Cajas de Pandora

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Contrapunto

La francesa Evelyne Sullerot, experta en sociología familiar, acaba de publicar un nuevo libro: Le grand remue-ménage. Esta gran mudanza es la que se producido en las relaciones familiares en los últimos decenios.

En su libro, Evelyne Sullerot muestra que, tras la revolución sexual que supuso la anticoncepción y los cambios legislativos que siguieron a los cambios de costumbres, todo ha comenzado a vacilar: multiplicación del divorcio y descenso de los matrimonios, aumento de la cohabitación, familias rotas y recompuestas con los restos del naufragio, ruptura de la continuidad entre las generaciones… La socióloga francesa no oculta su inquietud ni su amargura.

Lo curioso es que esta antigua militante del Planning Familial confiesa que las promotoras de este movimiento no preveían las inmensas consecuencias de la anticoncepción: «No pensábamos en absoluto abrir la caja de Pandora de la libertad sexual sin freno para las mujeres», dice hoy. Hay que reconocer que otros fueron más clarividentes. Ya en 1968, un discutido diagnóstico advertía «el camino fácil y amplio que se abriría a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad». Y sugería que con la píldora se fomentaría también la libertad sexual sin freno para los hombres: «Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como compañera, respetada y amada». Así escribía Pablo VI en la Humanae vitae. Se podrá estar o no de acuerdo con los calificativos. Pero es indudable que el jefe de esta Iglesia, que nunca entiende su tiempo y que infaliblemente está equivocada, supo adivinar bastante bien lo que había en la caja de Pandora. Quizá sea porque, con dos mil años a sus espaldas, la Iglesia está acostumbrada a mirar a largo plazo y no sólo al resultado inmediato.

Hoy, Evelyne Sullerot intenta salvar lo que se pueda. Y, para afianzar los lazos familiares, pide a los dirigentes políticos y sociales privilegiar «la relación frente a la separación, la duración frente a lo momentáneo, el matrimonio frente a la unión libre, la coparentalidad contra la exclusión».

En cambio, en España ha entrado la fiebre de equiparar a las parejas de hecho con el matrimonio, y de reconocer derechos propios de la familia sin exigir deberes. Aunque dentro de veinte años alguien escribirá también que no era su propósito abrir ninguna caja de Pandora.

Si uno no quiere reconocer las consecuencias de sus actos, basta declararse perplejo. Ahora que España ha conseguido ser el país del mundo con el menor número de hijos por mujer (1,2), Pilar Martín, directora de la Federación de Planificación Familiar, se niega con modestia a reconocer su éxito: «Los demógrafos aún no han sabido explicar los verdaderos motivos de la baja fecundidad en España, teniendo en cuenta que el uso de anticonceptivos es bastante pobre». ¿Bastante pobre? A lo mejor se debe al efecto invernadero.

Juan Domínguez

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