Una nueva identidad para el socialismo francés

publicado
DURACIÓN LECTURA: 7min.

El Partido Socialista (PS) francés ha convocado un congreso de refundación para salir de su crisis. A lo largo de un año, dirigentes y bases buscarán nuevas ideas y otro nombre que les devuelva los votantes perdidos.

Las democracias occidentales dependen mucho de la demoscopia, aunque no acabe de saberse con precisión las causas de los éxitos o de los malos resultados electorales de los partidos. La incertidumbre crece cuando los fracasos se producen tras tiempos de predominio. La clásica alternancia en el poder de las grandes formaciones políticas da paso a períodos de autocrítica que, con frecuencia, provoca crisis de identidad, que se agudizan en algunos países por la influencia futura de alianzas que aseguran el presente.

Algo de esto sucedió tras las últimas elecciones presidenciales de Francia, que consagraron a Emmanuel Macron, antiguo ministro del gobierno de François Hollande y Manuel Valls. Este declinó presentarse a las primarias del Partido Socialista (PS), que ganó brillantemente Benoît Hamon: fue un espejismo. Hollande dejaría al PS en un estado semejante al que se encontró François Mitterrand al comienzo de los años setenta: fragmentado, sin líder, proyecto, estrategia ni aliados: “Un partido en fin de ciclo, quizá en fin de vida”, como comentaría en 2017 el diario Le Monde en un durísimo editorial titulado Réquiem por el Partido Socialista.

Batacazos electorales

Los resultados electorales venían siendo contundentes, sobre todo, desde las presidenciales de 2002: Lionel Jospin, candidato socialista, fue tercero en la primera vuelta, tras Jean Marie Le Pen, presidente del Frente Nacional. Quedaba expedito el camino para el triunfo de Jacques Chirac, porque, como sucede en la mayor parte de los comicios franceses a dos vueltas, los representantes de la extrema derecha –a pesar de haber mejorado su imagen en los últimos tiempos–, suelen perder en la segunda, aunque lleguen los primeros al balotaje.

El PS no levantó cabeza hasta 2012, pero la presidencia de François Hollande resultó decepcionante. El partido había vivido un momento crítico en las europeas de 2009: solo consiguió el 16% de los votos, apenas un par de décimas más que Europe Écologie. Pero se rehízo poco a poco, hasta la victoria de Hollande frente a Nicolas Sarkozy con cerca del 52% en segunda vuelta. No por eso desaparecieron las tensiones internas, acentuadas a partir de 2017, cuando Hamon quedó el quinto en primera vuelta, con un exiguo 6,37% de los votos. El batacazo fue aún mayor en las elecciones generales: solo 30 diputados. Hamon acabaría siendo jefe de filas de una de las nuevas formaciones de izquierda.

Los socialistas organizarán “primarias de ideas”, no de personas, como camino de coaliciones

Al menos, el PS ha conservado núcleos urbanos relevantes, comenzando por la alcaldía de París. Pero la reestructuración global se impone, también por su declive en otras grandes metrópolis y en regiones industrializadas donde tenía fuerte implantación: aquí, los problemas internos se unen a los derivados del cambio tecnológico que afecta negativamente a empresas de producción clásicas. Del trasvase de votos se beneficia el Frente Nacional (Rassemblement National, desde 2018). Y el PS tampoco se beneficia de la profunda crisis de la derecha. El centro, de François Bayrou, trabaja con Macron.

La refundación puede incluir un cambio de nombre

La dirección nacional del PS decidió el 24 de noviembre comenzar un proceso de aggiornamento del partido. Lo ha comunicado a los militantes, antes de dirigirse al conjunto de las organizaciones de izquierda y a los partidos ecologistas. Comenzarán pronto los debates dentro del partido, a diversas escalas. En el otoño de 2021 se celebrará un congreso de “refundación”, justo cincuenta años después del de Épinay, donde François Mitterrand consiguió unificar las diferentes corrientes de la izquierda francesa no comunista. En cierto modo, el primer secretario, Olivier Faure, querría repetir una experiencia que abrió las puertas del Elíseo al socialismo francés de postguerra, gracias también al programa común, acordado con los comunistas.

El logo del PS une ya el color verde al rojo, aunque no está claro si su apuesta ecológica puede ser determinante, en la medida en que las grandes cuestiones de la defensa del planeta van siendo asumidas poco a poco por todos, como sucedió en su día con las exigencias del Estado del bienestar. Faure tendrá que pensar un nuevo nombre para el partido, algo relativamente usual en Francia, como se ha visto en los grupos de derecha, en la extrema derecha lepenista o en formaciones radicales a la izquierda. Hará falta imaginación para encontrar un término que no olvide las raíces históricas (la franja de electores con más de 60 años es la más numerosa), al incorporar la posible novedad relacionada con el medio ambiente. Además, será preciso vencer la resistencia al cambio de los viejos militantes.

Faure ha lanzado también el proyecto de organizar “primarias de ideas”, no de personas, como camino de coaliciones. Una vez logrados acuerdos, especialmente con los posibles socios ecologistas, se podrá consensuar un candidato de izquierda capaz de ganar las elecciones presidenciales.

Las formaciones de orientación socialdemócrata están en crisis, amenazadas todas por la insatisfacción y las desigualdades

El problema es que las circunstancias actuales llevan a la prevalencia de la imagen de los líderes sobre los programas. El desarrollo económico, los avances sociales, la amplitud del Estado del bienestar, la sumisión a reglas comunitarias establecidas en Bruselas y Estrasburgo, dejan márgenes estrechos de discrepancia. Cuenta demasiado la brillantez en la retórica, en una cultura dominada por una información audiovisual que da más valor a las sensaciones que a las ideas, acentuada por la inmediatez de las redes sociales.

Demasiadas incógnitas en una sociedad compleja

El reto actual sería elaborar un proyecto creíble para una sociedad cada vez más compleja y mejor informada, pero demasiado imbuida de un individualismo pragmático, escéptico ante las grandes ideas. No en vano fue un gran historiador francés, antiguo comunista, François Furet, quien con datos exhaustivos, enterró la “ilusión” –la irrealidad– marxista. De modo distinto lo hizo con el castrismo Régis Debray, conocido por sus años en La Habana y con el Ché Guevara en Bolivia, o con Allende en Chile, hasta la ruptura total en 1989 tras el proceso Ochoa.

Como otros países occidentales, Francia se juega el futuro del Estado del bienestar, menos grave allí en materia de pensiones por sus cifras de natalidad, entre las mejores de Europa. Se cuestiona cómo sostener y mejorar los sistemas de educación y sanidad; la búsqueda de competitividad en un mundo globalizado que destruye empleos clásicos, no acaba de crear un número suficiente de nuevas ocupaciones y origina otras desigualdades; sin mencionar tantas otras incógnitas técnicas, ambientales, económicas y sociales sobre las que los ciudadanos esperan vías de solución.

En la práctica, crece la desconfianza frente a políticos más o menos veteranos, pero sin que surjan iniciativas sólidas en la sociedad civil para la solución de los problemas. A pesar de los acuerdos de París, tampoco se trabaja a fondo el medio ambiente, y en modo alguno está cerrado el debate sobre centrales nucleares y energías renovables.

Cuando en 2017 el SPD alemán rompió la gran coalición con la CDU de Angela Merkel –luego, recuperada– se barajó si había esa sido la causa de su declive electoral, y no la crisis de identidad, que había contribuido al nacimiento de un nuevo partido, a la izquierda de la clásica socialdemocracia (Die Linke). Entretanto una formación de extrema derecha, la Alternativa por Alemania (AfD), se convertía en tercera fuerza política germana, con su primera presencia en el Bundestag, apoyada por votos obreros, como los lepenistas en Francia. Fenómenos semejantes se atisban en Francia: influirán, sin duda, en el proceso de refundación que ha lanzado Olivier Faure.

El socialismo fue determinante en el siglo XX. Pero, en estos momentos, está en crisis la identidad de las formaciones de orientación socialdemócrata –y no solo las derechistas–, amenazadas todas por la insatisfacción y las desigualdades, que crecen paradójicamente al compás del desarrollo, y son terreno abonado para el nacimiento o la revitalización de populismos. No será fácil la refundación del PS, en el que influye también la expansión del individualismo, incorporado a la posición socialista en grandes cuestiones de ética social, y aceptado sin reservas por viejos partidos conservadores.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.