Divorcio y violencia doméstica

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Análisis

El número de separaciones y divorcios en España crece a un fuerte ritmo. Según los últimos datos disponibles, en 2002 las rupturas matrimoniales aumentaron un 11% respecto al año anterior: 73.500 separaciones y 41.600 divorcios. Como a nadie se le oculta que esto es un fracaso, lo más lógico sería preguntarse qué hacer para favorecer la estabilidad matrimonial y evitar que parejas con escasos años de matrimonio recurran a la separación en cuanto surgen problemas.

Sin embargo, lo que algunos propugnan ahora es agilizar los procesos de divorcio, de modo que todo pueda ir mucho más rápido. El ministro de Justicia ha anunciado que se trata de «hacer prácticamente inmediato el divorcio consensual y simplificar enormemente el divorcio causal por cesación del vínculo afectivo». Como razón determinante, se aduce que así se evitarán tensiones familiares que desembocan en violencia doméstica. Y en el clima de alarma social ante la violencia doméstica, todo lo que contribuya a frenarla parece razonable.

Llama la atención que, por una parte, se diga que el divorcio se ha «normalizado» en la sociedad española, y por otra se dé como razón para acelerarlo un grado de tensión tal que provoca violencia doméstica.

Pero, aunque cualquier proceso de disolución del matrimonio genera inevitablemente tensiones, ¿hasta qué punto es causa de violencia doméstica? En estos días, algunos titulares de prensa destacaban que un 35,8% de las víctimas de violencia doméstica del año pasado estaban en trámites de separación. Pero si uno va al cuerpo del artículo, descubre que el porcentaje se refiere al total de 70 mujeres que fueron asesinadas el año pasado por cónyuges, convivientes, novios o ex compañeros.

Los agresores de esas 70 víctimas fueron los cónyuges en el 48,22% de los casos. Es decir, las que murieron a manos de su marido fueron unas 33 mujeres. Si el 35,8% de ellas estaban en proceso de separación, resulta que unas 12 mujeres murieron en este trance. Sólo a ellas podría haberlas beneficiado un proceso de ruptura matrimonial más rápido.

Y si comparamos esos 12 casos con el total de separaciones de 2002 (73.500), encontramos que representan el 0,016% del total. La abrumadora mayoría de las rupturas matrimoniales pueden generar tensiones, pero no por eso desembocan en violencia doméstica. ¿Tiene sentido abogar por un cambio legal en función de casos claramente excepcionales?

Ignacio Aréchaga

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