Farid Vahid, politólogo y codirector del Observatorio del Norte de África y Oriente Próximo de la Fundación Jean-Jaurès, escribe una tribuna en Le Monde en la que alerta de las consecuencias que puede tener para los iraníes un régimen debilitado por la guerra contra Israel. Por un lado, el riesgo de que los ayatolás descarguen la venganza sobre su propio pueblo. Por otro, que la situación económica, ya precaria antes del conflicto, ahogue todavía más a la población.
Explica Vahid que los israelíes han visto la oportunidad perfecta de acabar con su “enemigo jurado” dada la posición de debilidad en la que se encuentra desde que estallara la guerra en Gaza: “Con la virtual destrucción de las capacidades militares de Hamás en Gaza, el debilitamiento de Hezbolá en el Líbano y la caída del régimen de Bashar Al-Assad en Siria, la República Islámica de Irán se encontró en una posición especialmente vulnerable”. Sin embargo, no sólo el régimen político está en una situación delicada; también la población iraní sufre de “una grave crisis económica que afecta a todos los estratos de la sociedad, con excepción de los oligarcas cercanos al poder”.
Si a esta precariedad le sumamos los bombardeos sobre infraestructuras civiles, además de las nucleares, llueve sobre mojado para una población que lleva décadas bajo el yugo del gobierno iraní. “Si bien es cierto que una abrumadora mayoría de la población iraní aspira a la instauración de un régimen democrático y liberal, no puede descartarse el riesgo de un caos generalizado vinculado a la ausencia de un Estado central operativo”, explica Vahid. Pero tampoco la alternativa parece mucho más alentadora, pues Israel ha declarado que su prioridad no es el fin del régimen, por lo que “la República Islámica aún podría esperar evitar el colapso (…) Este escenario sería sin duda uno de los peores para el pueblo iraní: el régimen seguiría en pie, pero la situación económica, ya de por sí desastrosa, se volvería aún más catastrófica, y la represión aún más brutal”.
“Mientras que los ataques israelíes dirigidos contra los altos dignatarios del régimen o incluso las instalaciones nucleares parecen ser bien recibidos, no puede decirse lo mismo de los ataques contra infraestructuras civiles, en particular las infraestructuras energéticas y, por supuesto, la pérdida de vidas civiles”. De esta forma, la población iraní se encuentra “rehén” de una situación que los deja impotentes: “La mayoría de los iraníes siguen considerando que el régimen de la República Islámica y la persona del ayatolá Jamenei son los principales responsables de esta guerra. Muchos se sienten ahora (…) obligados a soportar una situación de la que no son responsables”.

Los iraníes también se sienten abandonados por aquellos países occidentales que empatizan su lucha por la libertad y la democracia y que ahora callan: “Aunque la mayoría de la población iraní comprende la lógica del ataque israelí desde el punto de vista de la amenaza que supone el régimen para Israel, muchos también se sienten decepcionados por las reacciones de los países europeos (que cuentan con sus simpatías) y no comprenden la ausencia de palabras para los civiles iraníes”. Está por ver cuál será el desenlace, sobre todo tras la intervención de EE.UU. en el conflicto. Por su parte “los iraníes se debaten entre cierta satisfacción ante la perspectiva de la caída de sus verdugos, el sentimiento de humillación provocado por la violación de la integridad de su país y el temor a un caos enraizado en la historia de Irán”.