Padres casados, hijos mejor educados

Fuente: The Atlantic, The Wall Street Journal
publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

Es conocida la asociación, directamente proporcional, entre el nivel educativo alcanzado por los padres (y, por tanto, el nivel de ingresos de la familia) y su implicación en la educación de sus hijos. Así, la variante socioeconómica suele ser tomada como un indicador fiable del futuro éxito o fracaso de un estudiante.

Bradford Wilcox, profesor de sociología en la Universidad de Virginia, recoge en un artículo en The Atlantic los resultados coincidentes de varios estudios sobre la relación entre padres implicados y éxito educativo. Por ejemplo, el National Longitudinal Study of Adolescent Health (o Add Health), que lleva veinte años siguiendo a una muestra representativa de hombres y mujeres norteamericanos desde que eran adolescentes, concluye que los hijos de padres “medianamente implicados” –la implicación se mide por la realización de actividades como recibir ayuda en la tarea escolar, practicar algún deporte juntos o hablar de temas personales– tienen casi el doble de probabilidad de obtener una carrera universitaria que los de padres despreocupados.

Esta tendencia se observa en todos los estratos socioeconómicos –definidos por el nivel de estudios de la madre–, pero es especialmente significativo en las familias de “clase media educativa”, donde las madres dejaron los estudios al acabar la educación secundaria.

El matrimonio, detrás de la implicación
Un dato analizado por Wilcox resulta especialmente revelador: cuando se estudia el índice de implicación de los padres (según la valoración subjetiva de los hijos) a la luz de la estructura familiar, aparece una clara asociación entre familias casadas y padres más comprometidos. Esta asociación, que afecta a familias con todos los niveles de educación materna, permanece después de tener en cuenta factores como la edad del estudiante, su raza o el nivel de ingresos familiares: “en otras palabras, la experiencia de una paternidad comprometida es más frecuente entre los adolescentes que viven en una familia con padres casados, sea cual sea su nivel educativo”.

Según Wilcox, una paternidad comprometida favorece a los estudiantes (además de la ayuda ocasional en ciertas materias) porque les facilita no incurrir en conductas de riesgo –desde la delincuencia a los embarazos indeseados–, y porque crea un clima familiar que mezcla la exigencia con la comprensión.

La silenciosa crisis del matrimonio norteamericano
El informe When Marriage Disappears: The Retreat from Marriage in Middle America (“Cuando desaparece el matrimonio: el alejamiento del matrimonio por parte de la clase media norteamericana), publicado a finales de 2010 por el National Marriage Project de la Universidad de Virginia y el Institute for American Values, alertaba del declive del matrimonio entre la clase media norteamericana (ver Aceprensa, 29-12-2010).

Además de aportar datos que demuestran un fenómeno que tradicionalmente se había asociado con las clases más pobres o la minoría afroamericana, el informe también mostraba la progresiva pérdida de confianza en la institución del matrimonio entre los hijos de familias de estratos socioeconómicos medios. Un 43% de ellos subscribía la idea de que “el matrimonio no ha funcionado para la mayoría de la gente que conozco”, frente al 17% de los hijos de familias más educadas, y muy cerca del 53% de los de familias menos educadas.

La realidad confirma las sensaciones subjetivas de los hijos de clases medias. Entre las familias mejor y peor educadas, en el periodo que va desde mediados de los70 afinales de los 90, el porcentaje de matrimonios que se divorcian o separan en los diez primeros años después de la boda bajó; sin embargo, en ese mismo periodo aumentó entre los matrimonios de nivel medio. A finales de siglo, un 37% de estas uniones se habían roto, por solo un 11% de las de nivel educativo más alto. Una consecuencia lógicaes eldescenso de niños de familias medias que viven con sus dos padres: en 2008 solo eran un 58% (el estudio se refiere a las niñas de 14 años), frente al 81% de los de familias más educadas.

Si se sabe que la tasa de familias monoparentales es un indicador claro de desigualdad económica, ¿cómo es que este factor está ausente en la mayor parte de las discusiones sobre el tema? Robert Maranto y Michael Crouch lo explican en un artículo del Wall Street Journal. En primer lugar, advierten, muy pocos académicos o periodistas se arriesgan a abanderar la defensa del matrimonio, porque se percibe como una causa conservadora. Además, las familias monoparentales son especialmente frecuentes entre las minorías raciales, y existe el temor de que quien aborde el tema abiertamente sea acusado de “racista”.

Comparando la crisis del matrimonio con otros problemas sociales, los periodistas señalan que “el cambio debe comenzar por el mundo de la política, el entretenimiento y la educación, tal y como ocurrió con los movimientos contra el racismo, el sexismo o el tabaco”.

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