El llanto de los partidarios del Sí, tras el referéndum del 2 de octubre sobre el Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano y las insurgentes FARC, ha sido una imagen recurrente desde el momento del conteo de votos. Es como si un manto de oscuridad envolviera irremediablemente al país, empujado de vuelta al pantano de la violencia. No parece, sin embargo, que tenga por qué ocurrir de esa manera. Tras la derrota del plan de paz en las urnas,
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