¿Valores cristianos o tolerancia light?

Fuente: Acton Commentary
publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.

Con motivo del reciente discurso de Angela Merkel en el que subrayó la necesidad de que la sociedad alemana redescubra sus raíces cristianas, Samuel Gregg -experto en filosofía política y director del área de investigación del Acton Institute- advierte que los valores cristianos son algo más que un puñado de buenos sentimientos.

Hace unos días, la canciller alemana aprovechó el congreso federal de su partido (CDU) para enriquecer con un nuevo enfoque el debate sobre la integración de los musulmanes en Alemania. “No es cierto que tengamos demasiado Islam; lo que tenemos es muy poco cristianismo. Apenas hablamos ya sobre la visión cristiana del hombre”, dijo (cfr. Aceprensa, 17-11-2010).

Para Samuel Gregg, el discurso de Merkel admite un primer nivel de lectura. La canciller, dice, se limita a constatar lo obvio. En efecto, se pregunta Gregg, “¿qué sentido tiene exigir a los inmigrantes musulmanes (…) que respeten los valores básicos de la identidad europea si ni siquiera los europeos tienen claros cuáles son esos valores ni de dónde proceden?”.

El discurso de Merkel le da pie para retomar la discusión generada durante el debate del proyecto de Constitución Europea. Frente a quienes se inclinaban por señalar la Ilustración como la principal raíz de la herencia europea, Gregg recuerda que no se puede tirar por la borda todo lo que vino antes.

“Es sencillamente un hecho histórico que la idea de Europa y los valores europeos como la libertad, la igualdad ante la ley o la solidaridad no nacieron ex nihilo a finales del siglo XVII con los pensadores ilustrados. Esencial para la formación de la identidad europea y sus valores fue la síntesis que realizó el cristianismo entre Atenas, Roma y Jerusalén”.

Este dato básico suele ser silenciado por lo que Gregg llama “el fundamentalismo laicista”; una nueva moda de la izquierda europea que pretende denigrar la contribución del cristianismo a la civilización europea a base de distorsionar la historia y de crear leyendas negras como la de la “oscurantista Edad Media”.

“Pero el problema -añade- no viene solamente del mundo laico. Desde mediados de los años cincuenta del siglo pasado, muchos cristianos europeos han ido reduciendo poco a poco su fe cristiana hasta dejarla en un humanitarismo vacío que podría asumir sin problemas cualquier ONG de Europa”.

“Los denominados ‘cristianos liberales’ no parecen muy interesados en afirmar valores cristianos que vayan más lejos de los tópicos sentimentales sobre la tolerancia y la igualdad”; valores que son asumidos de forma rutinaria y al margen de su significado más profundo.

Para Gregg, la expresión más refinada de este modo de pensar podría sintetizarse así: “Adiós Tomas de Aquino, bienvenido John Rawls”. En efecto, si el cristianismo no es más que una mezcla de tolerancia light, procedimientos políticos y buenos sentimientos, ¿qué diferencia a un cristiano de los que no lo son?

Menos mal, concluye Gregg, que todavía hay pensadores ilustrados que no están dispuestos a pactar con esta versión de la historia. Ahí está Jürgen Habermas, un pensador que se describe a sí mismo como un “ateo metodológico” y que, sin embargo, no tiene inconveniente en reconocer la herencia cristiana de Europa.

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