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Matrimonios a la carta

publicado
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Javier Martínez-Torrón, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, reflexiona en «ABC» (23 septiembre 2005) sobre el proceso de privatización del matrimonio en las sociedades occidentales.

Para quienes consideran el matrimonio como un asunto privado más que como una institución social, «la eliminación de la heterosexualidad significa un paso más en la apertura hacia nuevas formas de matrimonio, basadas en una privatización de su contenido jurídico, como una consecuencia que derivaría de su consideración estrictamente como derecho individual. En esa línea se inscriben también otras políticas matrimoniales, como las de agilizar al máximo el procedimiento de divorcio. La unión en sí misma, y la tutela jurídica de su estabilidad, pierde consistencia a ojos del legislador, quien tiende a prestar atención sólo a los deberes derivados de la eventual paternidad, los cuales existirían con o sin el matrimonio».

Para Martínez-Torrón, la reivindicación del matrimonio homosexual es una consecuencia de ese proceso de privatización de la institución matrimonial. Por eso, explica, «si se aceptan esos principios, el resultado lógico sería un matrimonio a la carta. Lo cual incluiría la posibilidad de la poligamia -tanto masculina como femenina-, que no es más contraria a la concepción tradicional de matrimonio que la ruptura de la heterosexualidad (en todo caso menos). Y eliminaría el tradicional rechazo del incesto: irrelevantes ya los argumentos morales en el contexto actual, los argumentos eugenésicos han perdido toda su fuerza frente a eficientes sistemas contraceptivos y a una política liberal en materia de aborto».

«Ese potencial desarrollo futuro de los principios desde los que se preconiza el matrimonio homosexual debería mover a reflexión acerca de si el estricto individualismo es el fundamento más adecuado para redefinir una realidad, el matrimonio, que se ha juzgado esencial, universalmente, para el buen funcionamiento de una sociedad. En efecto, los modelos de matrimonio y familia muestran notables variaciones históricas y geográficas, pero con una constante: se los ha considerado instituciones que trascienden el interés meramente individual, por legítimo que sea».

Martínez-Torrón muestra su perplejidad ante dos aspectos del modo como se ha hecho la reforma del matrimonio en España. El primera, dice, es que «no se ha propiciado, y a veces ni siquiera se ha permitido, un serio debate intelectual, social o político. Podrá discutirse si el modelo tradicional de familia es de verdad inmutable, o bien si es posible sugerir una metamorfosis integral de ese modelo (o su extinción). Pero no parece adecuado transformar lo que ha sido uno de los pilares de nuestro tipo de sociedad sin abordar los problemas que su radical privatización puede plantear -y los que de hecho lleva planteando desde hace años- con cierta calma y profundidad».

«En segundo lugar -añade-, sorprende que la autonomía de la voluntad suela invocarse como argumento sólo a favor de la laxitud de las reglas aplicables al matrimonio, pero no en sentido opuesto. Quiero decir que el mismo principio debería aplicarse a aquellas personas que libremente decidan someter su matrimonio, y su proceso disolutorio, a un régimen más estricto. La opción por privatizar la regulación jurídica del matrimonio -el matrimonio «a la carta»- implica también la posibilidad de que, en virtud de su autonomía contractual, los contrayentes pacten un esquema matrimonial parecido al del matrimonio tradicional. Es lo que se ha tratado de hacer, en muchos Estados norteamericanos, con la figura del «covenant marriage», recurriendo a las reglas básicas del derecho de contratos».

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