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La población de los países del Golfo tendrá que aprender a vivir sin subsidios

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En las opulentas monarquías árabes del golfo Pérsico, el Estado vive del petróleo, y la población vive del Estado. Pero tan cómodo régimen económico puede entrar en crisis con una bajada del precio del crudo como la registrada este año. La cruda realidad exige entonces medidas de austeridad, pero la gente no está acostumbrada a apretarse el cinturón y los gobiernos temen imponerlas.

El precio del oro negro lleva varios meses bajando, a pesar de los esfuerzos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En octubre del año pasado, el barril se vendía a casi 23 dólares, y a fines de junio el precio cayó a 12 dólares, el nivel más bajo en los últimos diez años. Una depreciación de este porte hace tambalearse las economías de los ricos países del golfo.

En las seis monarquías árabes que forman el Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Kuwait, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Omán), la venta de petróleo representa, de media, el 70% de los ingresos (el 82% en Kuwait), según los cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En la caída del precio han influido, entre otros factores, el exceso de producción mundial y la menor demanda por parte de los países asiáticos, debilitados por la crisis que comenzó el año pasado. Junto a las causas coyunturales, está el hecho de que, tras la crisis de 1973, el mundo ha aprendido a no depender tanto como antes del petróleo producido por las naciones de la OPEP. Hoy estas tienen el 75% de las reservas mundiales conocidas, pero sólo proporcionan el 40% del crudo que se vende en el planeta. Por tanto, su capacidad para controlar los precios es bastante limitada.

En tiempos mejores, las familias reales de los países más ricos del golfo amasaron inmensas fortunas gracias al petróleo, y a la vez gastaron generosamente en toda clase de servicios y subsidios públicos para la población. En Kuwait, la energía eléctrica y las llamadas telefónicas locales son gratuitas. El Estado -que es el patrono del 93% de los trabajadores- proporciona a los ciudadanos terrenos gratis y créditos hipotecarios a 30 años, sin intereses, para vivienda. A causa de la caída del precio del petróleo, todo eso supone que el 90% de los ingresos estatales se van en subsidios o salarios para los afortunados kuwaitíes. El gobierno prevé para el año próximo un inédito déficit presupuestario de 5.000 millones de dólares. Y aunque no se ha atrevido de momento a adaptar sus dádivas a la situación real, ya no es capaz de dar empleo a todos los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo, entre los que empieza a cundir el malestar ante el insólito fenómeno de no encontrar un puesto seguro y bien remunerado nada más terminar los estudios.

Situaciones semejantes se dan en otros países de la zona. En Yemen tuvieron lugar manifestaciones de protesta a finales de junio pasado. El motivo fue que el gobierno tuvo que reducir los subsidios del pan y del combustible para compensar la caída de ingresos por las exportaciones de petróleo.

Por su parte, Arabia Saudí pierde, por cada dólar que baja el barril de petróleo, unos 2.600 millones de dólares. Ya en 1994 otra caída del precio forzó al gobierno a recortar los subsidios del trigo. A raíz de eso hubo manifestaciones promovidas por fundamentalistas islámicos, que se saldaron con cientos de detenciones. Una época de vacas gordas, en 1995 y 1996, alivió la situación; pero el gobierno no la aprovechó para poner en marcha las reformas económicas estructurales que vienen aconsejando el FMI y el Banco Mundial.

Los gobiernos de esos países, conscientes de que el recorte de subsidios es una cuestión socialmente explosiva, han diferido hasta ahora los necesarios ajustes. Pero la última bajada del precio del petróleo ha puesto de manifiesto que el régimen de subsidios no puede mantenerse indefinidamente. Las economías del golfo necesitan disminuir el sector público y el Estado del bienestar, y diversificar sus economías para reducir su dependencia del petróleo. De momento, la mayoría de los gobiernos sólo ha puesto en marcha reformas parciales. Bahrein, por ejemplo, está tratando de implantar otras industrias, como la de reparación de buques o algunos servicios financieros. Arabia Saudí ha diseñado un plan de privatizaciones: venderá la empresa nacional de telecomunicaciones y las líneas aéreas. También recurrirá a inversores privados para construir las nuevas centrales de energía que tiene en proyecto y ha empezado un programa de formación para preparar a los jóvenes a encontrar empleo en el sector privado.

El gobierno kuwaití ha empezado a preparar a la población para un futuro con menos seguridad económica. Su plan es convertir el país en una zona de libre comercio. Como ha dicho recientemente el ministro del Petróleo, «todo en la vida de los kuwaitíes está subvencionado; tenemos que plantearnos cómo cambiar esto».

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