La familia como motor de la ayuda social

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Los días 19 y 20 de noviembre se ha celebrado en Madrid el congreso “El interés superior del niño”. En él han participado distintas asociaciones que promueven la acogida y la adopción de menores. Una de las iniciativas más innovadoras en este campo es la Casa de la Almudena. Se trata de un proyecto ideado por tres matrimonios para dar un enfoque global a la acogida, con la familia como columna vertebral.

El complejo de edificios incluye tres viviendas para las familias acogedoras y los niños acogidos, una casa materno-infantil con cinco apartamentos donde viven madres jóvenes y sin recursos con sus hijos, y un centro de día que ofrece cursos para jóvenes en riesgo de exclusión.

Por la casa materno-infantil ya han pasado seis jóvenes madres con sus hijos. Son chicas de diferentes nacionalidades, todas jóvenes, que gracias a esta iniciativa disponen de un hogar donde vivir su maternidad acompañadas diariamente por las familias del proyecto.

Desde el Centro de apoyo socioeducativo se desarrollan, en horario de mañana, dos actividades de formación profesional – servicios auxiliares de restauración y programación informática–en colaboración con la ONG Cesal y el CEPI Hispano-dominicano. En total participan 30 jóvenes, la mayoría inmigrantes, y muchos de ellos procedentes de centros de menores infractores. Por las tardes tiene lugar el programa de apoyo educativo y actividades de ocio y tiempo libre con chicos y chicas de edades entre los 6 y los 15 años.

Distinto de la adopción, el modelo del acogimiento familiar ni siquiera es conocido por la mayoría de la sociedad

Un clima familiar
La cercanía de los edificios no es casual. El valor de la familia como núcleo de la sociedad es el concepto que inspira todo el proyecto: los niños acogidos por los matrimonios promotores encuentran un clima familiar que difícilmente disfrutarían en una de las residencias para menores de la Comunidad de Madrid. Estos centros, que en total ofrecen cerca de 1.700 plazas –casi todas ocupadas–, varían en su capacidad y en el tipo de menores acogidos, desde residencias para niños con discapacidad, adolescentes, bebés, etc.

Por otro lado, en la Casa de la Almudena las madres jóvenes y sin recursos del centro materno-infantil reciben la ayuda y el ejemplo de los matrimonios acogedores para convertir su nueva casa en un hogar, por difíciles que sean las circunstancias; por último, los jóvenes formados en el centro de día aprenden no solo unos conocimientos académicos, sino a reinsertarse en esa gran familia que para los promotores de esta iniciativa debería ser la sociedad.

Después de un primer año intenso, el centro de día inauguró su segundo curso en septiembre. Las viviendas y el centro materno-infantil, lógicamente, no cierran nunca sus puertas. Entrevistamos a Juan Orellana, profesor universitario y crítico de cine, padre de una de las tres familias promotoras.

¿Cómo se os ocurrió la idea de la Casa de la Almudena? ¿Por qué quisisteis dar ese enfoque tan global al proyecto?.

– El origen está en tres familias, que pertenecemos a Comunión y Liberación, y que nos conocemos de hace más de 30 años. Las tres habíamos tenido alguna experiencia de acogimiento en nuestras propias casas, y nos habíamos dado cuenta de que hacerlo solos es más difícil que si te ayudan otras familias, ya que los niños que acogemos habitualmente sufren profundas heridas sociales y afectivas que se manifiestan en su conducta habitual. Hay días en que si no tuvieras el apoyo de otra familia, difícilmente aguantarías. Por eso, cuando conocimos la iniciativa de unas familias italianas que se habían agrupado en un mismo edificio, nos resultó muy atractiva, así que empezamos a pensar en hacer algo similar en España.

La intención con los niños acogidos es siempre que puedan retornar a sus familias

Comenzamos por buscar un edificio grande donde pudieran construirse tres viviendas –cada familia vive por separado, aunque se comparten algunas zonas comunes–. Tener más espacio nos permitiría a la vez acoger más de un hijo. Para nosotros, además del propio acogimiento, era importante la vertiente religiosa de la aventura: se trataba también de formar una comunidad de fe.

Cuando ya casi habíamos desesperado de encontrar algún edificio adecuado a nuestras necesidades, nos llovió del cielo un terreno del Arzobispado de Madrid. Ellos tenían que darle un uso social si no querían perderlo, así que para ambas partes fue una maravillosa coincidencia. Comenzaron las obras, y en junio de 2012 pudimos inaugurar la Casa de la Almudena, en el barrio de San Blas.

Desde entonces, las tres familias nos hemos organizado para atender a los hijos acogidos –y a sus madres–, a la vez que continuamos con las obligaciones que teníamos antes. Dos de las promotoras del proyecto no trabajan fuera de la Casa de la Almudena, y su principal tarea es ocuparse de las mujeres de la casa materno-infantil.

Aprender a ser madres
¿Qué tipo de situaciones son las más comunes entre las familias que dan a su hijo en acogida? ¿Y entre las madres que acuden a la casa materno-infantil?.

– Muchas de ellas no tienen papeles cuando llegan a la Casa. Al desarraigo “geográfico” se une frecuentemente un desarraigo emocional con respecto a sus familias de origen, por cuestiones culturales o de otro tipo. Otras vienen de una situación de maltrato. En general, lo que las une es que no han vivido nunca la experiencia de familia. Y eso es justo lo que nosotros queremos aportarles.

Nos gustaría que las mujeres que viven en la casa materno-infantil aprendieran a ser madres; y cuando ya fueran autónomas en ese aspecto, que dejaran su hueco a otras necesitadas del mismo aprendizaje.

¿Qué resultados se están consiguiendo en la casa materno-infantil y en el resto de centros?.

–Por mi horario de trabajo apenas coincido con las actividades del centro de día. En cambio, sí tengo una relación muy cercana y directa con la casa materno-infantil. Es bonito ver cómo ha cambiado la actitud de algunos niños que viven con sus madres en esta casa, y que venían con profundas heridas sociales que les llevaban a comportarse según un perfil casi autista. Lo que demuestran estos cambios es que en muchos casos lo único que necesitan estos niños es un clima de afecto a su alrededor, de humanidad, donde pueda desarrollarse su carácter.

A las madres les ayuda mucho la cercanía y la solicitud de los matrimonios promotores. Les enseñamos cómo cuidar a un hijo y ser una buena madre, pero también les echamos una mano en gestiones concretas: hacer la lista de la compra, acompañarlas a realizar trámites administrativos o entrevistas de trabajo, a cocinar, etc.

¿Cómo se financia el proyecto y cómo se atienden todas las actividades?.

– Además del trabajo de los propios matrimonios promotores, gracias a Dios contamos con un equipo de voluntariado extraordinario y heterogéneo, que atienden sobre todo el centro de día y la casa materno-infantil. Vienen, por ejemplo, abuelas para enseñar a cocinar a las madres, o alumnos universitarios que ayudan a los chicos con los estudios. Sin su cooperación, no podríamos sacar adelante este proyecto, porque no contamos prácticamente con ninguna ayuda de la administración. Nos llegó algo de dinero a cargo de la oficina de inmigración –casi todos los niños que atendemos son inmigrantes–.

La única partida fija que tenemos son las aportaciones de las personas que se han implicado en el proyecto, pero no son de mucha cuantía. Sí que hemos recibido algunas donaciones esporádicas, que en algún caso nos han permitido acabar los edificios, aunque aún tenemos una importante deuda con el banco. Por eso, constantemente estamos promoviendo actividades benéficas o actividades para recaudar fondos.

Más familias y menos Estado
Tanto el anterior gobierno como el actual lanzaron propuestas para modificar el marco legal de la acogida y la adopción. Se trataba de agilizar los trámites judiciales y los tiempos de espera, y dar formación a las familias acogedoras. ¿Hacia dónde pensáis que debería ir la legislación? .

– Los cambios legales producidos –o proyectados– en los últimos años van en la buena dirección. Sin embargo, el primer y principal problema es cambiar una mentalidad arraigada en el mundo de la acogida, y que yo definiría como “estatalista”: el Estado se tiene que ocupar de todo. Se cuenta muy poco con las familias. Sin embargo, muchas más acogerían si se las informara de los procedimientos, o si se hicieran campañas de sensibilización e información sobre el tema, porque creo que el modelo del acogimiento familiar ni siquiera es conocido por la mayoría de la sociedad.

Si el principal objetivo es –como todo el mundo reconoce en teoría– el bien superior del menor, hay que plantearse si los centros tutelares cooperan o más bien son obstáculos. Otra cosa es que se quiera salvaguardar el modelo existente, por miedo a la recolocación de funcionarios que supondría el cambio.

¿Cuál es la diferencia entre acogimiento y adopción? ¿Se debe buscar siempre que la persona acogida se reintegre en su familia de origen?.

Este es un punto importante. Nuestra vocación, al menos en lo que se refiere a este proyecto, es el acogimiento, no la adopción. Algunos de nosotros además han adoptado un niño. Como somos, por otra parte, familias numerosas, ya tenemos suficientes hijos y estamos contentos con ello.

Por eso, la intención con los niños acogidos es siempre que puedan retornar a sus familias. En los casos que hemos tratado hasta ahora, esa posibilidad es real. Desde el principio trabajamos con las familias de origen para preparar el eventual retorno. En esto luchamos contra corriente. La mentalidad dominante en los ámbitos administrativos de la Comunidad de Madrid no fomenta precisamente el contacto con esas familias, porque se ve como una fuente de conflictos –y lo es a veces–. Sin embargo, si nosotros queremos redescubrir a la sociedad el valor insustituible de la familia, no podemos renunciar a nuestro objetivo de re-unir las que se han roto.

En otros países, e incluso en otras Comunidades dentro de España, la mentalidad de aislar al chico de su familia de origen está superada.

En Italia se cerraron por ley los centros tutelares hace diez años para fomentar el modelo de Casa Familia, que cuenta con la asistencia de técnicos pagados por la Administración. ¿Es este el mejor modelo o sería preferible compatibilizar la existencia de las casas de acogida con la de centros tutelares?.

– Nuestro objetivo es que se cierren estos centros. Lo es por convicción, porque pensamos que todo niño debe crecer en el ambiente de afecto y cercanía que solo puede proporcionar una familia; pero es que, además, al Estado le sale mucho más barato el modelo de acogida familiar que el de los centros tutelares. En este momento de crisis, resulta especialmente apropiado volver a recordar esto.


Vídeos sobre la Casa de la Almudena

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