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El divorcio aumenta el fracaso escolar de los hijos

publicado
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Una de las consecuencias del divorcio para los hijos es el deterioro del rendimiento escolar, detectado por investigadores de distintos países: Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia (ver servicios 46/93, 54/95 y 181/97). También en Francia ocurre lo mismo, como revela un análisis publicado la semana pasada por el Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED). El hecho se da en todas las clases sociales, con algunas diferencias: los hijos de obreros tienden a abandonar la educación secundaria, mientras que entre los de familias más favorecidas, el descenso se nota sobre todo en la enseñanza superior.

El problema ha alcanzado dimensiones importantes por la multiplicación de divorcios. De los franceses nacidos entre 1959 y 1962, el 15% vieron divorciarse a sus padres antes de cumplir 18 años. Para los nacidos entre 1974 y 1978, la proporción es el 24%.

Para comparar el rendimiento académico de los hijos de divorciados con los de familias unidas, el sociólogo Paul Archambault, autor del estudio, tabula los datos según el nivel educativo de la madre (con o sin diploma superior) y la cualificación laboral del padre (obrero, empleado o profesional). Se consideran solo los jóvenes que han sufrido el divorcio de sus padres antes de alcanzar la mayoría de edad.

Entre los hijos de obreros, si la madre no es diplomada, la probabilidad de no obtener título alguno es del 37% para las familias unidas; en caso de divorcio, la tasa sube al 50%. El acceso al segundo ciclo de enseñanza superior, que en estos chicos es muy bajo por término medio (3%), queda reducido prácticamente a cero si hay divorcio.

Entre los hijos de empleados, el índice de obtención de un título de bachillerato o universitario, con el divorcio baja 23 puntos (del 53% al 30%) cuando la madre tiene diploma superior, y 19 puntos (del 35% al 16%) en caso contrario. La probabilidad de que el hijo no logre ni siquiera un título académico más bajo es menor si la madre tiene un diploma, pero el divorcio la duplica (del 11% al 22%).

Cuando los padres tienen superior nivel social y cultural, la repercusión del divorcio en el rendimiento académico de los hijos es menos acentuado hasta la enseñanza secundaria. Entre los hijos de profesionales, la proporción de los que culminan al menos el bachillerato baja del 93% al 85% (o sea, se dobla la tasa de fracaso en esta etapa) si la madre es diplomada, y del 63% al 52% en el otro caso. Pero hay un fuerte descenso en la universidad: en conjunto, el 45% de los hijos de familias unidas obtienen un título universitario de segundo ciclo, frente a solo el 25% de los hijos de divorciados.

En resumen, sin separar ya por categorías sociales, el divorcio reduce de seis meses a más de un año la vida escolar de los hijos. El estudio también señala que la repercusión del divorcio se atenúa, aunque no desaparece, si se vuelve a casar el progenitor que se había quedado con la custodia de los niños. Archambault atribuye esto a la recuperación de la estabilidad económica.

Como suele ocurrir con las estadísticas, estos datos no dicen a qué se debe precisamente el mayor fracaso escolar de los jóvenes cuyos padres se divorcian. Los simples números no permiten distinguir la influencia del divorcio mismo de la que pueden tener otros problemas previos, quizá más acusados en las familias que acaban en ruptura. El autor del estudio se inclina por una combinación de lo uno y de lo otro. En todo caso, Archambault advierte: «La situación de los hijos de divorciados se ha trivializado, y sin duda está más aceptada por la sociedad. Esto podría llevar a pensar que los efectos del divorcio se han atenuado y que ya no perturban tanto como antes la carrera escolar. La realidad es muy distinta».

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