Los hermanos Coen ofrecen aquí un inteligentísimo ejercicio de metacine, una hilarante historia, una sucesión de escenas brillantemente escritas… y, sobre todo, una emotiva carta de amor al séptimo arte.
El director no saca todo el partido al argumento ni al reparto en esta película de género ambientada en la Norteamérica de los años 50.
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