Che Guevara, el mito inoxidable

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La reciente película «Diarios de la motocicleta», de Walter Salles, evoca la figura de Ernesto «Che» Guevara (1928-1967) antes de su compromiso político, despojado de todo lo que pudiera ser motivo de controversia. A este respecto, Paulo A. Paranagua recuerda en «Le Monde» (1 octubre 2004) la trayectoria real de este «mito inoxidable».

Lejos de disminuir su talla, los repetidos fracasos de Guevara en todos los campos en que actuó alimentan el culto romántico y crístico del sacrificio. (…) En el plano militar, Guevara se convirtió, con sus propios escritos, en propagandista de las doctrinas guerrilleras, pero despojándolas de la comprensión de los factores políticos que habían favorecido la caída de Batista. El carisma del autor transformó esas teorías y generalizaciones precoces de la experiencia cubana en auténticos prontuarios de pensamiento para varias generaciones de latinoamericanos, que afrontaron alegremente la muerte sin conseguir mejorar la suerte de sus semejantes. (…)

Convendría recordar los desastres en los que Guevara estuvo directamente implicado. La guerrilla del norte de Argentina fue aniquilada antes de que estuviera en condiciones de actuar. Su aventura en África sería digna de compasión si no revelara hasta qué punto Guevara despreciaba el contexto social y cultural al que pretendía movilizar. Por último, el trágico desenlace de la guerrilla en Bolivia, con la muerte del Che y de muchos de sus compañeros, no permite olvidar su testaruda ignorancia de la situación del país, y en particular de los campesinos, sobre los que pretendía apoyarse. (…)

En Cuba, cuando Guevara era responsable del Banco Central y ministro de Industria, nadie encarnó mejor que él el voluntarismo a ultranza, el desdén por las realidades económicas y sociales, el despego respecto a la democracia. Contemporáneo de la invasión de Hungría y del informe Jrushchov al 20º congreso del partido comunista soviético, fue un pro soviético incondicional, para después convertirse de forma igualmente ciega a las virtudes del maoísmo chino, templado por un tercermundismo omnicomprensivo.

Sus exegetas encuentran una última línea de defensa en el plano individual y psicológico, exaltando su fuerza de carácter, su idealismo, coraje, ética, humanismo y ejemplo moral. (…) Dejando aparte todo lo que el voluntarismo acarrea en una dictadura, ¿es compatible con valores humanistas el entusiasmo del Che por la pena de muerte, su participación personal al frente de pelotones de ejecución, la privación de alimento como forma de castigo en la guerrilla, el discurso del odio en nombre de la pureza revolucionaria?

En el sistema represivo que se instauró en Cuba, Guevara no sólo justificó la militarización, la asfixia de las libertades y el encarcelamiento de los desviados, sino que puso manos a la obra en todo ello.

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