Cuando la pasión deportiva amenaza el matrimonio

Fuente: The Wall Street Journal
publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.

Un artículo publicado en The Wall Street Journal (1-02-2011) refleja la tensión que los excesos deportivos pueden crear en el matrimonio, fenómeno que comienza a denominarse irónicamente “divorcio por triatlón”.

El deporte se está convirtiendo en una nueva fuente de amenazas para las relaciones personales. Al estrés laboral, las largas jornadas y los viajes, se añade ahora una causa diferente de conflictos y discusiones en los matrimonios: las prácticas deportivas de resistencia que se han puesto de moda, como el maratón o el triatlón, requieren interminables horas de ejercicio, que solo pueden superarse con una gran dosis de paciencia y comprensión desde la parte inactiva.

La pasión por correr aporta un nuevo aliciente a la vida de algunos profesionales, adultos ya, pero todavía con ilusión suficiente como para plantearse metas deportivas al rozar la cincuentena. Hay quienes logran crear pronto un acuerdo y establecer las reglas básicas sobre cenas, salidas y descansos familiares; pero este desafío no siempre se supera a la primera, como ya advierten algunos terapeutas familiares que cada vez reciben a más pacientes atractivos, bronceados y totalmente en forma, pero con una vida familiar desequilibrada.

La realidad es que el ejercicio prolongado rompe algunas pautas habituales en la intimidad de las familias, pues la actividad deportiva de resistencia exige reducir las horas que antes se dedicaban al cónyuge o a los hijos. Es corriente encontrar la cama vacía al levantarse y tener que acostumbrarse a renunciar a una buena cena por las noches o a un rato de televisión -las horas de entrenamiento no lo permiten-, según resume una afectada por la nueva tendencia. “Cuando mi marido llega a casa de la oficina, nuestros tres hijos ya han cenado, pero él se acuesta incluso antes de que ellos lleguen a su habitación, porque está agotado”, explica la señora Waxman, que tuvo que convocar a sus padres y a sus suegros y pedirles “una intervención familiar” a su favor, para evitar que su matrimonio se fuera a pique por una afición que comenzó cuando ya llevaban diez años casados y tenían tres hijos. Después de siete años entrenando, “corría dos horas a diario y de seis a siete horas los sábados y domingos, así que tuve que plantarme”.

Junto a la necesidad de establecer unas reglas del juego, los terapeutas también aconsejan que un buen modo de evitar los conflictos consiste precisamente en compartir la misma afición, algo que sucede en algunos casos, como el del matrimonio Prescott. Desde que se conocieron en la línea de salida de una maratón en 2004, ella ha corrido ya 313, mientras que él va por los 287. Ambos siguen encontrando en el deporte la gran oportunidad para estar juntos. Pero no siempre la afinidad es posible y entonces solo queda adaptarse, como le sucede a los señores Berkowitz; él, que es un fumador empedernido, mantiene intacta la admiración hacia su mujer, de 62 años, que sigue corriendo veinte maratones anualmente. A todos acude como voluntario, para esperarla y animarla cuando cruza la meta.

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