Acompañar a la familia: un arte que se aprende

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DURACIÓN LECTURA: 7min.

Sesión con los ponentes del workshop (foto: UIC)

 

“¿Es contracultural la familia?”. Así, como con la sexta marcha puesta, y a todo gas, empezaba el I Workshop Internacional sobre Acompañamiento Familiar, organizado por el Instituto de Estudios Superiores de la Familia, de UIC Barcelona (IESF), del 13 al 15 de mayo. Un “congreso” de carácter práctico que ha reunido a casi 800 participantes de 50 países de todo el mundo, interesados por un tema universal: la familia.

Primero, entre bromas y veras, el monologuista Andrés Torres, del equipo de Aruser@s de La Sexta, habló de la suya. De lo que ocurre en el día a día a un padre de cuatro hijos, alguno adolescente. Hubo muchas risas: de complicidad, también. Y muchas cabezas, con movimiento vertical, porque sobran las palabras: “Es que las clava”. “Lo mejor es no agobiarles –afirmaba Torres–: dejar que se caigan y darles su propio espacio. Porque algún día crecerán y, con un poco de suerte… se irán de casa”. No es odiarles, lógicamente. Todo lo contrario: amarlos y apoyarles en lo que sea necesario. Pero sabiendo que son otro.

“¿Es contracultural la familia?”. Se lo preguntaba, poco después, Pedro Herrero Mestre, periodista de batalla. Y publicista. Y escritor. Y un poco de todo. Y padre de tres hijos: “Yo diría que sí. La familia es contracultural porque no forma parte de los relatos culturales hegemónicos actuales. Quizás porque en nuestra sociedad hemos construido familias en las cuales no se producen poetas, sino que producimos contables, abogados… en definitiva, ejecutores del sistema”. Palabras que no podía más que asentir el profesor y poeta –Herrero jugaba en su campo– Enrique García-Máiquez, el otro ponente de esta mesa redonda, moderada por la periodista y escritor Teresa Gutiérrez de Cabiedes. “Se insiste mucho en la comunicación en pareja –afirmaba García-Máiquez–, pero todavía es más importante el conocimiento: cuestiones de base como la filosofía o la antropología. En definitiva, saber por dónde vienen los tiempos y poner mucha psicología”.

La “poesía” a la que se refería Herrero: aquello que “no sirve” para nada.

Pero, claro, no se nace “poeta” de la noche al día. Es necesaria la formación.

A eso aspira el IESF: a formar, para acompañar a las familias; y a acompañar, para formar: “Debemos ser conscientes –aseguraba Montserrat Gas, directora del instituto, al presentar el workshop– de que formar hoy a las personas en lo familiar requiere no solo transmitir unos conocimientos, sino un acompañamiento que apoye con cercanía y mueva a las personas”. De entrada, fueron más de 500 –casi 800–, las que quisieron seguir las tres jornadas de este workshop –taller–, que no “congreso”, como de intento marcó Gas, por el enfoque práctico que se le ha querido dar: “Que todos nos vayamos a nuestras casas con la inquietud de saber qué necesitan las familias –sobre todo las jóvenes–, y de formarnos mejor para acompañarlas”.

En la vida ordinaria

Fueron las dos ideas que más sobrevolaron durante ese fin de semana, en torno al 15 de mayo, Día Internacional de la Familia. Acompañar a las familias es un arte que se aprende. Y, si puede ser, como más de uno recordó, con unas cervezas de por medio y algo para comer, que “se trata de acompañar a las familias en lo ordinario”, como subrayó Juan José Pérez-Soba, profesor del Instituto Juan Pablo II sobre Matrimonio y Familia (Roma).

“Discutir correctamente es no discutir. La discusión nunca es necesaria. La pelea siempre daña la relación” (Raphael Bonelli, psiquiatra)

En lo de cada día: desde la escuela y en casa, que “¿acaso no es ahí donde nos jugamos la felicidad?”, se preguntaba Rafael Lafuente, experto en educación afectivo-sexual y profesor de secundaria. No en vano, es lógico plantearse –y así lo hacía Lafuente– que, para ser un buen padre, una buena madre, también hay que formarse: “Es la actitud más humilde y sensata, buscando las herramientas más necesarias para ello”.

Esa es la “inútil poesía”, que, a juzgar por los matrimonios que, además de los especialistas, mostraron su experiencia –de Kenia, o de México, o de tantos países de Europa y de Oriente– sirve para tanto.

A eso se refería cada uno de los ponentes en estas jornadas: desde médicos a influencers, pasando por sacerdotes, abogados o ingenieros reconvertidos al mundo del asesoramiento familiar. Cada uno desde su punto de vista.

Los límites de la terapia

Como el psiquiatra Raphael Bonelli, doctor por la Universidad Sigmund Freud, en Viena: ¿Hasta dónde llegan los límites de la terapia en el acompañamiento? Bonelli, que atiende a muchas parejas cuya relación pasa por alguna situación difícil, habló del matrimonio, como de “un ideal muy alto y muy bello, aunque lleno de obstáculos”. “Me impresiona ver la capacidad del hombre y la mujer que tienen de tratarse mal –dijo–; esto no tendría que ser así. Por esto, cuando me piden si puedo dar una charla sobre cómo discutir correctamente, les digo: ‘Será una charla de dos minutos: discutir correctamente es no discutir. La discusión nunca es necesaria. La pelea siempre daña la relación. Siempre’”.

A partir de ahí, con gracia, pero con mucha claridad, el psiquiatra vienés fue desgranando los motivos que pueden llevar a este punto y que hay que evitar. Él acompaña y sabe que ese adverbio, “siempre”, y su contrario, “nunca”, son los que más se utilizan en una discusión, y llevan a emociones injustas: “Se transmite un malestar que provoca una reacción y, esa, otra reacción, y otra…; no hay nunca una acción, porque ninguno de los dos es libre. ¿Cuándo lo es? Cuando se paran y piensan”.

Parece obvio. Pero no lo es tanto, cuando es cosa de sentimientos, y “los dos creen ser víctima al 70% y agresor al 30%; uno es el/la pobre y, el otro, el/la malo/a”. Ante esto –asegura Bonelli–, “mi psicoterapia es muy clara: ‘cállate’. Y, si existe el peligro de que no puedes controlarte, huye. ‘Vete fuera, a cortar el césped, si quieres’”. Y dejar pasar el tiempo que sea y, por supuesto, pasadas las emociones, hablar, no callarse: “Decir las cosas, sin enfados, sin reproches y con mucho respeto porque, si uno es humilde, le puede decir al otro casi todo: de arriba abajo, nunca funciona…”.

Una cuestión de corazón. Y de mirada: “Entrenarla, para saber ver, primero, lo que funciona”. Es lo que decía Pilar Lacorte, subdirectora del IESF, poniendo el caso de “la suegra y otros bichos tóxicos”, bromeando sobre un posible tema de estudio: “Yo soy suegra y tenemos que verla no desde el punto de vista problemático, sino desde su ‘lado oscuro’… A las nueras y a los yernos les llamo ‘los okupas’, porque okupan tu corazón: sin ningún título de propiedad, ni derecho alguno, se te meten en él y, una vez se han instalado, no hay quien los saque”.

Comprender

“La clave –añadió Nieves González Rico, directora académica del Instituto Desarrollo y Persona de la Universidad Francisco de Vitoria y del Programa “Aprendamos a Amar”– está en aprender a amar la circunstancia, y necesitamos ser acompañados para llegar a ello; no es a pesar de tus circunstancias cómo llegaremos, si no a través de ellas. Y eso, desde la amabilidad y la gratitud”.

Acompañar significa buscar comprender. “Un sacerdote catalán, que vivió muchos años en Austria, también psiquiatra, como yo –cerró su ponencia Bonelli–, Juan Bautista Torelló, me decía: ‘Hay que pensar con bondad’. Esto es lo que cambia el mundo. Siendo conscientes, en definitiva, de que los dos estamos en el mismo barco: o somos felices los dos, o no lo somos”.

¿Es la familia contracultural? “Contracultura es crear cultura –afirmó Montserrat Gas, en la inauguración del workshop–; eso supone una actitud positiva, convencidos de que nuestra propuesta responde a los deseos más genuinos del ser humano de amar y ser amado”.

En palabras de Lacorte: “¿Qué es lo que tenemos que hacer? Hackear: hackear hasta saber las claves para entrar en sus corazones”.

Jaume Figa Vaello
@jaumefv

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