La OMS contra la fertilidad masculina

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Contrapunto

Los suplementos de salud de los periódicos han dado la voz de alarma: el número y la calidad de los espermatozoides ha descendido de modo preocupante en las últimas décadas, a juzgar por estudios publicados en distintos países. La fertilidad de los hombres de fin de siglo parece estar muy por debajo de la de sus abuelos. A la hora de buscar los culpables de este duro golpe a la autoestima masculina, aparecen los sospechosos habituales: el estrés, el cambio de dieta, la vida sedentaria… Otros echan la culpa a los contaminantes químicos (fertilizantes, pesticidas, dioxinas…) que nos acechan en el aire, en el agua, en los alimentos vegetales, a modo de complot contra la fertilidad.

Aunque es una línea de investigación aún virgen, se podría estudiar si el supuesto descenso no se deberá al cansancio de algún «gen egoísta». Se comprende que los espermatozoides estén cada vez más renuentes en un medio lleno de trampas anticonceptivas: tras la dura carrera de obstáculos que tienen que superar y en la que sólo uno puede alcanzar el triunfo, cada vez es más frecuente que no encuentren ningún óvulo al que someter a su legítimo acoso sexual; y si se produce la fecundación, alguien puede decidir que el candidato al festín de la vida no ha sido invitado. Y para qué intervenir en un concurso en el que el premio va a quedar desierto.

De todos modos, para alivio de la masculinidad difamada, hay que advertir que no pocos expertos mantienen una actitud crítica ante los resultados de estos estudios, que consideran poco fiables por sus planteamientos metodológicos. A su juicio, los mejores registros indican que el semen actual no tiene nada que envidiar al de hace unas décadas. El Centro Nacional de Estadísticas de la Salud de Estados Unidos, que es allí el grupo con mejores datos sobre el tema, no ha advertido ningún cambio en la fertilidad masculina en los últimos veinte años. Pero lo que se mantiene constante no es noticia.

Si algún día desaparecen los espermatozoides del semen, el culpable no será el estrés, ni la dieta ni los pesticidas, sino… la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pues cuando estábamos en plena alarma sobre el descenso de la fertilidad masculina, la OMS ha anunciado «resultados importantes» de un método hormonal de contracepción masculina que está experimentando. El método consiste en una inyección semanal de un derivado sintético de la testosterona (hormona masculina), con el que la producción de espermatozoides se reduce a niveles ínfimos. El método sería tan eficaz como la píldora femenina y reversible. Aunque, al igual que la píldora, dicen que no está exento de efectos secundarios, como acné, aumento de peso e irritación.

Pero el anticonceptivo masculino no está a la vuelta de la esquina. Una inyección semanal, que además es dolorosa, no puede cautivar al varón, ni apelando a su virilidad. Por otra parte, en los países en desarrollo, que es donde se produce el 90% de los nacimientos, a duras penas se consigue vacunar una vez en la vida a los niños. Así que pretender poner una inyección periódica a los varones es ciencia-ficción.

Pero no hay que excluir que se perfeccione el invento en la carrera de armamentos anticonceptivos. Todo dependerá de los intereses económicos. El doctor Fred Wu, que ha dirigido la investigación, dice que el futuro de la contracepción masculina «depende del interés que despierte en los laboratorios farmacéuticos y de las perspectivas de rentabilidad a largo plazo».

El alarmismo sobre el descenso de la fertilidad masculina llevaba a decir que a este paso la fecundación corría el peligro de convertirse en un asunto de laboratorio. Sí, de laboratorio farmacéutico. Tras el discurso de que el varón asuma su responsabilidad en la planificación familiar, lo que se está diciendo aquí es que pase por la farmacia. Y ni tan siquiera cabe esperar la sustitución del anticonceptivo femenino por el masculino. En estos tiempos del sexo seguro, no será él en vez de ella, sino él y ella. Cómo te vas a fiar de los hombres con lo descuidados que son para estas cosas.

Duplicar el mercado de una sola tacada sería un golpe maestro. Antes se trataba de anular el óvulo, ahora el espermatozoide. Lo desesperante para los laboratorios son los hombres y mujeres que siguen teniendo lo que hay que tener y que regulan naturalmente su fertilidad sin pasar por caja.

Ignacio Aréchaga

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