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Un mercado internacional para la Universidad

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De los más de dos millones y medio de universitarios que estudian fuera de sus países, la mayor parte están en Estados Unidos o Gran Bretaña. Pero estos dos campeones ya no pueden esperar sentados a que les lleguen las solicitudes y escoger a los mejores alumnos. Tienen que atraer activamente a los candidatos o abrir campus en el extranjero, porque les han salido nuevos competidores, sobre todo en Asia.

Hacerse internacional es una necesidad para las universidades de Occidente, donde en general han bajado el alumnado nativo y la financiación pública. Así, los estudiantes extranjeros cumplen un doble servicio: ocupar plazas que quedarían vacías y pagar el coste íntegro de la enseñanza -del que los nacionales están dispensados en algunos países-, con recursos propios o con ayudas de sus países o del receptor. Pero en Asia, el mayor caladero mundial de estudiantes, han empezado a pescar también potencias como Japón o Singapur, que tienen problemas similares; y a la vez, grandes exportadores, como China o India, se esfuerzan por retener a sus jóvenes cerebros ofreciéndoles lo que irían a buscar fuera: alto nivel, enseñanza en inglés, títulos con reconocimiento internacional.

La nueva oferta asiática viene de una expansión del gasto público en educación superior o de numerosas universidades privadas que están surgiendo en los países emergentes de Asia. Pero en parte se debe también a la iniciativa de universidades extranjeras, que han iniciado centros propios o programas conjuntos con instituciones locales. Por ejemplo, la escuela de negocios francesa INSEAD tiene un campus en Singapur y un MBA en China, en consorcio con la Universidad de Tsinghua. En Singapur están presentes también universidades norteamericanas como la de Chicago, la Cornell y el MIT. Según un informe publicado en mayo pasado por el American Council on Education, 131 instituciones indias de enseñanza superior tienen acuerdos con universidades extranjeras, y casi la mitad de las universidades británicas tienen programas en China.

Todo esto está cambiando el panorama de la enseñanza universitaria internacional. En la cúspide siguen las instituciones de siempre: la Ivy League norteamericana y “Oxbridge”. Pero por debajo de ese olimpo inalcanzable la diversidad es creciente. En la última clasificación anual del Times Higher Education Supplement (ver Aceprensa 120/06) aparecen ya universidades de 30 países entre las 200 mejores, y tres asiáticas (las de Pekín, Tokio y Nacional de Singapur) han logrado meterse en los 20 primeros puestos.

Menor predominio de EE.UU.

Una consecuencia es que en lo relativo a atraer estudiantes extranjeros, el predominio de Estados Unidos, aunque sigue siendo claro, se ha hecho más débil. Así, su parte del total mundial ha bajado de más del 25% en 2000 al 21% en 2004.

El filtro más estrecho a la entrada de estudiantes extranjeros tras el 11-S tiene mucho que ver con el retroceso norteamericano. En los tres años siguientes bajó la matriculación de extranjeros por primera vez desde 1973. Pero quizá se vea que Estados Unidos ha remontado cuando haya datos de años posteriores. Al menos, las restricciones han pasado, y ahora la consigna es buscar alumnos fuera.

En efecto, el año pasado un organismo del gobierno federal, la International Trade Administration, comenzó una campaña publicitaria en la televisión china para alentar a jóvenes del país a hacer la carrera en Estados Unidos. China es la primera exportadora mundial de estudiantes (casi 420.000 en 2004, según la OCDE), y aunque el primer importador, Estados Unidos, recibe el mayor contingente de ellos (95.000), Japón (76.000) y Gran Bretaña (58.000) se están acercando rápidamente desde principios de siglo. El año que viene se repetirá la campaña también en la India, segunda exportadora mundial de estudiantes (130.000 en 2004); en el caso de los indios, Estados Unidos tiene más de la mitad (80.000), y sus rivales están todavía muy atrás.

La última iniciativa norteamericana para cosechar universitarios extranjeros apunta a Latinoamérica, que en buena parte es un mercado poco explotado. A finales de agosto, la secretaria de Educación estadounidense, Margaret Spellings, visitó Chile para promover las relaciones académicas entre ambos países. Anunció la creación de unas becas para estudiantes chilenos que quieran hacer el doctorado en Estados Unidos. Las condiciones incluyen el compromiso de regresar a Chile tras obtener el título y permanecer al menos dos años. Estas becas -un centenar anual- contribuirán notablemente a aumentar el número de universitarios chilenos en Estados Unidos, que venía bajando últimamente: el año pasado salieron unos mil, casi un 30% menos que en 2001.

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