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La ley y el orden, en versión de izquierda

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Análisis
La ley y el orden, en versión de izquierda

Un ministro del Interior que denuncia el «relativismo moral» y la «cultura de la indulgencia» y se declara partidario de la «tolerancia cero» frente a la delincuencia juvenil, podría parecer un enérgico político conservador. Pero es Jack Straw, uno de los políticos más populares del gobierno laborista de Tony Blair. Un político francés que afirma que «garantizar la seguridad para todos no puede ser calificado de política de derechas» puede recordar a un gaullista partidario de la mano dura, pero es Chevènement, el ministro del Interior del gobierno socialista. De un tiempo a esta parte, la nueva izquierda ha decidido que ya no es de mal tono invocar la ley y el orden; al contrario, es una baza política que no hay por qué dejar en manos de los adversarios.

Tony Blair ha dado abundantes pruebas de que no es un político encasillable en el tradicional esquema de izquierda-derecha. Cuando estaba en la oposición, ya comprendió que la preocupación por la seguridad favorecía sobre todo a los más débiles. Los más ricos frecuentan barrios más tranquilos e incluso pueden contar con seguridad privada; en cambio, la delincuencia callejera amenaza sobre todo a la gente modesta que vive en barrios más peligrosos. Una vez en el gobierno, ha abrazado la política de «tolerancia cero». Por eso, en el congreso del partido laborista celebrado el pasado septiembre, uno de los eslóganes más populares fue «Tough on crime, tough on the causes of crime»: implacables con el crimen y con las causas del crimen.

Como en otros países, el principal motivo de inquietud es la delincuencia juvenil, que hace estragos sobre todo en los barrios más desfavorecidos de las grandes ciudades. La desintegración familiar y la falta de empleo para jóvenes que han abandonado la escuela sin la debida formación son el caldo de cultivo de esta delincuencia. Invocando estas carencias sociales, durante mucho tiempo se ha tendido a disculpar a los jóvenes delincuentes, especialmente desde las filas socialistas. De este modo, menores de edad detenidos innumerables veces, volvían a ser puestos en libertad en seguida sin mayores consecuencias.

Esto tiene visos de acabarse con Jack Straw, quien afirma sin ambigüedades: «La delincuencia juvenil no sólo destruye la vida de las víctimas, sino también la de los jóvenes delincuentes. No ayudamos nada a estos jóvenes excusando su conducta o engañándonos con la idea de que cuando crezcan cambiarán». De ahí el proyecto de ley sobre criminalidad que va a presentar pronto al Parlamento, y que adoptará una postura de firmeza. Una serie de medidas en favor de la educación y del empleo juvenil afrontarán las raíces de la delincuencia.

Otras medidas, en cambio, endurecerán el tratamiento reservado a los jóvenes delincuentes. Jóvenes de 12 a 14 años podrán ser recluidos en centros hasta el momento de presentarse al juez en lugar de ser enviados a casa con una simple reprimenda. Los padres deberán estar más atentos al comportamiento de sus hijos, si no quieren exponerse a ser sancionados. La lucha contra el alcoholismo y la droga entre los adolescentes será reforzada. Straw es categórico frente a la campaña de legalización de la droga: «En un momento en que nos esforzamos por reducir y controlar el uso del alcohol y de la nicotina, ¿cómo se puede justificar la legalización de otras drogas peligrosas?».

Al otro lado del Canal de la Mancha, la preocupación por la seguridad es también un valor en alza para el gobierno socialista de Lionel Jospin. Esta nueva prioridad da lugar a singulares justificaciones ideológicas. «La seguridad es un concepto de izquierda, puesto que la declaración de derechos del hombre pone la seguridad al mismo nivel que la libertad», ha declarado el ministro del Interior, Chevènement. Y, con una sensatez otras veces eclipsada por motivos ideológicos, advierte: «Una política que tiende a garantizar la seguridad para todos no puede ser calificada de política de derechas, pues hoy son las capas sociales más pobres y desasistidas las que sufren la inseguridad».

Esta política de firmeza se plasmará en diferentes proyectos de ley en los próximos meses. Uno de los aspectos que se revisarán será la política respecto a la delincuencia de los menores de edad, que hasta ahora privilegia las medidas educativas. El ministro evoca la posibilidad de «volver a reagrupar a los menores delincuentes en estructuras cerradas», para aislar a los pequeños núcleos de reincidentes.

Por ahora todo son proyectos. Pero parece que la nueva izquierda considera que, en el debatido equilibrio entre seguridad y libertad, hacía agua por la falta de firmeza. O, como dice Jack Straw, la primera de las libertades es la de ser «liberado del miedo».

Ignacio Aréchaga

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