Sostener a las minorías, sin sustituirlas

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El trabajo de algunas ONG en Medio Oriente
Beirut. Las iniciativas de la sociedad civil que rellenan las lagunas de la acción gubernamental en países del llamado Tercer Mundo, pueden ser decisivas para mantener a un segmento de la población. En el Líbano la labor de las ONG supone una ayuda importante en un país donde los conflictos han debilitado las estructuras estatales. Pero lo más decisivo es promover iniciativas que se autoimpulsen y busquen sus propios recursos, para evitar la situación de dependencia.

La repercusión del trabajo de las ONG puede ser percibida como amenazadora para determinados regímenes. Basta pensar en el rechazo del gobierno de Putin al establecimiento en Rusia de la ONG americana Mercy Corps, o del Ejército de Salvación, ambas con objetivos caritativos. O bien en el bloqueo de fondos de ONG islámicas de beneficencia que actúan en el mundo anglosajón, a las que se identifica con la divulgación de determinadas ideologías.

Solidaridad por comunidades

En el Líbano el crecimiento de las ONG en los últimos quince años ha sido importante. Su labor ha cubierto un hueco significativo, ya que la devolución de la deuda del país ha consumido una gran parte de los esfuerzos y recursos obtenidos; y, por otra parte, se ha establecido una competencia silenciosa entre los distintos tipos de ONG para hacer ver que el modelo social que impulsan sería más beneficioso para el país.

La estructura social de los musulmanes lleva a que haya una gran solidaridad entre los componentes de la «umma» o comunidad. En general, las personas que tienen éxito profesional, y en consecuencia, disponen de recursos, adoptan a los miembros de la familia en sentido amplio: hijos, sobrinos, primos lejanos. Se tiene a gala ser el mecenas de la mejora profesional, del trabajo de los hermanos y de la promoción de los miembros de la familia. Si aún se puede llegar a más, no es difícil extender la solidaridad hacia los miembros del mismo pueblo. Este modelo se aprecia también entre los cristianos, e incluso entre los armenios presentes en el país.

En el ámbito internacional, también se dan estas modalidades. Tenemos entonces a los países de los Emiratos Árabes Unidos, que ayudan a sus «hermanos» suníes de Levante. También se incluyen en estas ayudas a las personas discapacitadas, a las viudas y a los huérfanos. Una vez al año, durante el período de penitencia que es el Ramadán, se dan limosnas generosas para sostener a las asociaciones que asumen el desarrollo de estas personas.

Con un marcado interés político, y apoyándose en objetivas carencias de la población, los grupos chiitas han fomentado un modelo que tiene mayor repercusión en las personas de escasos recursos, más numerosas entre los chiitas. Plantas purificadoras de agua y motores que suministran electricidad en barrios desfavorecidos, ayudas en dinero efectivo a familias de damnificados, escuelas gratuitas, son iniciativas que alivian a un pueblo cuyos ingresos no alcanzan a cubrir necesidades básicas. Esta solución de necesidades materiales reales va unida a la ideología de lucha de clases como modelo reivindicativo. Con una tenacidad llamativa, la izquierda vuelve a encontrar adeptos.

La ayuda extranjera

Ante estos modelos se convierte en un reto hacer que los cristianos busquen sus propios recursos, o que entiendan que no pueden encontrar en Occidente o en su Iglesia la solución a sus necesidades materiales.

Desde la creación del Líbano como país, la ayuda extranjera ha servido para mantener el equilibrio social. Capuchinos, jesuitas, franciscanos, grupos de protestantes, han educado, han promovido la formación profesional y han dado recursos intelectuales a los cristianos, convirtiéndolos en líderes. Hoy en día, en algunas poblaciones hay escuelas llevadas por religiosas maronitas en las que el 95% del alumnado es chiita. Los mejores colegios del país tuvieron en su origen un dirigente cristiano. Las familias suníes de mayores recursos han hecho estudiar a sus hijos en los colegios y universidades dirigidas por los jesuitas o por los pastores protestantes, hasta que se establecieron en el país los modelos laicos de educación anglosajona y francesa.

Bien educados, y luego, ¿qué? Se busca un empleo fijo en la burocracia del Estado, pero las plazas son limitadas. Luego se intenta con la familia o con algún notable del pueblo. Así, hasta que se agotan las oportunidades. La siguiente etapa es trasladarse a la ciudad desde la zona rural. Si no hay suerte, entonces comienza el proceso de la emigración hacia países del llamado Primer Mundo. Un familiar «reclama» a su hermano, sobrino, primo; se presentan los documentos. Mientras tanto toda la familia espera a que salga la anhelada visa y el correspondiente permiso. Trasladarse al extranjero en muchos casos es la garantía de conseguir unos ingresos adecuados para toda la familia.

Emprendedores sociales que dejan huella

Pero este panorama opresivo no desalienta el trabajo de algunos inconformistas. Pierre, grecocatólico, pertenece a una familia muy antigua del país. Con una educación superior, y una responsabilidad social real, decidió en plena guerra ocuparse de los discapacitados. Veía cómo los estragos del combate mutilaban e incapacitaban para el trabajo a muchos chicos jóvenes. No tenía obligación de encargarse de ellos. Se podría esperar que el Gobierno asumiera ese cometido. Pero él decidió adelantarse.

Involucró a su familia, le dejaron un terreno, comenzó en un galpón a reunir a chicos, a comprender sus necesidades, y a crear iniciativas en las que los discapacitados trabajan en su propia mejora. «Arc-en-ciel» (www.arcenciel.org), como se llama su institución, recibe el apoyo de organismos internacionales, que ven el potencial de su fundador. Después de veinte años de trabajo continuo, la asociación produce prótesis, adapta coches, presta ayuda médica, elabora estrategias de inserción laboral para discapacitados.

Como iban más deprisa que el Gobierno, decidieron ofrecerse para redactar el plan de urbanismo en el que se incluyeran las medidas necesarias para facilitar el acceso a los discapacitados en todo lo que se reconstruiría en las zonas devastadas por la guerra. Crearon un mecanismo para que la Seguridad Social identificara las ayudas repartidas. Establecieron un sistema de formación para representantes de ONG. Hoy en día abarcan diez sectores que van desde la educación, salud, nuevas tecnologías, medio ambiente, incluso desechos tóxicos, temas de género y desarrollo de turismo responsable.

Yussef es chiita, de educación laica, dice él. Es economista y trabaja en el Banco Central del Líbano. Vive en Tiro. Está convencido de que los cristianos aportan algo, no sabe exactamente qué, pero algo. Y por eso se ha empeñado en una empresa, de apariencia utópica. Ha servido de nexo de unión entre organismos financiadores y beneficiarios para que se construyan casas destinadas a las personas más desfavorecidas en Tiro. En un contexto de mayoría chiita, los pescadores cristianos pertenecen a esa clase social desfavorecida. Yussef ha logrado que se construyan casas diseñadas por un urbanista de la Universidad de Harvard y financiadas por la cooperación internacional. A través de su asociación (www.adr.org.lb) impulsa una alternativa a los partidos extremistas.

Crear oportunidades de empleo

Cuando se visita la página web del Stanford Research Institute (SRI), se ve un impresionante abanico de estudios realizados. Actualmente SRI se ha dividido y realiza parte de su trabajo a través de Information International (www.information-international.com). Tienen una oficina en Beirut, y han desarrollado amplias estrategias de desarrollo rural, con fuerte financiamiento de la Agencia Americana de Desarrollo.

Wafa, drusa, que trabaja en el proyecto desde su inicio hace seis años, ha visto multiplicarse por cinco las ONG en la zona cristiana, con respecto a las ONG de zonas musulmanas. La estrategia destinada a crear oportunidades de empleo ha encontrado eco en numerosos libaneses. A través de una dinámica de formación de formadores, han impulsado el establecimiento de iniciativas de ecoturismo (www.lebanontrail.org), de Bed & Breakfast y la promoción de pequeñas empresas familiares. Bajo el auspicio del Ministerio de Turismo y el Ministerio del Medio Ambiente, se ha creado una red extensa de asociaciones, muchas con un ámbito de trabajo que va mas allá de las fronteras de este pequeño país.

Giuliana nació en Colombia, pero siempre se sintió libanesa. Cuando desembarcó con su reciente título de arquitecto, se sintió en casa. Todo le hablaba de algo conocido, ya que en su familia el sueño era regresar al Líbano. Pero el país que sus abuelos habían dejado en 1920 no era el mismo hoy en día. Dedicando las vacaciones a visitar los pueblos de zonas rurales, fue descubriendo un potencial interesante. ¿Qué hacer para dar oportunidades de empleo a las mujeres para que permanecieran en sus pueblos?; ¿cómo impulsar la orientación profesional para las jóvenes, adecuada al mercado de trabajo?

Una serie de preguntas que han ido encontrando respuesta, en paralelo con los estudios de urbanismo, la asistencia a seminarios de formación para el desarrollo, y sobre todo un trabajo burocrático fatigoso y tenaz hasta obtener los fondos para la creación de un Instituto de Desarrollo Rural (IDR). Hoy en día, la iniciativa ha recibido el aval del Gobierno, sirve de centro de prácticas para escuelas de hostelería, fomenta la creación de pequeñas empresas de servicio dirigidas por mujeres, e impulsa el desarrollo de rutas turísticas en las que participa un equipo multidisciplinar.

Apoyado por diferentes gobiernos, el IDR deberá dividirse en dos para dar lugar al primer centro de formación profesional en pequeñas empresas de servicio de la zona, abierto a mujeres de toda condición social y credo. Una alternativa que aporta paz y confianza a un país cansado de conflictos.

Helene Daboin

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