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El liberalismo como religión

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Ronald Dworkin (1931-2013) fue uno de los pensadores más influyentes de EE.UU. En Religion without God (1), obra póstuma publicada en septiembre pasado, intentó defender la existencia de valores absolutos, pero termina revelando algunas de las debilidades del liberalismo moderno.

Religion without God se ha interpretado como una novedad, pues rompe con la clásica indiferencia –u hostilidad– del liberalismo hacia el fenómeno religioso. Pero un análisis más atento muestra que Dworkin no estaba muy interesado en la religión: lo que buscaba era salvar un fundamento incondicionado para ciertos valores morales y políticos y solventar las contradicciones internas de la teoría política liberal.

Su noción de religión resulta demasiado instrumental y pervierte el sentido propio de la creencia religiosa

De ahí que recurra a la idea de religión, sin desdecirse de su ateísmo. Como indica Moshe Halbertal en su reseña para New Republic, el libro no responde a una conversión repentina de Dworkin, sino que es un desarrollo obligado de su propia teoría política y moral. A nadie escapa, sin embargo, que esa religión sin Dios a la que alude el título es una versión actualizada de la religión civil de la Ilustración.

Crítica al naturalismo ético
Dworkin construye su argumentación como un ajuste de cuentas con el naturalismo ético, una concepción cada vez más extendida que reconduce la teoría moral al campo de la biología evolutiva y entiende las exigencias morales como una mera respuesta biológica.

El naturalismo ético plantea algunos problemas importantes –suprime la libertad, por ejemplo– y lleva a posiciones relativistas. Para el autor de Los derechos en serio, las convicciones morales del hombre no pueden ser solo el resultado de procesos evolutivos; él creía que las normas morales poseen validez absoluta y universal, son objetivas y no pueden ser reducidas a simples fenómenos naturales.

El libro argumenta contra el naturalismo que reduce la ética a una adaptación biológica evolutiva

Pero ¿cómo salvar el carácter incondicionado de los imperativos éticos en un marco relativista como el que promueve el propio liberalismo? Es aquí donde aparece la noción de religión. Para fundamentar la moral, el pensador americano no tuvo reparos en atribuir a los valores las cualidades que la tradición filosófica había reservado para el ser divino. Inspirándose en Spinoza y en Einstein, niega la existencia de un Dios personal pero caracteriza el reino de la moral como un ámbito absoluto, necesario y unitario. Esa divinización de las exigencias morales conformaba, a su juicio, el núcleo de lo religioso, sobre el cual se levantarían más tarde las religiones positivas. La moral aparece, pues, como el terreno común para creyentes y no creyentes.

El liberalismo, cuestión de fe
Dworkin estaba convencido de que sus propuestas eran las más razonables para sustentar el proyecto liberal, pero no pudo hacer de ello más que una cuestión de fe. Pero ¿por qué es menos cabal la creencia en un Dios personal que en una moral divinizada? Su noción de religión resulta demasiado instrumental y pervierte el sentido propio de la creencia religiosa. Puede que no sea necesario sustentar la moral en la religión, pero tampoco es posible reducir el mensaje religioso a un código moral sin degradarlo.

Dworkin quería salvar un fundamento incondicionado para ciertos valores morales y políticos y solventar las contradicciones internas de la teoría política liberal

Algunas de las intuiciones de Dworkin han sido importantes para combatir los prejuicios positivistas, tanto en el ámbito jurídico como en el moral. Pero en sus escritos en ocasiones ha mezclado espuriamente lo moral con lo político. No extraña, de ese modo, que los valores para los que reclama validez absoluta coincidan con los del propio pensamiento político liberal, lo que demuestra que responden a una determinada filosofía y, por tanto, resultan menos independientes y absolutos de lo que estaría dispuesto a admitir el propio Dworkin.

En Religion withoud God se descubren las insuficiencias teóricas del liberalismo moderno para fundar sus propios puntos de partida. Pero, pese a las incongruencias de algunas de sus conclusiones, rescata la importancia de repensar sobre los fundamentos y la incondicionalidad de la moral en un contexto antimetafísico, contingente y relativista como el posmoderno. Religion without God, a la postre, revela la inevitabilidad de las cuestiones últimas y la valentía intelectual de Dworkin por no soslayarlas.

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(1) R. Dworkin, Religion without God, Harvard University Press, Cambridge (Mass.) (2013), 192 págs.

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