El Estado social, en clave nacionalista

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La defensa del Estado del bienestar frente a los que vienen de fuera es un rasgo común a los populismos antiinmigración, como ponen de manifiesto las recientes campañas electorales de Alternativa para Alemania (AfD) y el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ).

Al igual que el Partido Laborista con Blair, el Partido Socialdemócrata (SPD) alemán dio un giro al centro con Gerhard Schröder, quien también se mostró partidario de reducir la dependencia de los ciudadanos respecto del Estado. Bajo el principio de “ayuda y exigencia”, las reformas Hartz de principios de la década 2000 inyectaron flexibilidad al mercado de trabajo e incentivaron la búsqueda de empleo, pero a costa de endurecer los requisitos para acceder a las prestaciones sociales e incluso de recortarlas.

Desde entonces, explica el periodista Janosch Delcker a partir de varios testimonios, muchos de sus votantes han dejado de ver al SPD como el partido de la justicia social y de los derechos de la clase trabajadora. En cambio, le reprochan que esté demasiado pendiente de asuntos como la política de género, la protección de las minorías o la diversidad cultural.

La sensación de abandono se ha agravado con la crisis migratoria, hasta el punto de que el pasado febrero el líder del SPD, Sigmar Gabriel, se vio obligado a pedir a su socia de coalición, la democristiana Angela Merkel, más gasto social para los alemanes con el fin de equilibrar las ayudas públicas destinadas a los refugiados.

Alternativa para Alemania acaba de arrebatar a los socialdemócratas un distrito obrero en el que llevaban gobernando más de medio siglo

Delcker, corresponsal de Politico en Berlín, identifica un tercer factor que está detrás del declive socialdemócrata en Alemania: la falta de líderes carismáticos, salvo excepciones como Malu Dreyer, quien revalidó su victoria en Renania-Palatinado el pasado marzo. Pero en los otros dos estados alemanes donde hubo elecciones (Baden-Wurtemberg y Sajonia Anhalt), el SPD quedó en cuarto lugar, por detrás de Alternativa para Alemania (AfD), un partido antiinmigración de derechas.

Para Delcker, un síntoma de los nuevos tiempos es que el distrito obrero de Mannheim, en el estado de Baden-Wurtemberg, haya pasado a manos de AfD… tras 64 años de gobierno socialdemócrata.

“Los austriacos primero”

La impresión de que las ayudas a los inmigrantes están perjudicando a los votantes de clase obrera también es visible en Austria. Un artículo firmado por varios periodistas en Der Spiegel lo ilustra con el ejemplo de Simmering, un distrito obrero al sur de Viena que hoy destaca por su diversidad étnica. Los vecinos nacidos allí se quejan de que los inmigrantes se han convertido en los principales beneficiarios de las viviendas de protección social, lo que explicaría la victoria en ese distrito del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), nacionalista y antiinmigración.

Pero el éxito del FPÖ no se limita a los barrios obreros. El líder de esta formación, Norbert Hofer, perdió por la mínima en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el pasado 22 de mayo. Obtuvo el 49,7% de los votos frente al 50,3% del candidato independiente apoyado por Los Verdes, Alexander Van der Bellen. Los periodistas de Der Spiegel recogen un dato ilustrativo: hoy, tres de cada cuatro trabajadores manuales en Austria votan al FPÖ; la formación también es favorita entre los sindicalistas.

Con su eslogan “Austria y los austriacos primero”, Hofer se ha presentado durante la campaña como el garante del Estado del bienestar, supuestamente amenazado por las políticas migratorias de la izquierda. “Necesitamos controlar nuestras fronteras. Austria no es la seguridad social de medio planeta”, dijo en un mitin. Es la misma idea que repiten en los países nórdicos los partidos populistas de derechas como el Partido del Pueblo Danés, los Auténticos Finlandeses o los Demócratas Suecos.

Ver también: El desencanto de la clase obrera

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