El «kibbutz» se adapta a los nuevos tiempos

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Después de 80 años, el experimento colectivista israelí del kibbutz se aparta poco a poco de los rígidos principios fundacionales. Las dificultades económicas obligan a transigir con las prácticas capitalistas. Los kibbutzim, 270 en la actualidad, tienen unos 125.000 miembros, el 3% de la población judía de Israel. Pese a su escaso peso demográfico, han tenido gran importancia en la vida de la nación desde antes de la constitución del Estado israelí, al haber impulsado la creación de asentamientos judíos en Palestina.

Un ejemplo significativo de los recientes cambios es la decisión tomada por el kibbutz de Kinneret, junto al mar de Galilea, que, fundado en 1913, es el segundo más antiguo de Israel. Hace unas semanas, anunció que ofrecerá en la Bolsa de Tel Aviv acciones de su fábrica de plásticos, un rentable negocio que el año pasado facturó diez millones de dólares. Esta resolución obedece, según los dirigentes, a imperativos financieros: «Si queremos competir con el sector privado, necesitamos atraer capital», explica en declaraciones al New York Times el secretario de este kibbutz.

Pero el paso más audaz lo ha dado el kibbutz de Ein Zivan, en los altos del Golán. Desde el otoño pasado, ya no se juntan los ingresos para distribuirlos a partes iguales entre los miembros de la comuna. Ahora, cada uno tiene un salario según el valor de mercado de su trabajo, medido por lo que costaría contratar a un trabajador externo. Es la primera vez que se instaura este sistema en un kibbutz. La mayoría de los kibbutzim creen que eso es ir demasiado lejos, y se espera que Ein Zivan sea pronto expulsado del Movimiento Unido del Kibbutz.

Sin llegar a tanto como Ein Zivan, los kibbutzim ya han experimentado importantes cambios en los últimos años. Hoy son normales prácticas antes impensables: pagar horas extraordinarias, contratar trabajadores externos, permitir -incluso alentar- que los miembros tengan empleos fuera de la comuna, dirigir las fábricas mediante consejos de administración -en una cuarta parte de los casos, con participación de empresarios privados-. También se ha abandonado, en buena parte, el tradicional régimen espartano de vida.

Un motor de estos cambios han sido los problemas económicos. Actualmente, los kibbutzim se encuentran entrampados a causa de sus deudas, que en conjunto suman miles de millones de dólares.

Pero otra causa de las transformaciones tiene que ver con las mentalidades. Desde hace tiempo, las nuevas generaciones de kibbutznikim no aceptan tan fácilmente la austeridad y los principios tradicionales. A partir de la pasada década, muchos jóvenes ya no vuelven a la comuna después de cumplir el servicio militar.

Por este motivo, todos los kibbutzim menos uno o dos han abandonado el viejo método colectivista de separar a los niños de sus padres desde los dos meses de edad, para educarlos en la escuela-hogar comunal. Desde hace algunos años, los hijos de los kibbutznikim viven con sus familias.

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