Contrapunto
Tiempo atrás, una pareja no casada solía tratar de disimular su concubinato por temor al descrédito social. Ahora que el matrimonio no es para muchos una obligación moral, no es de extrañar que lo rehúyan también por motivos prácticos. En concreto, burlar al Fisco. Este motivo no es ajeno a la desafección por el matrimonio que se observa en Francia.
Desde el punto de vista fiscal, los «falsos solteros» son parejas que hacen vida tan marital como los casados: comparten casa, mesa y lecho y tienen hijos, pero hacen la declaración de la renta por separado. Y es que, en el caso de tener hijos, es más provechoso no estar casado. Pues la legislación francesa otorga una ventaja suplementaria al soltero que tiene un hijo a su cargo. Según cálculos del Sindicato Nacional Unificado de Impuestos, una pareja que gana 200.000 francos y que tiene dos hijos pagará 23.000 francos de impuestos si está casada y 14.000 francos en caso contrario (Le Monde, 11-III-95). En consecuencia, los «falsos solteros» se aprovechan de un beneficio pensado para los padres solos. Este factor puede ejercer una influencia no desdeñable en el hecho de que el número de hogares fiscales de un soltero con un hijo haya aumentado un 64,5% entre 1985 y 1991, contra un 10,7% en el caso de las familias del mismo tamaño en las que los padres están casados.
Pero ¿cómo distinguir entre «verdaderos» y «falsos» padres solteros sin atentar contra el derecho a la intimidad? Lo que está claro es que hoy día la hipocresía social lleva a ocultar que se vive en el pecado fiscal.
Juan Domínguez