Campañas a favor del boicoteo internacional a Israel por la ocupación de Palestina

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En varios países occidentales han comenzado a circular este año peticiones a favor de que se suspendan los intercambios comerciales y académicos con Israel. El objetivo es presionar a Tel Aviv para que cese las incursiones militares en Palestina y reanude las negociaciones de paz. Los promotores de estas iniciativas sostienen que Israel merece un boicoteo como el aplicado en los años 80 al régimen racista de Sudáfrica. Según ellos, la ocupación israelí y las limitaciones de movimientos a los palestinos son una forma de apartheid. Pero en el caso de Israel, es difícil mostrarse crítico sin ser tachado de antisemita, y esta denuncia es la que emplean las organizaciones judías y simpatizantes que han respondido con campañas contrarias.

Los movimientos a favor del boicoteo están sobre todo en las universidades. En Europa, la Coordinadora de Científicos por una Paz Justa en Oriente Próximo ha hecho un llamamiento a las instituciones del continente para que suspendan las relaciones académicas con Israel. Esta organización tiene su sede en París y es iniciativa de la Coordinadora de Llamamientos por una Paz Justa en Oriente Próximo (CAPJPO), que es también de matriz francesa y aglutina grupos diversos, como la Liga Comunista Revolucionaria, la Confederación Campesina o la Comisión Internacional de los Verdes. La CAPJPO ha lanzado además una campaña a través de Internet para incitar a los consumidores a no comprar productos israelíes.

También en Gran Bretaña circulan manifiestos semejantes, y se conoce al menos un caso en que se ha aplicado el boicoteo. El pasado verano, dos académicos israelíes fueron excluidos del consejo de una revista científica por decisión de una profesora de la Universidad de Manchester, signataria de una de esas peticiones (cfr. The Guardian, 8-VII-2002).

En Estados Unidos, los manifiestos a favor del boicoteo a Israel se han difundido en más de 50 campus, según dice Time (7-X-2002). En este país, la protesta se dirige contra las autoridades académicas, y el objetivo es que las universidades retiren sus inversiones en empresas con intereses en Israel. La petición presentada a la Universidad de California ha recibido hasta ahora más de 7.000 adhesiones de profesores y estudiantes. La promovida en Harvard, universidad que -según los activistas- tiene invertidos más de 600 millones de dólares en compañías que hacen negocios con Israel, ha obtenido cerca de 600 firmas. Los organizadores de las campañas han celebrado este mes una conferencia nacional en la Universidad de Michigan para coordinar sus actividades.

No menos partidarios tienen las contracampañas de los grupos pro Israel: 5.800 firmas ha conseguido la de Harvard y el MIT; unas 4.000 la de Berkeley, una de las sedes de la Universidad de California. Los contrarios al boicoteo acusan de antisemitismo a sus rivales. El mes pasado, el Middle East Forum, un think tank pro Israel, puso en Internet un sitio, Campus Watch, con informes sobre profesores y facultades sospechosos de antisemitismo. Esto ha provocado una protesta por parte de un centenar de profesores, que, para apoyar a los denunciados, han exigido ser incluidos también en la «lista negra».

En Francia, un grupo de académicos y profesionales de la sanidad han difundido un manifiesto contrario al boicoteo. Alega que la investigación científica es neutral. En cambio, dos representantes de la Coordinadora de Científicos, los profesores Ivar Ekeland (Universidad de París-Dauphine) y Jean-Marc Lévy-Leblond (Universidad de Niza), explicaron en un artículo para Le Figaro (1-VI-2002): «No creemos que los intercambios científicos deban estar exentos de consideraciones políticas o morales». Los simpatizantes de Israel en Francia han emprendido otras acciones. La Liga contra el racismo y el antisemitismo (LICRA), demandó a la CAPJPO por incitación al odio racial; pero los tribunales rechazaron la querella a finales de septiembre. Antes, el Consejo representativo de las Instituciones Judías de Francia había pedido al ministro de Justicia que los fiscales persiguiesen a los promotores de las campañas pro boicoteo en conformidad con una ley de 1977 contra la discriminación económica; de momento la iniciativa no ha surtido efecto (cfr. Le Monde, 2-X-2002).

La polémica ha subido de tono por las alusiones al apartheid, en boca de unos, y al antisemitismo, por la otra parte. Lawrence Summers, presidente de Harvard, declaró en septiembre que las campañas a favor del boicoteo a Israel son «antisemitas por sus consecuencias, si no por su intención». Y Alan Dershowitz, célebre profesor de Derecho en Harvard, dice: «No hay nada malo en criticar a Israel. Pero comparar la política israelí con las peores violaciones de los derechos humanos es un intento de deslegitimar a Israel». Los otros replican que es la acusación de antisemitismo lo que constituye un intento de deslegitimar a los críticos de Israel, y añaden que cuentan con judíos entre sus partidarios. Una declaración del Comité Civil Internacional de Protección del Pueblo Palestino, radicado en París, a favor del boicoteo a los productos israelíes, sostiene que la situación en Palestina equivale a un apartheid, aunque no se quiera emplear ese término. Y añade: «Que el apartheid israelí sea inconfesado e inconfesable, que no pueda ser oficialmente asumido por un país cuyos padres han sido, directa o indirectamente, víctimas de genocidio, no lo hace más aceptable».

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