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Expectativas racionales de divorcio

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Contrapunto

El Premio Nobel de Economía de este año, el norteamericano Robert E. Lucas, cambió las ideas sobre los efectos de las políticas económicas con su teoría de las expectativas racionales. Según Lucas, las expectativas de los agentes económicos determinan su comportamiento y, por lo tanto, influyen en lo que de hecho ocurrirá. Por ejemplo, el anuncio de una política monetaria restrictiva para atajar la inflación, haría que los consumidores y las empresas esperasen que la inflación bajara. En consecuencia, si confían en que el gobierno mantenga esa política, moderarían sus reivindicaciones salariales y sus precios, lo que provocaría por sí solo una reducción de la tasa de inflación. Lo que viene a decir Lucas es que, cuando se cambia la política económica, las expectativas racionales también se modifican, y para que los gobiernos acierten en los pronósticos tienen que tener en cuenta este factor.

Por una ironía del destino, Robert Lucas ha experimentado en el propio bolsillo los efectos de lo que podríamos llamar expectativas racionales de su ex mujer. Según cuenta la agencia Associated Press, hace siete años Rita y Robert se divorciaron de forma civilizada. Ya entonces era probable que Robert recibiera algún día el premio Nobel. Y Rita, considerando quizá que su dedicación a la familia había permitido al profesor economizar esfuerzos para dedicarlos a sus investigaciones, introdujo en el acuerdo de separación una pequeña cláusula: «La esposa recibirá el 50% del Premio Nobel en el caso de que Robert E. Lucas lo obtenga antes del 31 de octubre de 1995». Quince días antes de que expirara el plazo, Robert Lucas recibía el Nobel. Si hubiera un premio para las divorciadas más precavidas, no cabe duda de que Rita sería la candidata ideal. Con un fair play encomiable, Robert Lucas ha dicho que un trato es un trato, y que compartirá con Rita el millón largo de dólares del premio Nobel. Le queda el consuelo de que su ex mujer nunca dudó de su talento.

Sin duda, cualquier recién casada preferiría renunciar a medio premio Nobel antes que a su matrimonio. Pero la teoría de Robert Lucas (sin entrar en sus vicisitudes conyugales) lleva a pensar también hasta qué punto las expectativas racionales de divorcio influyen en la estabilidad real de los matrimonios. Una cosa es casarse con el convencimiento de que es para siempre, en la fortuna y en la desgracia, con la confianza de que el otro cónyuge apuesta también todo. Y otra ir al matrimonio con la idea de «vamos a ver si esto funciona, y si no…». En ambos casos se puede tener buena o mala suerte. Pero en el primero, ante las inevitables dificultades se reaccionará poniendo en juego todos los recursos para salvar esa unión que se ha concebido indisoluble. También porque se espera que el otro pondrá a su vez todo lo que está de su parte. En el segundo, la mera expectativa de divorcio hace que cada parte pueda pensar que no vale la pena sacrificarse, ya que el otro tampoco lo hará. Por eso, el divorcio nunca se limita a sancionar lo que ya está roto. Influye en las expectativas racionales de los interesados y por lo tanto en su comportamiento, que puede llevar a dejar romper lo que podía ser salvado.

Cuando se trata de los pronósticos económicos comprendemos lo importante que son las expectativas. Lo sorprendente es que lo olvidemos al prever los efectos de las políticas sociales.

Ignacio Aréchaga

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