UNICEF y la planificación familiar

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Análisis

Al retirar su contribución económica a UNICEF, la Santa Sede no ha negado que esta organización haga cosas buenas en favor de los niños. Lo que rechaza son sus actividades en materia de política demográfica, ajenas a su finalidad original de servicio a la infancia.

Ante las acusaciones de la Santa Sede, UNICEF ha replicado que no apoya el aborto. Aclara que está a favor de la planificación familiar, aunque dice no financiar programas de este tipo. Pero lo extraño es que no lo haga, a juzgar por la opinión que tiene de estos programas.

En 1994, año de la Conferencia de El Cairo sobre la población, el informe anual de UNICEF sobre El estado mundial de la infancia se refería de modo especial a los problemas demográficos. Su enfoque de la relación entre población y desarrollo coincidía con el del Fondo de las Naciones Unidas para la Población (FNUAP), agencia que quiso utilizar la Conferencia para lograr un apoyo internacional al control de la natalidad y a la legalización del aborto.

El informe de UNICEF sostenía que «la principal amenaza para los mil millones de habitantes más pobres del mundo procede de la interacción entre la pobreza, el crecimiento de la población y el deterioro del medio ambiente» (p. 26). Su análisis mantenía que «el crecimiento de la población tiende a reforzar la pobreza, y la pobreza a su vez tiende a reforzar el crecimiento de la población» (p. 28), y ambos factores contribuyen al deterioro del medio ambiente.

Frente a este enfoque, otros análisis indican que la población es sólo un factor más dentro del problema del desarrollo, y que su incidencia positiva o negativa dependerá del conjunto de condiciones políticas, económicas y sociales. De lo contrario, no se entiende por qué entre los países más pobres hay algunos muy poco poblados y entre los más desarrollados hay algunos con alta densidad de población. De hecho, los estudios empíricos no han encontrado una correlación entre densidad de población y grado de desarrollo, pues hay una gran variedad de situaciones.

Igualmente, la tesis de que hay una relación directa entre crecimiento de la población y daños al medio ambiente está lejos de ser admitida por todos los especialistas. Problemas ambientales pueden darse en muy distintos contextos. Pero es claro que el impacto del ciudadano medio de los países ricos sobre el medio ambiente global (en términos de consumo de energía y de materias no renovables, de emanaciones de dióxido de carbono, etc.) es muy superior al de un ciudadano del África subsahariana. Y también ocurre, como se ha visto en Europa del Este, que el deterioro del medio ambiente puede coincidir con el estancamiento de la población.

En el informe de UNICEF de ese año, la planificación familiar se presenta como «uno de los medios más potentes» (p. 49) para interrumpir la espiral de pobreza-población-daños al medio ambiente. Para subrayar lo que ha supuesto el avance de las tres últimas décadas en este campo, se citan palabras del director de la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF), uno de los grupos de presión más activos en favor del control de la natalidad y del aborto (p. 49).

A pesar de estos progresos, el informe señala que las encuestas demográficas «han revelado que en casi todos los países en desarrollo sigue existiendo un nivel muy alto de demanda de planificación familiar» (p. 49). Advierte que bastaría duplicar el gasto actual para conseguir poner la planificación familiar al alcance de todas las parejas antes de finalizar esta década. Lamenta que la ayuda internacional para este objetivo no haya aumentado en términos reales desde hace unos veinte años, aunque considera positivo que EE.UU. haya reanudado su apoyo al FNUAP, «la principal organización internacional dedicada a la cooperación en materia de planificación familiar». Hay que tener en cuenta que, bajo las presidencias de Reagan y Bush, EE.UU. dejó de financiar al FNUAP porque incluía el aborto en sus programas de control de la natalidad y estaba involucrado en la política demográfica china, donde se imponía la política del hijo único incluso con abortos forzosos.

Para saber si UNICEF se dedica a financiar directamente programas de planificación familiar habría que conocer su contabilidad, pero no cabe duda de que le parece una meta importante: «La falta de una respuesta adecuada para alcanzar una meta tan evidente, crucial y de costo asequible, constituirá una llamativa muestra de que los actuales sistemas e instituciones políticas no están a la altura de la tarea de hacer realidad la gran transición», se dice en dicho informe.

Respecto al aborto, la Santa Sede no ha dicho que UNICEF se dedique a financiarlo, sino que «ha promovido cambios» para favorecer su legalización. Evidentemente, nadie quiere «promover» el aborto; lo que se discute es si debe ser o no permitido por la ley.

Un dato significativo es que UNICEF participa en el programa «Maternidad sin riesgos» (Safe Motherhood), lanzado en 1987. En ese programa participan también, junto a la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial y el FNUAP, dos de las más importantes organizaciones antinatalistas, como son el Population Council y la IPPF. El objetivo declarado del programa no puede ser más loable: rebajar a la mitad el número de muertes relacionadas con el embarazo y el parto en el año 2000. Los medios son más discutibles. Según una nota informativa del Banco Mundial, la maternidad sin riesgos que quiere garantizar este programa supone: «planificación familiar para evitar embarazos no deseados; servicios de aborto seguros para evitar las complicaciones de los abortos no seguros…» (Nota informativa del Banco Mundial, G.06.8-93). Por eso, diversas organizaciones pro-vida han denunciado que entre los objetivos de este programa se encuentra la legalización del aborto.

Es posible que UNICEF no comparta este objetivo. Pero aquí va de la mano de organizaciones que, tanto en la Conferencia de El Cairo como en la de Pekín, hicieron de la legalización del aborto una bandera. La retirada simbólica de la contribución de la Santa Sede puede ayudar a que UNICEF clarifique su postura.

Ignacio Aréchaga

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