El político laborista israelí Shlomo Ben Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores, sostiene que solo podrá alcanzarse la paz entre Israel y Palestina mediante una intervención internacional impuesta a ambas partes (International Herald Tribune, 4 septiembre 2003).
A juicio de Ben Ami, la «hoja de ruta» tiene el mismo defecto fatal que los acuerdos de Oslo: no prevé un sistema vinculante, a cargo de terceros, para vigilar y asegurar que ambas partes cumplan lo pactado. Pues no cabe esperar que «la paz entre una nación desesperada en estado de revuelta y una fuerza ocupante movida por la reclamación de derechos históricos y el anhelo de seguridad total se pueda edificar sobre la inevitablemente decreciente confianza mutua».
La única salida, dice Ben Ami, es «establecer un mandato internacional en los territorios para guiar a la Autoridad Palestina en su transición hacia un Estado democrático y un sistema de seguridad estructurado, y a la vez asegurar que Israel cumpla sus obligaciones».
Esta fórmula exige además «abandonar la idea de un proceso por etapas». «Es sencillamente insostenible la suposición de que las aspiraciones islámicas y nacionalistas desatadas por la actual guerra palestina de independencia pueden ser sofocadas mediante acuerdos provisionales en los que Israel entregue porciones de terreno a cambio de seguridad; seguridad que los palestinos solo pueden dar al precio de una guerra civil, que es lo que realmente significaría reprimir a Hamas y a la Yihad Islámica». Pero la primera fase de la «hoja de ruta» no ofrece a los palestinos más que la retirada israelí a las posiciones que ocupaba antes de la actual intifada, y eso no es suficiente para justificar una guerra civil. La Autoridad Palestina solo tendrá a los ojos de su pueblo la legitimidad que necesita para combatir decididamente el terrorismo cuando los palestinos estén convencidos de que el terrorismo es un obstáculo para llegar a la solución. Tampoco pueden los palestinos considerar muy atractivo lo que les promete la segunda fase: un Estado palestino dentro de «fronteras provisionales»: «Ellos ya tenían -dice Ben Ami- tal Estado: la Autoridad Palestina».
La intervención internacional es necesaria también porque las dos partes mantienen posturas inconciliables sobre las cuestiones centrales: fronteras, asentamientos, Jerusalén, refugiados. La «hoja de ruta», al igual que los acuerdos de Oslo, es imprecisa con respecto a esos asuntos. Y como no fija objetivos innegociables, «es una permanente invitación a las partes a dictar los términos del arreglo final mediante actos unilaterales como el famoso muro y la expansión de los asentamientos por un lado, y el terrorismo por el otro». Los palestinos no harán concesiones si no están fijados de antemano los términos del arreglo final: «probablemente lo considerarían una trampa».
En conclusión, ahora «es sencillamente imposible un acuerdo al que las partes lleguen libremente». Solo se conseguirá la paz mediante la presión externa.