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Restaurar la confianza entre padres y profesores

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En un artículo publicado en «Le Monde» (21-09-2005), Catherine Vincent señala que las relaciones entre familias y profesores se alimentan a menudo de estima, a veces de detestación, nunca de indiferencia.

Aunque los profesores se sienten poco apreciados por la sociedad, un sondeo realizado por CSA para «Le Monde de l’education» (septiembre 2005) muestra que un tercio de los encuestados recomendaría esta profesión a su hijo o hija. Los maestros son considerados «competentes en su disciplina» por el 84% de las personas interrogadas, porcentaje que baja al 78% respecto a los profesores de secundaria.

Pero aunque tengan buen concepto de ellos, la relación de las familias (generalmente, la madre) con las profesoras y profesores no es siempre fácil. «En preescolar y primaria, el profesorado se compone en su mayoría de mujeres. Y los alumnos, cuando todo va bien, quieren a su profesora. Como las que vienen a ver a las profesoras son sobre todo las madres, las relaciones se desarrollan a menudo sobre un fondo de rivalidad», dice Françoise Kellou, directora de escuela primaria, quien deplora que el padre solo aparezca cuando las cosas van realmente mal.

«Si el 45% de los padres piensa que los profesores no dialogan bastante con ellos, según la encuesta citada, ¿cuántos de ellos están realmente dispuestos al diálogo? ¿Cuántos de ese 71% de franceses que consideran que los profesores «no tienen suficiente autoridad sobre los alumnos», aplaudirían cuando dicha autoridad se ejerce sobre sus queridos retoños?»

Si las relaciones son relativamente serenas en preescolar, a partir de primaria se complican. «Los profesores, imbuidos de una alta conciencia de su misión, pero poco habituados a rendir cuentas, reaccionan como si les desollaran vivos ante la menor observación. Toman por críticas lo que a veces no son más que preguntas».

Nada de esto importaría mucho, si no fuera por sus efectos en los alumnos. «Pero los expertos -comenzando por los profesores, al menos los más jóvenes- son hoy unánimes: sin una verdadera colaboración entre padres y profesores, aumentarán las dificultades en las escuelas y liceos».

«El niño necesita notar que hay una confianza recíproca entre el profesor y sus padres», encarece Dominique Guichard, psicólogo escolar en Tours. «No es raro que las dificultades de un niño surjan de una discordancia entre sus padres y el colegio».

Por eso dialogar interesa tanto a padres como a profesores. «No según un procedimiento, como ocurre en los consejos escolares entre representantes de padres y de profesores, sino de manera más individual, con un esfuerzo de sociabilidad y buena voluntad por ambas partes.»

Patrick Rayou, sociólogo, especialista en ciencias de la educación, afirma que en general los profesores reprochan a los padres dos cosas exactamente contrarias. «Por una parte, hacer dejación de responsabilidades ante la escuela (aunque todas las encuestas muestran, por el contrario, que nunca los padres se han preocupado tanto de la escolarización de sus hijos), y de otra parte querer inmiscuirse en la vida de la escuela».

Rayou recuerda que la antigua concepción de la escuela de la República «tenía por misión arrancar a los hijos del ambiente familiar para hacerlos ciudadanos y elevarlos a lo universal, por lo que los padres no tenían nada que hacer en esa escuela. Esta herencia choca de frente hoy con una visión más moderna, según la cual los padres tienen su sitio y su papel en el sistema educativo».

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