La gente parece entender que, lo quieran o no, el Estado es más poderoso que la tribu. Esto puede ayudar a fomentar la necesidad de la unión entre tribus, como en Sudáfrica, pero puede igualmente conducir al deseo de que la tribu a la que uno pertenece sea la que domine el Estado por medio de los mecanismos de la democracia.

La presión internacional es una influencia poderosa en los países africanos a causa de la ayuda que pueden ofrecer y de la que esos estados dependen. Parece como si el presidente Yoweri Museveni hubiera admitido que Uganda se convirtiera en una democracia pluripartidista, justo al terminar la Asamblea Constitucional, a causa de las amenazas de los países donantes. Él se inclinaba por un sistema sin partidos en el que los candidatos fueran elegidos por sus méritos personales. De esta manera, Museveni esperaba evitar lo que a él le parecía una inevitable tribalización en el desarrollo de los partidos. Los ugandeses que no querían compartir con él el poder estaban a favor de los partidos, por eso procedieron así los donantes internacionales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. El hecho de que el último debate haya finalizado con una resolución que prolonga el sistema de no partidos señala que estamos ante un líder de un valor inusual. Este valor puede ser suficiente para ganar el apoyo de muchos habitantes de Uganda que no pertenecen a su tribu o que no comulgan con su política, pero que buscan a un poderoso «padre» de la patria. Nyerere lo fue -a pesar de sus errores- para Tanzania, y Kenyatta, para Kenya. Es posible que Museveni tenga la personalidad suficiente para vencer las diferencias que operan en Uganda.

La elección de líderes

No es suficiente implantar un sistema que ha funcionado en Europa o en Estados Unidos. Aunque la democracia ha tenido algunos problemas en los lugares donde el tribalismo abierto es más antiguo, no significa que no pueda funcionar en otros lugares donde la tradición es diferente. Incluso en las versiones de la democracia de Washington o Westminster la personalidad del líder es importante en la vida de un partido y de una nación. La lealtad está unida a la familia, el clan, la tribu, el partido y el país en grados diferentes; en algunos de estos niveles el sistema natural de gobierno evidentemente no es la democracia, y en África los límites entre niveles son menos nítidos. La lealtad a la tribu puede convertirse en violencia contra otras tribus de la misma manera que el patriotismo puede degenerar en nacionalismo. Pero tales movimientos no son espontáneos, siempre están dirigidos. De la calidad de los líderes depende que esto no ocurra en África.

Joseph Okello Ocwet

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