El Papa envía a los gobernantes del mundo el «Decálogo de Asís por la Paz»

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Al cumplirse un mes del encuentro de líderes religiosos en Asís (24 de enero), Juan Pablo II ha enviado a los jefes de Estado y de gobierno de todo el mundo el «Decálogo de Asís por la Paz», el texto que los participantes suscribieron al término de la jornada. Se compone de diez compromisos en favor de la paz y fue leído en varios idiomas por representantes de las distintas religiones.

En la carta que acompaña al Decálogo, dada a conocer el 4 de marzo, el Papa afirma que «los participantes en el encuentro de Asís estaban más animados que nunca por una convicción común: la humanidad debe escoger entre el amor y el odio». Añade que remite el texto «convencido de que estas diez proposiciones podrán inspirar la acción política y social de su gobierno».

El Decálogo comienza con la declaración de que «la violencia y el terrorismo son incompatibles con el auténtico espíritu de la religión», y condena el uso de la violencia en nombre de Dios. A continuación, los representantes de las religiones suscriben diversos compromisos en favor de la paz. Así, se proponen educar a la gente en el respeto y la estima hacia los demás grupos étnicos, culturas y religiones. También se comprometen a promover el diálogo interreligioso, sin considerar las diferencias como un muro imposible de superar, sino reconociendo que la diversidad ofrece una oportunidad para mejorar la comprensión mutua. Para favorecer este diálogo, hacen la promesa de «perdonarnos mutuamente los errores y los prejuicios del pasado y del presente», y aprender de la experiencia que «la paz sin la justicia no es una auténtica paz».

Saben que, para alcanzar esos objetivos, han de «estar al lado de los que sufren miseria y abandono, haciéndonos voz de los que no tienen voz». Asimismo, se comprometen a «alentar toda iniciativa que promueva la amistad entre los pueblos» y a «defender el derecho de toda persona humana a llevar una vida digna, conforme a su identidad cultural, y a formar libremente una familia». El último punto del Decálogo alude a los gobernantes de las naciones, a quienes pide que «hagan todos los esfuerzos posibles para que (…) se edifique y consolide un mundo de solidaridad y de paz, fundado en la justicia».

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