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Países europeos se movilizan contra los matrimonios forzosos de hijas de inmigrantes africanos o asiáticos

publicado
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Los matrimonios impuestos a hijas de inmigrantes africanos o asiáticos se están convirtiendo en un motivo de preocupación para los poderes públicos en varios países europeos. El aumento del número de casos que salen a la luz revela una extensión alarmante de esta práctica, así como una mayor resistencia por parte de jóvenes que han sido escolarizadas en Europa.

En España, en los últimos meses ha habido una decena de casos de jóvenes marroquíes de 13 a 16 años que han pedido protección a las autoridades para evitar un matrimonio impuesto por sus padres. Generalmente los padres se han comprometido a casar a su hija con un hombre, residente en Marruecos, que a veces le lleva más de 20 años, y que a cambio entrega a los padres una dote (desde 720 a 3.600 euros, en los casos conocidos). Las familias en que se dan estos casos suelen proceder de ámbitos rurales, con escaso nivel de instrucción, donde siempre han estado vigentes estas prácticas.

También en Francia es patente el aumento del número de casos, que afectan a inmigrantes procedentes de Turquía, Magreb y países del África francófona. Muchas veces son adolescentes nacidas y escolarizadas en Francia, que han hecho proyectos para construir su vida aquí. Pero el padre se ha comprometido a casarla con un primo o un tío que permanece en el país de origen. Otras veces el futuro esposo está ya en Francia o quiere venir mediante el matrimonio.

Las adolescentes que se rebelan y denuncian el caso suelen ser chicas integradas y relacionadas en su nuevo país, y que van bien en los estudios. Muchas veces el problema se detecta en la escuela por un caída de las notas y un cambio de comportamiento, lo que puede dar lugar a que la chica se sincere con alguna profesora o asistente social.

Cuando el problema sale a la luz, la adolescente puede pasar a ser tutelada por el organismo que se ocupa de la protección de menores. En algunos casos son separadas temporalmente de su familia, sobre todo si ha habido malos tratos, y alojadas en una casa de acogida. Otras veces vuelven con sus padres, pero un mediador se ocupa de hablar con la familia y de vigilar la marcha de la chica. En España las autoridades han retirado temporalmente el pasaporte a algunas de ellas, para evitar que sus padres las saquen del país.

En Gran Bretaña, el problema se da sobre todo en familias procedentes de Pakistán y Bangladesh, que son comunidades de inmigrantes más cerradas en sí mismas. En 2000 el Ministerio de Asuntos Exteriores ayudó a regresar a 50 víctimas de matrimonios forzosos, sobre todo en el subcontinente asiático. Las autoridades británicas procuran distinguir entre matrimonios forzosos y matrimonios concertados por los padres conforme a la tradición, a los que muchos jóvenes asiáticos consienten.

En los países de origen, la ley y las tradiciones sobre el matrimonio no siempre coinciden. La ley matrimonial marroquí admite la dote, pero prohíbe expresamente que los padres obliguen a casarse a la hija. El problema no suele darse con los inmigrantes que proceden de grandes ciudades como Rabat o Casablanca , sino con los que salieron de aldeas.

Los países del África francófona se declararon oficialmente contrarios a los matrimonios forzosos, en una reunión sobre la protección de la infancia celebrada en País el pasado 5 de marzo. En un texto aprobado, que fija los criterios de estos países para la protección de los menores de 18 años, se dice que «el matrimonio solo es válido si el consentimiento de cada uno de los dos esposos se expresa libremente. Incurrirán en responsabilidad los padres o las personas autorizadas que no respeten la edad legal y el consentimiento». Los ministros africanos explicaron que a veces los que emigraron hace años no saben que el matrimonio forzoso está prohibido en la legislación actual.

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