Estados Unidos, una superpotencia disfuncional

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Estados Unidos, una superpotencia disfuncional
El portaaviones USS Ronald Reagan en maniobras en el mar de Filipinas (foto: US Navy)

El exsecretario de Defensa norteamericano Robert Gates ha publicado en Foreign Affairs un artículo sobre las amenazas a las que se enfrenta Estados Unidos, quizá las más graves desde hace décadas. Sin embargo, no hay unidad de criterios ni de percepciones en la clase política, y se ha ido deteriorando progresivamente el consenso entre los dos grandes partidos en cuestiones importantes de política exterior.

Según Gates, Estados Unidos no ha dejado ser una superpotencia, pero la califica de “superpotencia disfuncional” debido a las tensiones de su política interna. Ni siquiera el ataque de Hamás contra Israel ha conseguido la unanimidad de republicanos y demócratas en la defensa del Estado judío, como ha sido habitual en la política norteamericana.

Tras la elección del nuevo presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, una resolución de apoyo a Israel ha alcanzado 412 votos afirmativos, pero 10 representantes, 9 demócratas y 1 republicano, han votado en contra. A esto cabe añadir 6 abstenciones de los demócratas. Estos disidentes defienden la retirada de Israel de Gaza o la disminución del apoyo de Washington. Pese a todo, el apoyo a Israel sigue siendo mayoritario en los dos partidos, aunque entre los republicanos tiene un carácter casi unánime.

Contra la retirada de Oriente Medio

Pese a la incomodidad que supone el conflicto de Gaza para Estados Unidos en Oriente Medio, Robert Gates nunca ha sido partidario de rebajar el papel de Washington en la región. Fue secretario de Defensa en el primer mandato de Obama, el mismo puesto que había desempeñado con George W. Bush, pero no compartió la estrategia del presidente demócrata de retirarse de Afganistán e Irak por considerarla negativa para los intereses norteamericanos en Oriente Medio.

Lo expresó en sus Memorias, publicadas en 2014. En ese libro aseguraba que otras potencias llenarían el vacío dejado por Estados Unidos, pues la percepción de Gates es de un amplio enfoque geopolítico, del que carece el aislacionismo de algunos políticos republicanos. Son los mismos que subrayan que el presidente Trump fue el único mandatario en décadas que no introdujo a los norteamericanos en ninguna guerra.

Putin y Xi Jinping están convencidos de que las democracias occidentales, empezando por la estadounidense, están viviendo una decadencia irreversible

En cambio, la opinión de Gates sobre la actual situación en Gaza es que Irán, otro de los grandes adversarios de Washington, está detrás de los ataques de Hamás, pues, según declaró el 12 de octubre a America’s Newsroom, un noticiero de la Fox, ese país tiene intereses estratégicos en la zona. Gates no ha hecho demasiadas referencias a este tema, aunque resalta el hecho de que los rivales de Washington están obteniendo provecho de estos sucesos. Parece evidente que Hamás, aliado de los iraníes, se propuso con su agresión el debilitamiento de la red de vínculos, basada en mutuos intereses, establecida en los últimos años entre Israel y una serie de países árabes y musulmanes. Se trata de los llamados acuerdos de Abraham, impulsados durante la presidencia de Trump.

En cualquier caso, según Gates, los ataques de Hamás tendrían que servir de recordatorio a los políticos norteamericanos de que hay que poner “orden en casa” para poder hacer frente a los desafíos globales en un mundo que se está haciendo más peligroso.

Unos rivales poderosos en Europa y Asia

Gates certifica en su artículo una realidad: desde la época de la guerra de Corea, hace más de 70 años, Washington no ha tenido a la vez tantos rivales poderosos en Europa y Asia. Estos rivales tienen nombre. Se trata de China, Rusia, Corea del Norte e Irán. Todos ellos están dotados, o aspiran a dotarse, de un estratégico arsenal nuclear, con el que pretenden preservar sus regímenes al hacerlos invulnerables a cualquier amenaza exterior que pretenda derribarlos. Con todo, Gates reconoce que China es el adversario más peligroso, por sus desafíos en los ámbitos económico, científico, tecnológico y militar.

Estados Unidos da una imagen de potencia errática y poco confiable, una situación que es aprovechada por “autócratas poderosos”

En el caso de Rusia y China, nuestro autor recuerda que Putin y Xi Jinping están convencidos de que las democracias occidentales, empezando por la estadounidense, están viviendo una decadencia irreversible. De ahí que ambos líderes cultiven, sobre todo para consumo interno, el revisionismo histórico. Rusia querría restaurar los días gloriosos del pasado imperial, que incluyen también zonas de influencia en su entorno próximo, y China aspira a convertirse en el centro del continente asiático al tiempo que proyecta su influencia mundial.

Gates denuncia la falta de visión estratégica de muchos políticos estadounidenses, sobre todo a las puertas de un año de elecciones presidenciales y parlamentarias. La polarización impide una estrategia de los dos grandes partidos, tal y como existió durante la Guerra Fría, en la que el consenso bipartidista exterior se mantuvo durante nueve presidencias. El resultado es la disfuncionalidad, con la imagen de una potencia norteamericana errática y poco confiable, una situación que es aprovechada por “autócratas poderosos”.

Los errores de cálculo de Xi Jinping y Putin

El artículo de Gates se centra especialmente en el desafío de China y Rusia. Respecto a la primera, el político norteamericano está convencido de que la agresión a Taiwán es inevitable. Para Xi Jinping, sería la única manera de que el pueblo chino le reservara un papel en la historia semejante al de Mao. Sin embargo, Gates cree que Xi ha cometido un grave error al alejarse de la política de discreción de Deng Xiaoping, que preconizaba que China no debía hacer alarde de sus fortalezas.

Al hacer hincapié en el poder militar, Xi ha debilitado el poder económico chino, tal como demuestra el giro en la política económica desde 2015, reforzado en el Congreso del Partido Comunista de 2022, giro que da preferencia a las empresas estatales y aumenta el control sobre las privadas. Además, el poder absoluto del Partido sobre las actividades comerciales se ha acrecentado con la política de “covid cero”, que no solo perjudicó a los consumidores sino a la economía en su conjunto.

Pero un análisis de pros y contras de sus acciones no convencerá a líderes como Xi Jinping, cuya primera prioridad es preservar el poder del Partido. Los costes económicos y militares que supondría la invasión de Taiwán no forman parte de sus cálculos, o se consideran como un precio inevitable que pagar. Hay quienes opinan que China no tiene completas capacidades militares para llevar a cabo la anexión y responder a una reacción de Estados Unidos. Sin embargo, Gates está convencido de que la carrera de armamentos emprendida por Pekín no va a esperar a alcanzar la oportunidad más favorable para enfrentarse a Washington, y no cabe descartar que el ataque a Taiwán se produzca mucho antes. Este sería, según el articulista, otro error de cálculo del líder chino, sumado al de la gestión económica: el de no poseer unas capacidades militares suficientes.

Robert Gates interpreta como otro error de cálculo la intervención de Putin en Ucrania, un país que Rusia debe controlar si quiere ser un imperio, como aseguró hace años Zbigniew Brzezinski. Una Ucrania democrática, libre y próspera es un contraejemplo para los rusos. Si el objetivo de Putin era impedir la expansión de la OTAN o debilitarla, no la ha conseguido, pues Suecia y Finlandia han puesto fin a su tradicional neutralidad. Por lo demás, las sanciones occidentales han hipotecado el futuro de su país, aunque el presidente ruso haya pretendido amortiguarlas con sus relaciones con China, India, Turquía, Asia Central y Oriente Medio.

En definitiva, según Gates, el talón de Aquiles de los adversarios de Estados Unidos serían sus errores de cálculo, que, tarde o temprano, los alcanzarán a ellos mismos, aunque no quieren ver más allá, pues su objetivo primordial es enfrentarse a la hegemonía norteamericana.

Los riesgos de la disfuncionalidad política

Tras exponer las debilidades de los adversarios, Gates subraya que los norteamericanos siguen manteniendo una fuerte posición en numerosos ámbitos, como la economía, las inversiones, la industria, la ayuda exterior, la inteligencia artificial… A esto se añadiría que sus gastos de defensa son mayores que los de China, Rusia y otros países, y además la guerra de Ucrania habría servido para reforzar a la OTAN y enviar a los aliados europeos el mensaje de que la organización seguirá manteniendo sus compromisos.

Según Gates, EE.UU. no debe fomentar una división del mundo entre democracias y autocracias, pues los intereses nacionales pueden requerir el entendimiento con regímenes autoritarios

Pero a continuación, Gates añade que la disfuncionalidad política en su país tiende a oscurecer estos éxitos. Un ejemplo fue la presidencia de Trump, con su desdén hacia muchos aliados y su simpatía por algunos gobiernos autocráticos, en la que cuestionar a la OTAN acabó minando la credibilidad estadounidense.

Tampoco fue mucho mejor la retirada de Afganistán, en los inicios de la presidencia de Biden, pues perjudicó nuevamente la confianza en Estados Unidos. A todo esto, habría que añadir un cierto desinterés de la diplomacia norteamericana por el llamado Sur Global, en África, América Latina o el Pacífico, un vacío que chinos y rusos se apresuraron a llenar.

El articulista comprende el cansancio de la opinión pública norteamericana tras los fracasos de las intervenciones en Afganistán e Irak, pero llama a la responsabilidad de los líderes políticos de su país para recordar a los electores que el destino de Estados Unidos guarda una estrecha relación con la que pasa fuera de sus fronteras. Esto además implica que el Congreso no paralice la aprobación de los gastos de defensa, una práctica muy difundida en el debate presupuestario, lo que obligaría recuperar el consenso bipartidista.

Pese a la constante tentación del aislacionismo, Gates señala que sucesos históricos como las dos guerras mundiales o el 11-S fueron detonantes que despertaron a Estados Unidos de su letargo. De ahí su llamamiento a que Washington ejerza un liderazgo global, sobre todo frente a la expansión china, pues no es suficiente mantener la red de alianzas norteamericanas en el continente asiático. No es tanto una cuestión de gastos militares sino de capacidad de influencia global. El pragmatismo del exjefe del Pentágono le sirve para subrayar que Estados Unidos no debe fomentar una división del mundo entre democracias y autocracias, tal y como ha hecho en ocasiones la Administración Biden. Washington no debería cerrar los ojos a la realidad de que sus intereses nacionales pueden requerir el entendimiento con regímenes autoritarios.

Gates hace en este artículo un llamamiento al consenso de demócratas y republicanos en política exterior, aunque no es fácil que su advertencia encuentre demasiado eco en un escenario cortoplacista, en el que primero cuentan los intereses locales y más tarde, las repercusiones exteriores. La polarización del debate político, que podría acentuarse con la candidatura de Donald Trump, contribuye a la disfuncionalidad en la política exterior. Sin embargo, el aislacionismo no tiene mucho futuro en un escenario global cada vez más complejo e inestable. De hecho, las Administraciones Obama y Trump pretendieron centrarse en el desafío de China, aunque fuera a costa de Europa y Oriente Medio, pero los hechos están demostrando las dificultades de que una superpotencia, si quiere seguir siéndolo, opte por ser “selectiva”.

Un comentario

  1. Artículo muy interesante. El análisis geopolítico de Gates es lúcido, aunque desde una perspectiva estadounidense. Se echa en falta su opinión sobre el papel que la Unión Europea puede jugar en el tablero internacional. Tal vez porque piense, no sin razón, que carece de una política internacional lo suficientemente coherente y vigorosa para afrontar los desafíos que plantea. Nos hemos convertido en un mero apéndice de la diplomacia anglosajona, siguiendo sin rechistar lo que la OTAN decida en cada momento. Nuestro protagonismo en el escenario global es mínimo. Los países del norte y centro de la UE fijan sus intereses mirando al este (Rusia). Pero los intereses de los países del sur como España, cuyo posible frente de conflicto proviene del norte de África, no son merecedores de atención estratégica por los mandamases de Bruselas. No obstante, aquellos países aliados de los EEUU han invertido importantes partidas de su presupuesto en defensa. Y España que podría jugar un papel de primer orden interactuando con el espacio Iberoaméricano y por ser frontera atlántica y mediterránea, no pinta absolutamente nada a la hora de articular una diplomacia europea que defienda nuestros intereses geopolíticos. No hay que olvidar que la manera más fácil de que un ladrón se te cuele en tu casa es por la puerta trasera a la que no le has puesto cerrojo. Gracias y enhorabuena a Aceprensa por sus artículos y podcasts de excelente calidad.

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