20 años después: la depresión poscomunista

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Pasados 20 años desde que cayeron los regímenes comunistas europeos, en los países antes sometidos al imperio soviético aún se notan las secuelas en la mentalidad de muchas personas. Václav Havel lo llama la “depresión poscomunista”. Joachim Gauck afirma que en Alemania muchos han cambiado el comunismo por el consumismo.

Colonia. En las elecciones del pasado 27 de septiembre, Die Linke, sucesor del antiguo partido comunista alemán, obtuvo el 12% de los votos. Fue el más votado en un estado (Brandeburgo) y en 16 distritos electorales (7 de ellos, de otros estados), cosa que el liberal FDP (14,6%), que formará parte del nuevo gobierno de coalición, no logró en ninguna parte.

¿Cómo es posible que el comunismo haya ganado terreno en Alemania, 20 años tras la caída del muro? Joachim Gauck intentó dar respuesta a esta pregunta en el club de prensa de Colonia el pasado 5 de octubre.

Hay pocas personas que estén tan autorizadas como él para hacer un análisis del pasado y del futuro. Joachim Gauck fue ministro protestante y miembro fundador del Neues Forum, una de las organizaciones que contribuyó a la revolución de 1989. Más tarde, durante 10 años, fue el “Encargado Especial del Gobierno Federal Alemán de los documentos relacionados con personas pertenecientes a la Seguridad del Estado de la antigua República Democrática Alemana (RDA)” (www.bstu.bund.de). Y como este título es tan complicado, simplemente se la denominó “Oficina Gauck”. Esta oficina permite ver las actas del servicio secreto de la RDA. Muchos recordarán aquí la película La vida de los otros.

Gauck recordó que la revolución del 89 puso fin a 57 años de dictadura: 12 de dictadura nazi y 45 de dictadura comunista. Por lo tanto, estamos ante lo que él llama “un proceso de mentalidades”. Si hoy un porcentaje considerable en el este y otro porcentaje, más bajo pero aún más sorprendente, en el oeste de Alemania, votan al partido comunista Die Linke, se debe a que muchos en la República Federal unida se sienten “sin hogar”. La crisis económica acentúa este efecto.

Gauck lamenta que muchos parecen haber olvidado que los comunistas fueron los que negaron los derechos fundamentales y los derechos de los ciudadanos, por ejemplo al abolir los sindicatos. También parecen haber olvidado de qué modo se trataba a las personas minusválidas. Los bachilleres, hoy por hoy, en el este de Alemania tienen una visión demasiado romántica de su historia. Sigue existiendo la nostalgia de tiempos pasados en el este y en el oeste: por eso Gauck afirma que tardaremos 40 años más en conseguir la unidad alemana. El éxito de los comunistas en Alemania se debe también, según Gauck, a que impera la ley del espectáculo, y en una época de crisis es fácil actuar con eslóganes que polaricen.

Las dictaduras contribuyeron a minar el espíritu emprendedor y destruyeron la cultura económica. Una medida que no se tomó fue crear estímulos fiscales para promover empresas en la Alemania del este. Gauck opina que el mayor enemigo del alemán del este (llamado “Ossi”), es el alemán del este que pertenecía al sistema comunista y que sigue existiendo. También precisó que peor es el alemán del Oeste (“Wessi”) que tiene compasión del “Ossi”, que aquel “Wessi” que lo sabe todo mejor que el “Ossi”.

Así como los autores de la revolución cultural del 68 se encararon con su padres por haberse involucrado con el nazismo, todavía no emerge la revolución cultural de aquellos cuyos padres se involucraron con el comunismo.

Gauck hizo una gran defensa de la libertad con responsabilidad. Recordó de un modo muy personal el momento en el que pudo votar por primera vez, a los 50 años de edad. Lamentó nuestra tendencia actual a evadirnos de la realidad social limitándonos a ser simples consumidores: “Hoy tenemos muchos consumidores y pocos ciudadanos”. Los peligrosos son los miedosos -dijo- que son libres para comprar lo que sea en el supermercado, pero que a la hora de ejercer un deber fundamental, prefieren no votar.

Gauck concentra hoy sus esfuerzos en evitar el éxodo de la Alemania del Este. No ha llegado el “punto final” del análisis de la historia contemporánea alemana. De hecho, su oficina basa su trabajo en recordar que los oprimidos son más importantes que los opresores. Gauck es un personaje que vale la pena no olvidar. José Félix Pons de Villanueva.

Desmoralización

Observaciones semejantes hace Václav Havel en una entrevista con Monika Zgustova que ha publicado El País (21-10-2009). “Tras la caída del sistema totalitario, en los países del antiguo bloque soviético comenzó una etapa transitoria: el poscomunismo. Una fase de rápida y masiva privatización, no delimitada por ningún marco jurídico sólido, en la cual la antigua nomenclatura comunista controla tanto las informaciones como los contactos, lo que la convierte en el núcleo y la parte más influyente de la nueva clase empresarial”. Así se ha implantado lo que Havel llama “capitalismo mafioso”.

La corrupción, consecuencia de la pérdida del sentido ético provocada por el sistema totalitario, es uno de los dos fenómenos por los que se caracteriza el poscomunismo, según Havel. El otro es la “depresión poscomunista”: un desánimo, una frustración y apatía generalizadas como la del preso que sale de la cárcel tras cumplir una larga condena. No sabe administrar la libertad: cree que todo le está permitido y a la vez siente angustia por tener que decidir continuamente.

El sarampión poscomunista también ha llevado a una desconfianza exagerada con respecto al poder. “La gente critica cualquier tipo de regulación estatal porque le parece comunista. Nos falta equilibrio, perspectiva. Y la llegada de nuevas generaciones, más serenas que las que vivieron los excesos ideológicos”.

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