El Derecho de Familia no crea el matrimonio

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Un nutrido grupo de investigadores americanos lanza un debate intelectual sobre las ventajas del matrimonio
Otro documento significativo en el ámbito estadounidense es «Marriage and the Law: A Statement of Principles», publicado por juristas y especialistas en familia del Institute for American Values (http://americanvalues.org/html/mlawstmnt2.html) . Extractamos algunos párrafos.

Cuando de economía se trata, tribunales, profesores de derecho, jueces, legisladores y otros observadores atentos no tienen inconveniente en reconocer que existe una diferencia entre «la ley» y el fenómeno social previo que la ley pretende regular. Ningún tribunal comenzaría una sentencia importante sobre, por ejemplo, derecho de telecomunicaciones afirmando sin más que «el Estado crea la industria de las telecomunicaciones», aunque el desarrollo de este sector o cualquier otro depende, en parte, de la adecuada articulación de las leyes que lo rigen.

Análogamente, es difícil (por ahora) imaginar un tribunal declarando que crea la «maternidad civil», aunque existen importantes leyes que regulan quién es el progenitor y qué derechos tiene, y aunque la adopción permite transferir la patria potestad a quienes no son los progenitores naturales. El Estado entiende muy bien que un fenómeno tan amplio y relevante como la maternidad no puede ser reducido a un artificio legal o una criatura del derecho.

¿Qué implica esto en el contexto de los actuales debates sobre el matrimonio? Un gobierno que entiende que no crea el mercado o la maternidad ha de entender que tampoco el matrimonio puede ser reducido a un artificio legal. El matrimonio, en cuanto institución social dotada de consistencia propia, es necesariamente un producto de la sociedad civil: de familias, comunidades religiosas, autores de canciones, narradores de cuentos, vecinos, amigos, que entre todos crean una idea de lo que significa el matrimonio en nuestra cultura común.

Como el matrimonio está tan íntimamente relacionado con la generación y la protección de los niños, siempre se ha creído que el Estado está legitimado para regular los «efectos civiles» del matrimonio. Además, la ley contribuye de manera importante a sustentar el significado y las consecuencias sociales del matrimonio. Por tanto, importa mucho asegurar que la ley sobre el matrimonio esté bien hecha.

Eso requiere, entre otras cosas, una modestia y un realismo renovados por parte del Estado, incluidos los tribunales. El Estado no puede por sí mismo crear un matrimonio que tenga relevancia, que sea capaz de contener o encauzar los impulsos eróticos de los adultos en bien de los niños y de la sociedad. Así pues, el Estado debe tener especial cuidado para no debilitar este entrelazamiento de valores que sustentan nuestra cada vez más frágil cultura del matrimonio.

El derecho debe reconocer que es solo uno entre muchos actores -si bien uno importante- que contribuyen a crear y sostener una cultura del matrimonio. El «matrimonio civil», sin el apoyo de la sociedad civil, difícilmente tendrá mucha relevancia para los niños o la sociedad.

Límites al derecho

La naturaleza humana existe y pone límites a lo que el derecho puede hacer por la simple voluntad del legislador. En el ámbito económico, se sabe perfectamente, por ejemplo, que pese a nuestros deseos de que cada uno proteja la propiedad ajena con tanta diligencia como protege la propia, legislar basándose en esa suposición acarreará males, porque no es verdadera. (Lo cual explica por qué, según la célebre sentencia de un rector de universidad, «nadie lava un coche alquilado».)

Cuando se trata del matrimonio, la ley debe respetar la manera en que biología humana, naturaleza humana y relaciones sociales están entrelazadas en la realidad.

Por ejemplo, podemos desear que los hombres sean padres responsables tanto fuera como dentro del matrimonio. Podemos aun establecer por ley que todo niño tendrá el mismo derecho a que su padre le cuide y sustente, tanto dentro como fuera del matrimonio; pero no va a ser así solo porque la ley lo mande. Madre e hijo están íntimamente conectados por los lazos del embarazo y el parto. Padre e hijo no están tan unidos, a no ser que la cultura, la ley y la sociedad se alíen para que el padre no sea un mero donante de esperma sino que se convierta en un buen marido y en un padre responsable.

En nuestra sociedad, y prácticamente en todas las sociedades humanas conocidas, la principal vía para que los padres se comprometan con sus hijos es el matrimonio.

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