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El Consejo de Europa condena los crímenes de los regímenes comunistas

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Podría parecer que a estas alturas la condena de los crímenes de los regímenes comunistas no encontraría resistencia en una institución como el Consejo de Europa, que ha denunciado tantas veces las violaciones de los derechos humanos en distintos regímenes, desde los nazis hasta Pinochet. Sin embargo, una proposición de ese estilo ha despertado el debate más encendido en el Consejo en los últimos tiempos, para ser finalmente aprobada.

En la Resolución 1.481 la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa «condena enérgicamente las masivas violaciones de derechos humanos cometidas por los regímenes totalitarios comunistas y expresa su simpatía, comprensión y reconocimiento hacia las víctimas de dichos crímenes».

El responsable del texto, el diputado sueco Goran Lindblad, del Grupo Popular Europeo, manifestó que «ya era hora de que se condenasen los crímenes del totalitarismo comunista». Lo mismo creían los representantes de los países de Europa Central y del Este, que padecieron los regímenes comunistas, y que han mostrado su más firme apoyo a la resolución.

En cambio, el Grupo Socialista encontraba el texto «ambiguo», por lo que solicitó la retirada del informe sometido al Consejo. El español Lluís María del Puig, presidente del Grupo Socialista, señaló que «los crímenes de los regímenes totalitarios comunistas tienen que ser condenados con firmeza, pero no el comunismo, ni los partidos comunistas». No explicó si alguna vez había habido un régimen comunista no totalitario, ni si habría que aplicar el mismo criterio para condenar los crímenes de los regímenes totalitarios nazis, pero no el nazismo.

La resolución, con un deseo de contentar a todos, «reconoce que, a pesar de los crímenes de los regímenes comunistas totalitarios, algunos partidos comunistas europeos han contribuido a alcanzar la democracia». Aunque habría que preguntarse si no fue la democracia la que impidió que esos partidos comunistas alcanzaran el poder y pudieran poner en práctica las doctrinas -dictadura del proletariado, eliminación de los partidos burgueses, supresión de la propiedad privada…- que compartieron con sus correligionarios del bloque soviético durante tantos años.

La caída de los regímenes comunistas de Europa Central y del Este no se ha visto siempre acompañada de una investigación de los crímenes cometidos ni del enjuiciamiento de sus autores. Por eso, dice la resolución, «hay escasa conciencia entre el público de los crímenes cometidos por los regímenes comunistas totalitarios», mientras que los partidos comunistas siguen siendo legales y activos en algunos países.

Por eso el Consejo de Europa invita a «los partidos comunistas o postcomunistas de los Estados miembros que todavía no hayan hecho el esfuerzo de reexaminar la historia del comunismo y su propio pasado, a que se distancien claramente de los crímenes cometidos por los regímenes comunistas totalitarios y que los condenen sin ninguna ambigüedad».

Una recomendación para instar a los gobiernos de los países ex comunistas a que adoptasen una condena similar y tomasen medidas concretas como la revisión de los libros de texto, la celebración de un día de memoria de las víctimas y la creación de museos que documenten esos crímenes, no alcanzó la necesaria mayoría de dos tercios de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa.

La renuencia de un sector de la izquierda a aprobar esta Resolución dice mucho de la ambigüedad con que todavía se ve la catástrofe comunista. En 1997, el «Libro negro del comunismo» (ver Aceprensa 120/98), elaborado por reconocidos historiadores a partir de documentación original de los archivos de la antigua URSS, hizo un inventario de los crímenes comunistas, a los que se atribuía casi cien millones de víctimas en todo el mundo. Sin embargo, aún se sigue considerando que el comunismo es un sistema criticable, pero perfectamente defendible desde el punto de vista intelectual y ético. Sus catastróficos resultados serían solo fruto de una mala aplicación de la doctrina.

El muro de Berlín cayó en 1989. El muro de la doble moral política es más resistente.

Juan Domínguez

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